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lastunas ciudad rey
Las Tunas.- La cuenta atrás anuncia que falta muy poco para que suene la campanada efímera que marcará el fin de este calendario, y preludie, a su vez, los aires nuevos del 2024 con anhelos de reinicios y esperanzas.

Han sido 12 meses durísimos, ni el más experimentado adivino podía predecir lo que hemos enfrentado entre enero y diciembre. Se despide, convulso e intempestivo, como ha sido el 2023 y deja no pocas deudas, porque entre el asedio de estrechez económica, el detrimento del poder adquisitivo de los ingresos, la menguada producción y el costo de los alimentos, la vida aprieta como un zapato. Nunca antes la inflación nos retó con tanta saña.

A medianoche, muchos, luego de abrazar a los que tienen cerca, mirarán las pantallas de los móviles en espera de mensajes y llamadas que los hagan sentir menos lejos, porque, indiscutiblemente, el año que termina estuvo marcado por la creciente migración, que levanta, más que distancias, preocupaciones y desafíos para las familias.

Si algo nos enseñó el 2023 ha sido a sobreponernos y mirar hacia adelante con la dosis necesaria de optimismo y el empeño para perseguir las metas que hemos construido desde nuestras posibilidades. Nuestros barrios son, probablemente, los que más se han transformado. Se han vuelto un hervidero de emprendimientos, a cada metro hay un nuevo comercio, una venta de garaje, una “mipyme” o una cafetería; ejemplos todos de esa capacidad del ser humano de desdoblarse y reinventarse con el propósito de alcanzar la prosperidad que tanto necesitamos.

En medio de esta realidad diversa se impone hoy un deseo común: que el próximo sea un mejor año, que podamos hacerlo posible. Que nuestro país encuentre horas más alentadoras, que no nos apartemos del camino de la justicia social por más adversos y crudos que sean los tiempos; que no sea tan difícil poner un plato en la mesa; que los médicos y los maestros moren en sus tronos de imprescindibles; que nuestros abuelos no estén nunca solos y que en casa se les pregunten a los adolescentes “a dónde vas, con quién”; que siga siendo el vecino tu familiar más cercano; que el hombre y la mujer de campo tengan respaldo para continuar allí en el surco sembrando el futuro; que no perdamos la ilusión.

Importa poco si en la cena de este 31 de diciembre hay cerdo asado, pollo u otra improvisación. Las esencias llaman a la puerta y susurran salud para los que no saben si van a conseguir llegar al 2024, para los que les aguardan luchas difíciles por la vida, para los que ahora mismo están varados en tierra extraña, lejos de los suyos y, sobre todo, para los que tienen toda la esperanza puesta en los 12 meses venideros, aquí en la tierra que los vio venir al mundo.

Sin borrar los avatares del día a día, llega otro Primero de Enero desbordado de retos. Si algo requiere es trabajo, colocar los recursos y las finanzas donde más se conviertan en bienestar colectivo; objetividad en cada decisión; poner siempre el oído en el barrio, la parada o el centro de trabajo, porque es allí donde está el pulso de la credibilidad; y la lucidez que necesitamos para hacer de Cuba el país que queremos.

En esta última edición de diciembre, el equipo de 26 quiere agradecer de manera especial a sus lectores. Agradecemos la compañía, el apoyo, las sugerencias, las críticas bien intencionadas, las divergencias y las convergencias. Contar con ustedes nos hace dichosos. No hay regalo más valioso ni éxito mayor que el de empezar el año junto a ustedes.

No tenemos la certeza de cómo nos abrazará la próxima vuelta al Sol, pero que las buenas vibras nos arropen de proyectos nuevos, emprendimientos, crecimiento personal, amores, cariños, compañías, aliados, verdades, bellezas, inspiraciones, dichas, saberes, resiliencias y la fortaleza para llevar sobre nuestros hombros el peso deseado. ¡Feliz año nuevo para todas las familias tuneras, de corazón!
Un abrazo, periódico 26.