Nieves Valdés Suárez

Puerto Padre, Las Tunas.- Un día cualquiera los hilos del destino desmontan la tranquilidad del hacer cotidiano para encumbrar la más férrea batalla. En pocos segundos difuminan el paisaje hasta convertirlo en el borde de un abismo, donde la vista se pierde entre dudas. Una palabra, mil temores. El cáncer aparece sin avisar, a su paso arrastra la esencia de la aflicción.

El carácter de Nieves Valdés Suárez barrió tempestades. Para esta mujer de ojos color vida e impulsos indomables, los obstáculos quedan a un lado. Al “cangrejo” invasor le cerró las puertas porque “hay mucha Nieves para rato”.

“Este proceso comenzó en Angola, en ese momento me encontraba cumpliendo una misión médica. Primeramente aparecieron los síntomas, o sea, dolor y pequeño sangrado, desde mis conocimientos de enfermera me puso a pensar sobre qué acontecía; pero nunca pensé que fuera maligno. A pesar de las circunstancias, mi relevo no había llegado, por tanto, mantuve silencio acerca de mis molestias. Decidí callarme también, pues significaría el regreso anticipado a Cuba. Luego de dos meses arribó mi sucesora”, virtudes de una enferma con la dosis inequívoca de la responsabilidad la llevaron a cometer la indisciplina más temeraria de todas. Con un alto precio, apostó el tesoro del día siguiente en la ruleta rusa.

Una mirada de la hija, en el propio aeropuerto tras el regreso a casa, bastó para conocer la respuesta de esa pregunta que tanto esquivó a sus compañeros fuera de fronteras. Algunos sentimientos afloran verdades en cuestión de instantes. El rostro destemplado indicaba una vuelta con incertidumbres.  

“Estando aquí, después de mis controles en La Habana. De inmediato acudí al policlínico local y me remitieron al proctólogo, el que me indicó una rectoscopía. El examen preocupó al especialista y me dijo que había asistido un poco tarde a la consulta. Tomé conciencia del asunto, entonces me preparé sicológicamente. En efecto, la biopsia dio positivo, tenía un tumor de ocho centímetros en el recto. Fue un golpe terrible”.

La frescura del alma arropó la serenidad en tiempos de penumbras. Valdés Suárez confiesa que “al recibir la noticia es fundamental sacar fuerzas, sobre todo de voluntad, además de positivismo. No desmayar, tampoco sentirse derrumbada. Cuando le conté a mi hija, le dije: “tranquila, en la Medicina dos y dos no son cuatro, y de esto no voy a morir”.

La terapia moldeó el ring, Nieves, vigorosa frente a los tragos amargos, intercambió golpes con la silueta de una oz lóbrega. El mejor porrazo provino de la robustez mental.

“Las personas deben estar preparadas, firmes y, en mayor medida, no tener miedo de enfrentar las radiaciones y los sueros. Repetirse a sí mismos que se van a mejorar y a ponerse bien. En ese período de tratamiento recibí 30 sesiones, durante ellas nunca pensé en la muerte. Aunque a lo largo del trayecto hay momentos en los que te conmueves porque la quimioterapia resulta compleja, una presión fuerte para el organismo. No tuve pérdida del cabello, pero sí sufrió daños. En cuanto a las emisiones radiactivas, padecí de quemaduras, justo en el turno 23, casi al terminar.

“Una debilidad ocurrió a raíz de un shock hipovolémico, es decir, una deshidratación que me condujo a los servicios de urgencia. Tuve etapas en las que no toleraba muchos alimentos, tan solo carnes, plátano y arroz. ¡Imagínese usted! Los fármacos intravenosos me sostenían, por esa vía me alimentaba”, si en la fase escabrosa las lágrimas fueron a parar a dique seco, en el transcurso de la conversación apenas asoman.

Con el alta médica bajo el brazo, amilanarse no era una opción, mucha luz desborda esta villazulina para detener la marcha. La ambición de conquistar nuevas metas y el amor a los suyos cooperaron en la travesía hacia la cura.

“Quise seguir trabajando, por tanto, no permití que la comisión dictaminara la jubilación porque confío en poder rendir ante la sociedad. Padecer tal enfermedad no significa terminar con tus responsabilidades. El hacer no termina ahí, sino que quedan realidades por experimentar. Para mí no existen los imposibles, hago lo que tenga que hacer. También deseo enviar un mensaje a esas personas diagnosticadas con cáncer a que cumplan las orientaciones del doctor, apostar siempre por la ciencia. Evadir hábitos tóxicos que, si bien perjudican a individuos sanos, quienes tienen un proceso sobreañadido, adolecen en mayor grado”.

Sostener el optimismo como máxima favoreció la eficacia de los medicamentos, en tanto, de igual manera, sirvió de base a la hora de retomar la plenitud del quehacer. Con el sabor de la victoria, resumido en disfrutar del apego por el hogar, campea esta guerrera de la vida.

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