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Foto: Angel Chimeno Las Tunas.- Elvira Ricardo conoció a Fidel en el Acto Central por los 25 años del Campismo Popular. La actividad se hizo en La Habana, en La Laguna. Ese día, cuando besó al Comandante en Jefe, cumplió el que había sido uno de sus más lindos anhelos desde niña.

Le advirtieron, minutos antes de llegar hasta él, que no era prudente tocarlo. Y ella aceptó, presta a cumplir todo el protocolo necesario con tal de recibir, de su mano, el Reconocimiento que la felicitaba por ser fundadora del Campismo Popular en Las Tunas y mantenerse en el sector durante ese cuarto de siglo. Fue la tercera de entre los cuatro cubanos con tamaño honor en esa jornada.

La persona que pasó delante de ella regresó llorando de emoción y eso le puso la cosa más dura a Elvira y le atizó los nervios , sobre todo, porque notó que el encuentro era muy rápido, Fidel saludaba, entregaba el diploma, sonreía y venía el próximo. Y allá fue ella, con toda su agitación contenida en la garganta.

Solo que la vivencia resultó distinta. El líder la miró y le soltó lo imprevisto: "¿Pero no me digas que tú no me vas a dar un beso?". La desarmó. Elvira se encontró durante cerca de 10 minutos conversando con Fidel, así, como amigos de toda la vida, con la mano de él sobre su hombro y aquella voz que era como un susurro y había que estar muy atento para escuchar todo lo que decía.

Lo cuenta ahora para 26 y la mirada se le pierde en algún sitio, husmeando en sus propios recuerdos. “Y entonces me preguntó que cómo yo había logrado fundar los campismos y mantenerme tan joven y tan bonita. Dijo cosas que ni escuché por lo bajito que hablaba. Me da el Reconocimiento y cuando me voy a dar la vuelta me dice: 'No he terminado, necesito dos cosas más; la primera, que me cuiden mucho las playas de Las Tunas y la segunda, que me cuides mucho al Campismo', y me dio otro beso.

“Cuando salí tenía a todo el mundo detrás de mí, porque no habló con nadie más y todos querían saber qué había hablado conmigo. Fue la única vez que lo tuve cerca”.

Yadira, la hija de Elvira, asegura que ese diploma preside la pared de la sala de la casa y que es mimado como un miembro más de la familia. Y Elvira ni se esfuerza en esconder eso, porque para ella es un gran orgullo. Encierra el saludo con Fidel, sí, pero también su vida entera que ya echa raíces en los dilemas del Campismo Popular.

Ahí comenzó con 21 años, como carpetera, en el tiempo en que trabajaban en una oficinita minúscula y prestaban servicios de casas de campaña con salida desde El Anoncillo. Ha llovido mucho.

Defiende con bríos las seis instalaciones de este tipo que tiene Las Tunas, pero si le piden hablar de alguna, pensando mucho y sin demeritar a nadie, se queda con la Aguada de Vázquez, quizás, en lo más hondo, por aquello de que fue la primera de esta provincia y marcó el camino de todas las demás.

Desde hace 10 años es la directora comercial de la empresa, ha pasado por varias responsabilidades para llegar hasta ahí. Y no olvida nunca su diálogo con Fidel. Por eso cuida las playas, trabaja sin descanso y defiende al Campismo Popular, parte de lo mejor de su vida.