recogida basura

Las Tunas.- La batalla por la higiene personal y la de nuestros espacios está, a todas las luces, en el centro mismo de la lucha contra la Covid-19. Quizás por eso Martha, con sus cansados 60 años, cada sábado limpia de más. Agua con cloro y paño mojado para las tablillas de las ventanas y atención especial al piso del portal.

Desde este último recibe a quienes todavía pasan vendiendo algo, llegan a traer el periódico y hasta da los buenos días a los muchachos de las pesquisas que, en cada jornada, escuchan su respuesta feliz: “No, hoy todo sigue bien. Nada de síntomas”.

A Martha, sin embargo, le preocupa la vida más allá de la puerta de su casa. Por eso irradia felicidad, al menos así lo percibo, cuando cae la noche y siente que pasa por su calle “el camión de la basura”. Se le puede oír, como nunca antes, desde bien lejos y eso también la reconforta. El silencio es la prueba mejor de las calles deshabitadas que son vitales por estas fechas.

Y sí, solo en pequeñas arterias de las ciudades de Las Tunas y Puerto Padre ocurre de esta manera, porque en la mayoría de la provincia los desechos sólidos se recogen mediante los carretoneros. Un sector que mantiene el ciclo diario de trabajo en medio de la pandemia, para que esté limpia Las Tunas; libre de otros vectores que igual provocan dolencias letales como el dengue y las enfermedades diarreicas agudas.

De eso también sabe Martha. De tanto husmear en las noticias y atender reuniones de circunscripción y diálogo de comadres, se le escucha defender con soltura estos temas. Y hasta se molesta cuando ve que alguien tira la basura en cualquier parte, especialmente, si lo hacen antes de las 6:00 pm, que es la hora establecida para esos asuntos.

Entiende de calles que se limpian y, al rato, están igual. Y tiene “a las personas indisciplinadas” como culpables directas de muchos desatinos. El más reciente lo vivió, asegura, cerca del barrio de su hermana, allá por las Petrocasas. “La gente de Comunales limpió el tramo hasta la escuela pedagógica Rita Longa, que eso se había convertido por ahí en un vertedero. Y a los pocos días la cosa ya pintaba mal, porque el que tiene el hábito de tirar su churre, lo repite. Y no le importa el esfuerzo”.

Otros puntos de esta urbe también dejan mucho que desear. Pienso en la parte de atrás del edificio 12 Plantas y en los alrededores del río Hórmigo. Sin embargo, como también ando un poco como ella, hurgando en la realidad, la animo con las más recientes declaraciones de Grisel Alonso, directiva de la Empresa Provincial de Comunales.

“Estamos trabajando duro. Vamos a mantener el ciclo de recogida de desechos de manera diaria en todo el territorio. Tenemos garantizados los medios de protección para los trabajadores que se mantienen activos en estos procesos, sin dudas, los más expuestos de nuestro sector en tan compleja situación de salud.
“Se les han garantizado guantes, nasobucos y estamos muy satisfechos con la estabilidad que hemos logrado en el servicio durante esta etapa tan compleja. También tenemos seguro el combustible para que no fallen las rutas previstas con la mecanizada”.

Martha me mira y yo sé, ella entiende que eso está lejos de significar que la labor hasta ahora es perfecta. Sin embargo, se siente agradecida y, amén de las buenas noticias, no baja la guardia. Siguen siendo los sábados jornadas de limpiar de más, se mantiene atenta a cualquier síntoma para informarlo en las pesquisas, cuida de los suyos, no recibe visitas y se aguanta las ganas tremendas de abrazar a sus padres longevos y a su nieto feliz.

Igual sigue con el televisor bajito cuando pasan ya las 6:00 pm. Solo vuelve a subirlo después de que escucha que el camión se lleva la suciedad del día en su cuadra. Entonces siente que está lista para que la noche fluya y la mañana descubra reluciente a su ciudad, tranquila como pocas y atenta, como ella, ante cualquier indicio de la Covid-19.

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