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mirtha escritora

La XXXII Feria del Libro y la Literatura en Las Tunas está dedicada a la editora Mirtha Beatón y al escritor Carlos Tamayo. 26 comparte una entrevista realizada a la mujer, quien también fungió como directora de la editorial Sanlope y ha escrito algunos libros

Las Tunas.- En la tranquilidad de su hogar, con un libro a medias, entre señalamientos, exhortaciones y promesas en el trabajo editorial, Mirtha Antonia Beatón Borges rememora una existencia a merced de las letras. Una suerte que "solo los elegidos perciben", pero que aún hoy la esclaviza y la mantiene, siempre asida a algún ejemplar.

Santiaguera de nacimiento, Mirtha llegó a Las Tunas sin sospechar que su mano estaría vinculada a la primada editorial del Balcón del Oriente. Sanlope, ese anagrama del apellido Nápoles, donde está ungida la estirpe de El Cucalambé, sería un hijo pequeño que ahora, lejos, ella no deja de cuidar.

"Llegué a esta ciudad en un viaje sin retornos, acabadita de graduar de Filología, y comencé a trabajar como especialista de Literatura.

"En 1991 se funda la editorial Sanlope y yo paso a ser editora jefa, una responsabilidad que desempeñé hasta mi jubilación. ¿Qué decirles? Los primeros años fueron muy fructíferos e intensos. Había muchos escritores tuneros que tenían un arsenal guardado y no habían podido publicar, salvo pocos. Eran momentos de lujo y se respiraba un ambiente muy creativo, muy familiar.

"Recuerdo que al inicio se publicaba en el poligráfico Alejo Carpentier, cuyos trabajadores ofrecieron valiosa ayuda. Para ser sincera nosotros estábamos en pañales en cuestiones vitales de la edición y publicación. Agradezco a Carlos Tamayo, la única persona con conocimientos por aquel entonces que se convirtió en un asesor incondicional.

"Ahora que lo pienso mejor, fue un atrevimiento fundar la editorial nuestra, nos faltaban muchas herramientas que llegaron luego, con el día a día. A esta fecha, cuando agarro en mis manos un ejemplar de entonces, digo: 'Esto pudo ser mejor', pero no teníamos la experiencia. Eso sí, abundaban las ganas, el compromiso, los deseos de crecer en el mundo literario y dejar huellas". 

Mirtha recuerda los primeros atisbos al mundo editorial, una pasión que continúa robándole el sueño.

"Lo confieso, todo editor es un escritor frustrado, al menos en mi caso. No es cosa sencilla, ni que pueda hacerse a medias. Se necesita un reservorio grande de conocimientos. Hay que leer mucho para tener los argumentos y poder sentarse con el escritor y hacerle todos los arreglos que necesita su obra, cuestiones de redacción, sintaxis, ortografía, es una responsabilidad muy grande.

"Una es como la madrina del ejemplar desde que le da la primera lectura hasta que termina. Lo ve crecer y hacerse sólido, incluso es responsable de su promoción. La verdad, es difícil desligarse de algo que una ha visto nacer, siempre quedan los apegos y hay títulos que se quedan para siempre con una, que nunca despegan de nuestro lado". 

                                                               VER NACER UN LIBRO, EJERCICIO DE DEDICACIÓN 

La editora cuenta a 26 que el trabajo de mesa es agotador, pero marca de tal manera al profesional que este se siente responsable no solo de su feliz término, sino hasta de su aceptación.

"Se hace el trabajo de mesa con el escritor. Es un momento crucial, hay que darle nuestra apreciación, pero nunca tratar de imponerse, sino dialogar sobre qué es lo mejor para que el libro salga bien. Una busca la satisfacción del escritor en primera instancia. Yo nunca tuve problemas con ningún autor y siempre he logrado diálogos desde el respeto.

"Recuerdo el nacimiento de muchos títulos, algunos memorables por la repercusión. Por ejemplo Doy gracias a dios por ser ateo, de Antonio Borrego, Cartas a Dios desde el infierno, de Rey Esperanza Cruz, Se permuta esta casa, de Guillermo Vidal, que me dio un premio y muchísimas alegrías.

"De igual modo, atesoro los libros infantiles de Lesbia de la Fe, todos maravillosos. Ella fue mi maestra y me enseñó muchísimo. Me inculcó el respeto por los autores, brindar atención priorizada a los creadores de la provincia como acto de fe y agradecimiento.

"Los primeros años fueron de intensa vorágine, pero les debo todo lo que soy hoy, el ojo para reconocer lo que merece ser publicado. Un buen libro es un enigma, no importa el número de páginas, sino su contenido. Desde que lo tomas en la mano, casi el título te va dando señales. 

"Este que tengo sobre la mesa es valioso, lo supe desde que me leí las primeras cuatro o cinco décimas. Pero también está el libro enfermo, el que tiene muchos errores y no está bien concebido. Con él tú te puedes cansar de trabajar y no será suficiente porque el que entra enfermo sale enfermo de la editorial. Hay algo que aprendí hace mucho, si el libro sale bien la gente dice: "Qué buen escritor", pero si sale mal entonces la gente dice: "Qué mal editor". Es duro decir no a un trabajo, pero a veces es necesario.

                                                                                    OTRO HIJO DE LOS AFECTOS

Cuando habla de su libro Juego de palabras, décimas para el público infantil, el brillo en la mirada delata los afectos que le escurren debajo de la piel. Asegura que es mucho más que un libro, es un proyecto que se materializó con el cariño y el apoyo de muchos amigos.

"Me llevó cinco años concretar la idea de mi libro. Como editora una se exige el doble. Quería escribir un libro, pero que sirviera para ayudar a los niños con la ortografía. Siempre tuve esa intención y empecé como jugando a hacer décimas porque me gustan mucho. Fue muy cómodo, lo difícil fue conjugar palabras homófonas en los versos. Eso sí fue un gran reto.

"Le fui leyendo a las personas más cercanas mis adelantos y les fue gustando. Aprendí muchísimo en esa etapa y todo se conjugó de maravillas. Tuve la suerte de que Graciela Guerrero, periodista y amiga entrañable, me escribiera un prólogo bellísimo, y trabajó en mi libro la gente que yo quería. El proceso fue excepcional, todos amigos queridos. Yo no soy una poetisa, más bien una escribidora de versos, pero quedé muy contenta con el libro, sobre todo por los ojos vivarachos de los niños cuando lo leen.

                                                                                      ASIDA A LOS LIBROS

"Como lectora, yo leo cualquier género, desde la prensa hasta una novela. La lectura es vital en mi existencia, y más que entretenimiento o trabajo devino una necesidad. Todo el caudal de conocimientos está en los libros y este oficio de editor es malo. De alguna manera, cuando leo por placer, tengo el ojo educado para encontrar errores y busco y busco como por instinto, tengo que salirme de las erratas porque me frenan el disfrute de cualquier texto.

"Creo que es demasiado ambicioso decir que me hubiese gustado editar Cien años de soledad o algún título de Leonardo Padura o más textos de Vidal, que era una persona extraordinaria y a pesar de su gran talento asimilaba cualquier consejo. También quisiera haber editado a Martí, pero para eso requeriría ser un genio y yo no lo soy. Así que me conformo con lo que he hecho y lo que aún aguarda en mi mesa de trabajo".