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A propósito del aniversario 40 de los consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, 26 comparte la historia de una galena que ha entremezclado su vida con los designios de este programa

Las Tunas.- Allá por el año 1988, acabada de salir de la Universidad, con los bolsillos cargados de voluntad y ganas de ayudar, Dania Margarita Quiñones Rodríguez comenzó su escalada por los caminos de la Medicina. En ese entonces no imaginaba que su existencia estaría ligada a la Atención Primaria, al hervidero de la comunidad, allí donde la sensibilidad es un imperativo.

Aún rememora su Servicio Social en el consultorio de Ramírez, en el municipio de Jobabo, sitio que selló su entrega al Programa del Médico y la Enfermera de la Familia. La vocación de la que se nutrió en esa geografía la distingue como veterana en diversas iniciativas sanitarias y con poblaciones vulnerables.

Hoy, Dania Margarita es especialista de Segundo Grado en Medicina General Integral (MGI), una profesión cargada de vivencias que le ha mostrado cómo llegar a las necesidades reales de varios asentamientos tuneros y de otras naciones.

“Ha sido un camino largo y reconfortante -enfatiza. Me formé como especialista en el policlínico Gustavo Aldereguía, de ahí me seleccionaron para ser jefa de un Grupo Básico de Trabajo (GBT) y atendí el área de Palancón; luego ocupé el cargo de vicedirectora de Docencia, al frente de la formación de los residentes de MGI.

“Después fui responsable del Departamento de Medicina Familiar, específicamente el Programa del Médico y la Enfermera de la Familia, en la Dirección Provincial de Salud. En aquella época había cobertura en el área urbana del municipio cabecera y en Puerto Padre, mientras en los restantes territorios empezaba por las zonas rurales. Ya en 1999 inició el quehacer en ambos puntos”.

Su faena le permitió adquirir experiencias al frente de la vicedirección de Asistencia Médica en el territorio, supervisando la Atención Primaria, los hospitales, los programas de reparación de policlínicos y consultorios. Resultó ese un período con reconocimiento a nivel nacional, con registros récord de la mortalidad infantil en Las Tunas de 3,8 por cada mil nacidos.

La doctora Dania vivió los sucesos del terremoto y la recuperación de Haití, al tiempo que coordinaba el grupo de colaboradores en Puerto Príncipe; asimismo, compartió saberes en Venezuela y a su regreso se reincorporó a su comunidad.

En cada sitio ha laborado con mucho empeño. Y su hoja de servicios en el Consultorio 3 del policlínico Manuel (Piti) Fajardo, ubicado en la calle Joaquín Agüero, número 110, en esta ciudad, no es la excepción. “El trabajo aquí nos distinguió con las condiciones Amigos de la Madre y del Niño y Colectivo Moral, esta última ratificada en otra ocasión.

“Llevo 35 años vinculada al Programa del Médico y la Enfermera de la Familia. Valoro inmensamente la atención directa con el paciente por los problemas desde el punto de vista médico y también social. Aunque es un puesto que exige llevar muchos documentos, organizándome he podido hacerlo. Lo más valioso es que tenemos la oportunidad de representar un cambio para la población”.

VOZ, PROTAGONISMO Y COMPAÑÍA

“Es muy difícil desligarse de la responsabilidad. Somos responsables del diagnóstico, la curación y la rehabilitación, también de la situación de higiene y la epidemiología, que nos afecta mucho por la baja percepción de riesgo y la modificación de los estilos de vida que provocan las descompensaciones de los pacientes con enfermedades crónicas.

“La atención al adulto mayor es de los programas más importantes. Hoy cobra trascendencia, pues el envejecimiento demográfico va en incremento y la generación de los sexagenarios se perjudica con la dependencia familiar, que los pone a cargo de las colas, los cuidados de los niños y las tareas domésticas”.

Irradia compromiso de su bata blanca. Desde el Consultorio 3 del policlínico Manuel (Piti) Fajardo, en la calle Joaquín Agüero, en esta ciudad, lleva a detalles el empleo de la Medicina Natural Tradicional (MNT) y acumula anécdotas que la enorgullecen de su constante dedicación junto a un equipo de rehabilitación, el pediatra, la trabajadora social y la psicóloga del área, en el cuidado a infantes prematuros o con diagnóstico de atrofia cortical severa y tumores.

Terminado el horario de trabajo no deja de ser doctora, investiga por qué los adolescentes de su área no continúan estudios en la Enseñanza Preuniversitaria o las causas que puedan afectarlos de manera emocional; tiene un círculo con ese grupo etario en la Casa de Niños sin Amparo Familiar para accionar junto a la consulta de riesgo preconcepcional, en pos de prevenir la gestación a edad temprana.

“Convocamos a la consulta de inicio de la adolescencia, así les explicamos a ellos sobre su desarrollo, el crecimiento del vello y los senos, este último que provoca en ocasiones hasta escoliosis, y sobre la higiene bucal, que constituye otro problema en la etapa”.

Quiñones Rodríguez es máster en Ciencias de la Salud Pública, profesora auxiliar e imparte clases de pregrado y posgrado, y no ceja en el empeño de un doctorado.

Ella asegura que “el médico de la familia es un miembro más de todas las familias”. Habla desde la pasión, con palabras que se apoyan de un andar dedicado a estar siempre ahí, al interior del barrio, donde su ayuda representa garantía, tranquilidad y calidad de vida.

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