Imprimir
Visto: 3344

gregorio perez2

Las Tunas.- El exlanzador Gregorio Américo Pérez Valdés falleció hoy, a los 79 años, en su natal municipio de Amancio, al sur de Las Tunas.

El hombre al que el gran Bobby Salamanca inmortalizara con el mote de “Mano Negra” fue uno de los mejores lanzadores del béisbol cubano entre la década de los años 60 y principios de los 80 del pasado siglo. Su destacada carrera lo llevó a ser figura de equipos como los legendarios Granjeros camagüeyanos, antes de que la división político-administrativa lo vistiera con los colores de Las Tunas, Oriente, Mineros o Cafetaleros.

Gregorio Pérez nació en 1941, en el poblado de Guayabal, perteneciente al hoy municipio tunero de Amancio. Con la camiseta tunera sobrepasó la marca de 100 victorias, a pesar de trabajar varios años con un elenco por entonces sotanero habitual. En 15 temporadas, dejó balance de 110-107, con 11 salvamentos y números asombrosos en materia de efectividad: apenas 240 de average contrario, 2,18 como promedio de carreras limpias y Whip de 1,11.

Poseedor de una recta que superaba las 90 millas por hora, de un control envidiable y de uno de los sinkers más dominantes de la historia de la pelota nacional, el espigado serpentinero era un rival temible encima del box.

Más allá de sus condiciones físicas, el valor a toda prueba fue siempre su signo distintivo. "Yo nunca tuve miedo, el corazón mío era de hierro", dijo hace unos meses en entrevista para 26 el mismo hombre al que grandes bateadores de la época, de la talla de Félix Isasi, han reconocido como el lanzador más complicado que enfrentaron en una era de enormes figuras del montículo.

No por gusto ocupa el noveno puesto entre los serpentineros más efectivos en series nacionales (2,18) y posee la tercera mejor frecuencia de boletos con al menos 750 entradas lanzadas (1,82), solo por detrás del camagüeyano Luis Campillo (1,37) y del pinareño Orestes González (1,81).

Aunque menos ocasiones de las que su calidad exigía, Gregorio integró algunas selecciones nacionales, como la que consiguió el título en los Juegos Centroamericanos de Panamá 1970. Allí, lanzó un choque de apenas nueve bolas y 77 envíos en total, para completar una apertura de apenas un jit ante Antillas Holandesas.

Además, fue capaz de liderar la IX Serie Nacional, con 12 victorias, la I Serie Selectiva, con 1,04 limpias por encuentro, y de convertirse, allí por donde pasó, en referencia obligada por su determinación y dominio del arte de lanzar.