Las Tunas.- Amanece. El día se despereza nublado. La mañana está fría, pero ellos siguen allí, cerquita de la cinta anaranjada y la casita de campaña, blanquísima. Desde la ventana de mi casa los observo. Sentados en taburetes dos policías. Imagino las gotas de rocío en su rostro y yo aquí tan abrigada.
Tres personas positivas a la Covid-19 salieron días atrás en la manzana colindante. La calle Vicente Cutiño, desde Lora hasta Nicolás Heredia, permanece cerrada. Abarca un total de 90 tuneros, divididos en 38 viviendas, todos del Consultorio 6.
De vez en cuando entra algún carro con alimentos y víveres; se reparten con el debido cuidado. Aun así hay quien, del lado de acá de la cinta, se atreve a quitarse el nasobuco por momentos, piensan que están libre del peligro. Pero esto es invisible y, hasta que no lo entendamos, aumentarán las cifras. 
Llegan las 5:00 pm de este miércoles y una noticia mueve el piso de los que se sentían seguros, hasta de quienes como yo, por voluntad propia, optaron por permanecer en casa, dada la cercanía del foco en vigilancia epidemiológica. “Hay que poner otra cinta anaranjada, se confirmó un caso en este barrio”, nos informaron. Este fragmento de las calles Nicolás Heredia y Joaquín Agüero cambió su rostro.
Cada quien asumió la noticia según su temperamento y percepción de riesgo. Caras de asombro por un lado, pupilas inquietas por otro, interrogantes, miedo y hasta un poco de humor en algunos casos. “Estamos rodeados”, dijo un vecino jocosamente. A mí sinceramente el tema no me da ni gota de gracia. Pienso en mi niño de 3 años e intento adaptarme a las circunstancias, sin descuidarme. 
El joven positivo fue aislado rápidamente, según los protocolos establecidos. A sus contactos se les realizó el PCR. Los demás estamos en vigilancia. Y pensar que hace solo unas horas él paseaba feliz con sus amigos por esta misma calle.
Mientras, un activista de la barriada, debidamente protegido, hizo la lista de la cantidad de personas por vivienda, con énfasis en los grupos vulnerables, todo ello para los módulos de alimentos que nos harán llegar. La leche y el yogur de los más chicos están garantizados, nos dijeron a los padres.
De lejos observo la casita de campaña y pienso en la familia del personal de la Salud, especialmente en sus hijos. Pero hoy esos héroes están aquí, cuidando a seres ajenos, por amor. Pienso en los policías, que por más abrigados, deben sentir algo de frío y permanecen a la intemperie para tener mayor visibilidad y luchar contra posibles indisciplinas. Pienso en mis consanguíneos, que viven en otros repartos y a esta hora deben estar preocupados. Pienso en la angustia de tanta gente, mientras cae la noche de mi primer día en zona roja.
Esperemos que los resultados de los contactos den negativo, digo para mí. No quiero pensar en la transitividad de la Matemática. Esto no tiene rostro, pero lamentablemente muchos siguen pensando que no les tocará. Lo triste es que, en esta ecuación, pagamos todos.
Ya hay un centenar de muertes en Cuba (ínfima cifra en comparación con otros países), pero duele. Si usted quiere ayudar, cuídese. No sea que la Covid-19 lo sorprenda y, en el mejor de los casos, tenga que resignarse a ver desde la ventana de su hogar una “triste” cinta anaranjada.
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