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Las Tunas.- Hace falta talento natural para impregnar en los puros una marca de tradición cubana. Percibido por los fumadores, tanto nacionales como foráneos, el don de quienes los tuercen sale por encima de las capas del habano y los hacen ser únicos en el mercado mundial.

Si al sello de cubanía no se le añade calidad, entonces no estamos hablando de los mismos tabacos, por eso, todos los que se dedican a la labor de manufacturarlos tratan, invariablemente, de incorporar esa clave a su algoritmo. Un ejemplo de ello es el joven Gilberto Pérez Carrillo.

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Reconocido como el mejor torcedor de la fábrica de tabaco para la exportación Vidal Navas Fernández, perteneciente al municipio de Puerto Padre, en esta provincia, Pérez Carrillo lleva unos 20 años trabajando en este enclave.

Hasta ahora ha dedicado su vida laboral a ser tabaquero de pura cepa y eso, que según confiesa, no lo heredó de nadie, pues fue el primero de su familia en trabajar directamente con los habanos. A esa tradición se le unen ahora sus hermanas y sobrinos, en la misma “Vidal Navas”.

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Gilberto no habla mucho, trabaja bastante. Le costó a este equipo periodístico sacarle las palabras de la boca para que nos contara su quehacer; incluso, mientras hablaba sus manos no cesaban de laborar.

“Secretos, no los hay -dijo-, solo trabajar y sacrificarse todos los días, esa es la clave”. Este torcedor conoce muy bien la importancia que tiene su resultado productivo y por ello expresa que cada día se esfuerza para que “podamos mandar más tabacos al exterior y, con ello, entren más divisas a la economía nacional”, aseveró.

“Diariamente hago unos 130, pero ahora nos estamos sacrificando para aumentar las cifras y confecciono entre 20 y 30 tabacos más, por encima de mi plan personal. Ese es mi aporte en estos tiempos en que debemos pensar como país, y que no sea consigna, sino hechos".

Entró a esta fábrica como auxiliar, “de ahí vi como se hacía el tabaco y me gustó.
Los profesores Alexis y Yamilé, de Holguín, fueron los encargados, a través de la capacitación, de enseñarme a torcer. Desde ese entonces lo he ido haciendo lo mejor posible, para que sigan estando en la preferencia mundial”.

¿Cómo logras esas cantidades con distinguido acabado?

“Con el tiempo se va perfeccionando la técnica, uno va tratando de que el puro le quede mejor, más bonito, lo más perfecto posible.

“Es fácil para mí, cuando uno lleva ya varios años en la labor hasta con los ojos cerrados lo puede hacer. Solo hay que realizarlo con el empleo de sus técnicas y requisitos que son fundamentales.

“La tabaquería es una familia, cada vez que uno entra aquí es como si te alegrara el día, me siento en mi puesto tranquilo y empiezo a producir. El olor es lo que me da más deseos de trabajar, percibo entonces el propio elixir que sienten los fumadores, pero en vez de consumirlos, me incita a confeccionarlos”.