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Las Tunas.- Favio Carlos Betancourt Campos, con 10 años de edad, tiene una voz para detenerse a escucharla. En noviembre pasado ingresó a la escuela profesional de arte (EPA) El Cucalambé por el camino de la más bella forma de lo bello, desde entonces aprovecha para estudiar ese mágico instrumento que es la guitarra.

Su padre, Carlos, es ese aliciente necesario. Él le pone alas a sus sueños y ve en su retoño cumplidos esos anhelos que lo remiten al pasado, cuando era un trovador bohemio, aunque -confiesa- “nunca he podido apartarme del encanto de la buena música”.

Sobre el niño afirma su progenitor: “Siento una mezcla de orgullo, admiración y hasta de sorpresa, porque, sin previa instrucción musical, es capaz de montarse en un tono, afinar, seguir un ritmo e interpretar una canción. Siempre lo he apoyado y trato de que tenga un repertorio de diferentes géneros”.

Para Favio empieza la carrera. Con el apoyo de familiares y amigos, y ahora con la guía de docentes especializados en la materia, pulirá poco a poco su aptitud y seguirá explorando varios horizontes dentro de la manifestación.

Por sus venas corre la huella de Los Alfonsos, pequeño poblado holguinero donde nació el padre, rodeado de trovadores aficionados que parecían una familia. Esa afición se le transmitió al chiquillo y en el Balcón de Oriente, durante fiestas familiares, suele improvisar un escenario para deleitar al auditorio.

“También ha participado en actividades del barrio”, dice su cuñado Lorenzo, y en “iniciativas realizadas en algunos centros laborales”, agrega Ahileng, la hermana.

Él y sus consanguíneos sueñan en grande y hasta graban archivos de audio en estudios particulares para ir conformando, poco a poco, un disco. Según el padre, también escuchan consejos especializados de artistas como Alexis Cárdenas (que integró el Mariachi Tunas) y la profesora Aleyvis Araúz (directora del coro profesional Euterpe), para ayudar a perfeccionar la superación del infante.

“La música me hace feliz”, afirma Favio, seguido de “prefiero el pop” y “muchas personas de mi familia cantan o tocan instrumentos”. Me narra cómo en sus inicios en el arte su papá le puso un karaoke con la canción Cielito lindo y él quedó fascinado. Hoy se siente identificado con Sebastián Yatra y Camilo.

Me cuenta que le gusta la fotografía, practicar ejercicios y jugar al fútbol, al béisbol o a los videojuegos. Sueña con trascender en la música y ganarse el amor del público. Su voz melódica y afinada son señales que dibujan su camino. La EPA, esa cantera de talentos, seguramente pulirá su vocación como lo ha hecho hasta el momento con tantos estudiantes. El futuro dirá la última palabra.