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maestra. Foto Tomada de TunasVisión 3

Las Tunas.- Tal vez Ligia Magdalena Sales Garrido no lo percibe, pero está llena de aforismos, verdades y sentencias que se escurren en sus palabras. "Soy maestra, ante todo lo soy", "quien no ame enseñar no es un buen maestro" o "lo mejor, cuando aprendemos algo, es dárselo a los demás" son algunas de las máximas que deja en su andar oral, justo con la sabiduría de alguien que es leal a sus juegos de infancia, a su madre y a sus inicios, a los 10 años de edad, como alfabetizadora.

Profesora emérita de la Universidad de Las Tunas, investigadora titular, máster en Didáctica del Español y la Literatura, doctora en Ciencias Pedagógicas, docente e investigadora titular, además de consultante... es sorprendente el currículo de esta mujer que, no obstante su vital y fructífera trayectoria, siente que su mayor mérito solo se valora en lo entregado en cada clase y, en esencia, en lo recibido.

"Más que cualquier título que pueda poseer, soy maestra. Maestra porque disfruto cuando instruyo y cuando mis estudiantes son capaces de aprender y de aplicar algo que les enseñé", afirma mientras hablamos de ese proceso en el que nada resulta indiferente, pues cada acción del educador suma o resta.

Y lo sabe la diseñadora del programa y de libros de textos para la carrera de Educación Especial, que acompañaba a sus alumnos de la universidad de ciencias pedagógicas Enrique José Varona por exposiciones, museos, funciones de teatro, porque "el pedagogo es un formador y la cultura un concepto abarcador", "porque la enseñanza de la lengua, del Español, es para la interacción, la comunicación humana" y, de esa manera, los discípulos tenían un enriquecimiento de su acervo y, luego, la posibilidad de hacer redacciones vivenciales, vivas, profundas.

"De regreso, los textos elaborados eran analizados en clase y veíamos todo lo relacionado con la aplicación de estructuras gramaticales, la formación del párrafo y la idea central". Así también fueron sus turnos de Panorama de la Cultura Tunera; fiesta y homenaje a las esencias de esta tierra, en el deporte, la ciencia, el arte, la literatura, la culinaria.

"Tenemos que luchar por la formación integral que necesitamos, en especial de los jóvenes que luego serán educadores y trabajarán con nuestra niñez y los adolescentes en las secundarias básicas", sintetiza, desde la especial visión de quien forma parte de la biografía de tantas vidas y goza, aún más, de que cada una de esas existencias se integren en la suya.

Ligia asume la educación como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. "Quien no ame enseñar no es un buen maestro, eso es lo primero. Hay que amar lo que haces y sentir satisfacción por lo que has legado a otros. Siempre he dicho que a mí me pagan por hacer lo que me gusta. No existe reconocimiento mayor que aquel que llega de un alumno cuando te gratifica por lo enseñado.

"Como pedagogos, no debe faltarnos la labor educativa y de formación, aprovechar al máximo las posibilidades de cada asignatura y momento para formar. Asimismo, es preciso saber combinar ternura y dirección firme; ahí está el punto de partida. Todo lo que vas aprendiendo hay que dejarlo a los demás, no se investiga para uno, sino para que ese conocimiento trascienda en otros. Martí lo dijo: 'Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás'".

Hija de tiempos fecundos, de vertiginoso hacer; es difícil resumir en pocas líneas el devenir de esta maestra que oficiaba como tal, aun sin el título, cuando ayudó a que muchas federadas alcanzaran el sexto grado. "Ya con expediente de docente comencé en la Secundaria Obrera a impartir Español. Luego me formé para la enseñanza en la Educación Primaria y posteriormente en la Media; una vez vencida esta etapa fue que ingresé a la Licenciatura en Español Literatura, justo aquí, en Las Tunas, donde había una filial de Holguín".

Ávida investigadora, el compromiso con la ciencia y la educación lo ha plasmado en innumerables artículos publicados en revistas nacionales e internacionales y en varios libros como La comunicación y los niveles de la lengua; Comprensión, análisis y construcción de textos; La didáctica del Español en la Educación Especial, la compilación Didáctica comunicativa para las Ciencias Médicas y el volumen El enfoque cognitivo, comunicativo y sociocultural en la enseñanza de la lengua y la literatura, como coautora.

En ese afán de abrir ventanas y puertas al saber, defiende que "el maestro tiene que ser un didacta, es imprescindible; por eso cada uno de los libros que he escrito están en función de aprender a enseñar y a transmitir lo conocido. Es esencial, cuando aprendemos algo, darlo a los demás de vuelta", y lo dice con dulzura, con la devoción de quien, en cada clase, procura ofrecer a sus pupilos lo mejor de su obra humana. "Soy feliz cuando percibo y siento que mis estudiantes han aprendido algo", y reitera la idea como un mantra, ruta de un largo ejercicio de trascendencia.

Desde el 2012, esa alegría la vivencia en las aulas de la Universidad de Las Tunas, que la recibió reincorporada a las lides de la docencia. "Como es lo que me gusta hacer y lo disfruto, pues lo decidí y aquí estoy, transmitiendo lo poco que sé y he adquirido con mucho estudio.

"Lo más importante para mí es dar clases, esa es mi realización plena cuando veo que aprenden". Habla del magisterio como un privilegio, en este tal vez el mérito mayor es haber tenido tantos estudiantes de los que ha aprendido; en lo que ella aprecia como "una cadena que nunca se rompe, aprender y enseñar, enseñar y aprender".

La suya, recalca, "es la profesión más hermosa del mundo", y frente a esta maestra sustantiva y la verdad de su magisterio, recuerdo a Lope de Vega y concluyo: "Quien lo probó, lo sabe".