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paula30000Las Tunas.- El 27 de abril auguraba para Paula Yinet Burey Utria otra de las jornadas a la espera para reincorporarse a la nueva cotidianidad impuesta por la Covid-19. En fechas recientes había vivido horas intensas y tensas.

En el Hospital Militar Central Doctor Luis Díaz Soto, Paula se había probado junto a otros 50 jóvenes; verle los rostros al SARS-CoV-2 resultó, en sus inicios, una labor intimidante, pero crecerse y saberse útil la llenó del valor justo para reconocer en esta misión una experiencia inolvidable.

Por esos caminos andaría la mente en aquel día primaveral en el cual esperaba el resultado de un PCR para poder reincorporarse a su escuela. Quizás andaba más lejos y su imaginación volaba hasta la tranquilidad del hogar en la comunidad Club Familiar, en el municipio de Las Tunas. Todo eso y más pudo pensar, el descenso de actividad después de días de adrenalina, suele provocar ansiedad, incertidumbre y sensación de vacío para quien espera.

paula2La respuesta positiva de aquel examen cambió todo. "Fue un golpe duro e inesperado", me cuenta ahora con una voz dulce que aún a través del auricular transmite una sensación de abrigo y bondad. Mientras la escucho pienso en los actos de heroísmo interpretados por nuestros jóvenes. Incluso aquellos que como Paula inspiran ternura y delicadeza, imponen, en los momentos más duros, la fuerza esencial del espíritu.

"Otro compañero y yo dimos positivos. La noticia nos golpeó y sorprendió porque estábamos asintomáticos. Enseguida se activó el protocolo, nos aislaron e ingresaron, así como a nuestros contactos. Una vez en el hospital los asistentes y los médicos eran los mismos compañeros de nosotros. La atención fue muy esmerada y de cuidados extremos por cada detalle de nuestra salud y en lo relacionado con la higiene, la seguridad y las condiciones durante la hospitalización".

Paula -arrojó la pesquisa epidemiológica- debió contagiarse durante los días de trabajo voluntario en el hospital militar, conocido como El Naval de La Habana, una de las instituciones de Salud que atendió a pacientes positivos, sospechosos y graves de la Covid-19. Esa unidad asistencial reportó también un evento con varios contagios.

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Cuando el nuevo coronavirus irrumpió en la realidad nacional Paula cursaba el quinto año en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Esta jovencita ama la Medicina tanto como la vida militar y el Alma Mater ha unido esas dos pasiones.

"La docencia incluye contenidos propios de la carrera y otros más particulares de la formación militar como Infantería, Tiro, Táctica General, Logística, entrenamiento físico... Nuestra preparación incluye la atención al herido de guerra, la organización de los servicios en un conflicto bélico, el despliegue de un hospital de campaña, cómo proceder ante un desastre, entre otros conocimientos relacionados con asignaturas, por ejemplo, como Organización Táctica de los Servicios Médicos o Medicina de Desastres".

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Este 2020, una pandemia que se ha cebado con los adultos mayores puso a prueba los conocimientos y esencias de la jovencita tunera que sueña con especializarse en Medicina Interna. Por las características del perfil de su carrera, mientras otros regresaban a casa; Paula permaneció en la escuela, lejos de la familia y al pie de aquellos necesitados de la sabiduría de sus estudios y futura profesión.

El enfrentamiento a la Covid-19 demandó también del apoyo de los estudiantes que de esta manera tenían la posibilidad única de constatar en el terreno cómo un país bloqueado y subdesarrollado enfrentaba una pandemia de signo global. La experiencia cubana es única en el mundo. Paula lo sabe y lo agradece.

"Se hizo un llamado, pues hacía falta personal para colaborar como asistentes. Nos preguntaron si estábamos dispuestos a dar el paso al frente durante 15 días. Los de quinto años accedimos y formamos la primera brigada, le pusimos por nombre Ernesto Che Guevara".

Con mucho temor, pero con el compromiso de hacer honor a la estirpe del revolucionario y médico argentino-cubano, iniciaron labores. En la institución hospitalaria algunos fueron lavanderos, auxiliares de limpieza, pantristas; otros hicieron de repartidores de comida, asistentes de Enfermería... todo cuanto hiciera falta.

