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Las Tunas.- Arnaldo Rodríguez Suárez es un joven de voz muy dulce. Habla con calma y transmite una seguridad que te hace sentir que todo es posible. Conoció a su esposa cuando ya había descubierto el capricho maravilloso de la paternidad, eso, de la mano de Nathaniel, su primogénito; y ella, por esas fechas, ya andaba con María Eduarda colgada de su falda, pletórica.

Juntos están esperando ahora la llegada de otra niña y así van, asumiendo que “el asunto” es cosa de pareja, enseñando a sus hijos que son hermanos, no “hermanastros”, esa palabra fea que pone límites; y defendiendo, a base de ejemplo, que la educación de los muchachos no puede dividirse en parcelas. La vida los ocupa por igual; el amor, los enrumba.

papa2Nano, que así le dicen, es arquitecto, aunque ejerce como trabajador por cuenta propia y eso le permite establecer sus horarios y hacer el tiempo que necesitan las tareas. Toma las riendas de ese ritual complejo, que lo ha vuelto un poco maestro y pone a prueba su paciencia cuando se le juntan los chicos en la mesa, y se suma la primita, y quieren jugar, y hay que insistir, y hasta ser un tanto compinche, para que el proceso fluya.

Se ocupa de los antojos de mamá, que ahora quiere pastas todo el rato y no puede comer eso, no cada día, porque la presión sube y hay que cuidar a la beba. Ya Nano no tiene miedo, como la primera vez. El susto de ser papá se le ha ido volviendo cauce y entonces lo que quiere es que las semanas pasen volando para conocer la carita de su hija; volver a sentir, piel con piel, un olor que es único, unos arrullos que, reconoce, lo harán otra vez el ser humano más completo del universo.

Le molesta un poco que siempre terminen reconociendo más a mamá; y no es que no lo merezca, pero, ¡caramba!, los hombres como él también cuentan, no se sientan a esperar que la vida les ponga en las manos hijos modelos. Él es de los que despierta todos los días para acompañarlos en el camino de serlo.

Disfruta cada paso y trata de no perder la armonía, la base de muchas buenas experiencias. Lidia con las faenas del hogar, el trabajo, las carencias y hasta la vez aquella en la que el niño le soltó casi delante del vendedor, que ese “granizado” era peligroso, porque se hacía con agua sucia, y tocó sonreír, y mirar medio torcido y seguir andando.

Nano es un superpapá y no porque ande en eso de salir en la prensa: lo es porque no tiene minuto para otra cosa, porque no delega el amor ni limita el tiempo de arrullar a los suyos. Gente como él, alienta.

 

Comentarios   

Ruben
# Ruben 21-06-2021 19:30
Ese es mi hermanazo, gran padre, hijo, pero sobre todo amigo
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