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embarazo

Las Tunas.- Al cierre del 2020 la tasa de fecundidad en adolescentes de la provincia de Las Tunas rondaba el 62 por ciento; eso se traduce en más de 600 embarazadas entre los 11 y los 18 años de edad.

Una cifra que, si bien no es la más alta de Cuba, resulta sumamente elevada y denota, con absoluta claridad, que no tiene el impacto esperado del trabajo constante y multisectorial que el flagelo requiere.

Si a lo anterior sumamos que en lo que va del 2021 los docentes ya han encontrado en las aulas a alrededor de 200 futuras mamás, de seguro no le parecerán nada halagüeños los pronósticos de este calendario, aunque los guarismos indiquen que son un poco menos que en igual período del año anterior.

Este no es un tema nuevo en 26 y tampoco es discurso vacío en los centros de educación tuneros y en las comunidades; la iniciación sexual temprana encierra un complejo panorama que, lejos de decrecer, se entroniza y con él llegan muchas consecuencias de este calibre.

El asunto se vuelve más complicado en las zonas rurales de la provincia y municipios como Colombia, Manatí y Jobabo, los que tienen una marcada incidencia en tal problemática. Algo para tener en cuenta y atender, especialmente, desde los hogares.

Los embarazos adolescentes son causa frecuente de abandono escolar y, la mayoría de las veces, afecta con fuerza a quienes estudian la Enseñanza Preuniversitaria o se forman en la Técnica y Profesional. Y, aunque los directivos del sector educacional insisten en que un embarazo permite el regreso a las aulas tras el nacimiento del bebé, la cosa no es, para nada, coser y cantar.

Se trata de madres jovencísimas; en no pocas ocasiones su gravidez fue consecuencia de relaciones íntimas fortuitas y, por tanto, no nace de historias sólidas, estables, formales, de deseos consensuados. Con gran frecuencia, los hijos terminan siendo “de las que dieron a luz” y, con fortuna, de sus familiares más cercanos.

El año anterior, en medio de la restricción más cruenta por la pandemia de la Covid-19, desde la Dirección Provincial de Educación se dio atención especial a estos temas, incluyendo visitas a los ocho municipios para conocer las particularidades de cada lugar. Y no lo hicieron solos, porque el trabajo incluyó a quienes atienden aquí el Programa Materno Infantil (PAMI) y a otros sectores de la sociedad.

En medio de una entrevista reciente, la máster en Ciencias Magloiris Turrelles López, jefa de Departamento de Actividades Educativas Especializadas en la Dirección Provincial de Educación, comentaba cómo algunas familias todavía se escandalizan porque a sus retoños se les habla en las escuelas desde los 11 años de edad, aproximadamente, acerca del uso del condón, la necesidad de proteger su cuerpo, conocerlo y se les menciona las afecciones asociadas a la sexualidad, entre ellas, el Sida.

La Educación en Cuba, diversa e inclusiva, tiene también espacio para estos asuntos y está lejos de pretender una incitación a determinadas conductas; todo lo contrario, solo conocer a fondo estos tópicos hace que los muchachos sean determinados en sus criterios al respecto.

La experta insistía en que el país prioriza la prevención de tales situaciones, valora su comportamiento y atiende a los casos más vulnerables y a las familias.

Esta reportera, que ha conversado con profesores que se han vuelto ambulatorios y están pendientes de las semanas de embarazo de su alumna y los ha visto haciendo ajustes curriculares, gestionando ayuda para que le cuiden el bebé de pocos meses y la muchacha pueda volver al aula, aunque sea dos veces por semana; sabe que ese trabajo del que habla Magloiris, no está en el aire.

Sin embargo, nadie desde la escuela puede controlar lo que sucede cuando la puerta de casa se cierra y la familia queda dentro, en sus dinámicas. Ese es el núcleo de todo. Y cada día se hacen sus procesos más complejos, especialmente, si entrañan a los adolescentes, esa edad de carencias, empatías grupales sobredimensionadas y muchas preguntas al viento.

Cuidarlos pasa por prestar atención a eso, conversar de todo lo posible y estar pendientes de amigos y sueños. Las cifras no mienten, la pandemia las ha disparado en algunos lugares y siempre es más barato un condón (aunque estén perdidos del mercado formal y carísimos en el negro), que una canastilla, y esa es una verdad que aplica, no solo en términos económicos.