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Juan Antonio Bueno pocero de Manatí

Las Tunas.- Varón, así le dicen a Juan Antonio Bueno en Manatí. Es un hombre de brazos rudos y palabra directa que dedica sus días al complejo oficio de hacer y limpiar pozos.

Aunque nació en el puerto, y nunca se ha desprendido del todo de la fuerza y el embrujo que llega del mar, hace ya 22 años que vive en el poblado de Manatí, así que conoce sus hendijas e historias como si hubiesen sido su arrullo de cuna.

Varón me cuenta que acaba de terminar de limpiar un pozo que rondaba los 12 metros de profundidad y estaba seco; tres semanas le tomó aquello y hubo que darle 1,50 más hasta ver brotar el agua, dulce, buenísima. Y sonríe.

Con él aprendo que por la zona donde queda el albergue de las enfermeras el firme es más hondo, y que en otras partes oscila sobre poco más de los dos metros, casi tres.

También que el tiempo que demoran los trabajos depende de cómo esté el terreno. Muchas veces hay que usar pistolete y mandarria, porque algunos suelos son muy duros y lo dejan exhausto.

Les dice "embuderos" a quienes se dedican a este oficio y no respetan la manera tradicional de hacer un buen pozo, de esos que durarán toda la vida.

"Hay que empezar a cavar hasta el firme, después se levanta el brocal para que no se derrumbe.

"El pozo, cuando se va secando, tiende a crear el polvillo ese, que es como un fango en las paredes, que va tupiendo los manantiales; por eso hay que buscar los manantiales y lograr que tenga capacidad de agua". 

Varón tiene un método infalible para encontrar el líquido y saber dónde comenzar el trabajo. Para eso se pone a la altura del pecho una braza de alambre de cobre y está seguro de que tiende a doblarse en el sitio en el que hay agua. No falla.

En el último año trabajó en 75 o 76 pozos, entre nuevos y limpios; y, aunque ya pasa de los 55 años de edad, se siente fuerte para hacerlo en muchos más. Es un hombre de Manatí, una tierra seca, casi semidesértica, en la que encontrar agua es parte de lo mejor de la vida.