"A mí me correspondió en el Centro de Urgencia que es la parte del Cuerpo de Guardia donde se recepcionaban y se distribuían todos los pacientes, ya fuesen los sospechosos o los confirmados. Esa área se consideraba zona roja porque hasta allí llegaban todas las personas y era ese el punto de entrada a la institución.

"Trabajábamos durante 12 horas continuas en la asistencia al paciente. Nuestra labor era ayudar al personal de Enfermería, llevarles el almuerzo a los pacientes, agua si necesitaban, desinfectar los medios, a veces respaldábamos el Servicio de Información o si hacía falta a los camilleros. Estábamos ahí para lo que fuera necesario, incluso para responder las dudas de los pacientes porque habíamos sido preparados acerca de las características de la enfermedad, su tratamiento y demás".

Paula habla de todos y menciona a sus compañeros, quijotes también en esta ofensiva contra un molino cuyos vientos aún sacuden a la humanidad.

"Nos sentíamos importantes, porque imagínate tener la edad de nosotros y ya estar ahí, en el frente de batalla, contra la pandemia…Yo muy orgullosa de haber cumplido esa tarea".

Confiesa que sintió miedo y calmó sus nervios; pero que era imposible no asumir como suya esta lucha común, movilizadora de voluntades y actos de entrega.

"Muchos de los compañeros de nosotros que se habían graduado de la carrera integraron las brigadas que enviaron a otros países. Y entonces, bueno, tomamos esa misión en el "Luis Díaz Soto" como la nuestra, la de nuestro momento. Nos necesitaban en nuestro país y ahí estuvimos".

Así anduvo durante aquellas 15 jornadas, multiplicándose para aliviar el dolor o la angustia de unos y la carga de trabajo de otros; ataviada con guantes, traje verde, bata, gorro, gafas, mascarilla…, vestida de amor.

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El día 13 de su aislamiento, Paula estaba a las puertas del egreso. Entonces se dispararon las alarmas y la noticia la estremeció. Aunque el riesgo era parte del cálculo de las posibilidades, no lo previó.

"Nunca me lo esperé. Nos hicieron el PCR en tiempo real como establece el protocolo en el país para quienes trabajaron en la atención a los pacientes en estas unidades de Salud y no imaginé resultar positiva porque no había tenido síntoma alguno". Así recuerda la experiencia cuando resultó diagnosticada con la Covid-19. Al recibir la noticia dudó si contarlo a no a sus padres; pero...

"La familia muy preocupada. ¡Imagínate hubo lágrimas! Todos con mucho temor y siempre al pendiente de cada detalle y de las reacciones provocadas por los medicamentos y así…", y deja su voz un impasse para luego retornar con la descripción de una atención esmerada, pulida hasta el detalle y ejemplo de cuánto se hace para cuidar y salvar. Interferón, Herberferón, exámenes de sangre, tomografía de tórax, PCR en varias oportunidades y otros pormenores destacan en el recuento de esos días de zozobra.

A los 14 días -imagino que contados por segundos- las muestras resultaron negativas y se le dio el alta clínica y luego la epidemiológica. En casa, la esperaban. Una semana después, la llegada era de por sí motivo de felicidad, alegría sobrada porque "el coronabicho" no es cosa de medias tintas y la jovencita de casa libró, victoriosa, esta batalla.

"Hicieron una actividad con el barrio y reconocieron la labor de quienes ayudaron a los ancianos llevándoles medicamentos y demás, también a los estudiantes de medicina y enfermería que participaron en la pesquisa, a cederistas y federadas activas en esta etapa. El recibimiento fue muy lindo y muy emotivo. Me sentí orgullosa y agradecida".

Libre del susto, en el calor del hogar, rodeada de la familia, aquella pesadilla es ahora para Paula Yinet Burey Utria experiencia de vida. Uno de esos obstáculos en el camino que ayudan a crecer, aunque de vez en cuando quiten el sueño; pero ni en sus peores momentos renunció y deja su verdad clara y bien sentada: "Lo volvería a hacer, aunque corriera el mismo riesgo". Su voz dulce es ahora resolución, firmeza, convicción.