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Las Tunas.- Conversar con Walfrido Quesada supone descubrir un profesional apasionado por su trabajo, seguidor incansable del fútbol, promotor de los valores que transmite la actividad atlética y constante defensor de la historia del deporte en Las Tunas, Cuba y el mundo.

Hay una disciplina específica que va ligada de manera indeleble a su nombre, el hóckey sobre césped. Si Rolando Medina es considerado el padre de la dinastía tunera entre las damas, Walfrido podría recibir un reconocimiento similar, después de tantos años de labor con la rama masculina, de medallas en torneos nacionales de distintas categorías y de trabajar con grandes figuras que han representado a Cuba en competiciones internacionales de la más alta calidad. Hombres de la talla de Roberto Lemus o Róger Aguilera.

Sin embargo, su incesante accionar va mucho más allá del deporte de los bastones o del fútbol sala, al que ha intentado sacar adelante en los últimos tiempos. Su afán constante de superación e investigación, el rescate de la memoria local y la integralidad como educador lo han hecho merecedor del Sello Especial por los 60 años del Inder.

En conversación con 26, el destacado técnico asegura que su relación con el deporte comenzó desde muy temprano, apenas a los cinco años. “Mi mamá siempre fue una fiel seguidora de varios deportes, en especial el béisbol y el boxeo. Además, tenemos parentesco cercano con el gran campeón Teófilo Stévenson y mi papá tenía mucho contacto con Pirolo, ya que los dos eran de Delicias, así que desde muy niño practiqué con un tío abuelo el boxeo en mi casa.

Siempre vinculé el deporte con los estudios. Mis padres me enseñaron y me marcaron el camino de los estudios para el futuro, aparte de la práctica deportiva. Desde pequeño tuve un entrenador por dentro, como se dice: analizaba mis partidos y me gustaba mucho leer revistas y periódicos, aparte de escuchar programas por la radio de Cuba y el mundo.

¿Qué tanto ha pesado el trabajo con el deporte en tu formación como ser humano?

La labor como educador y formador de atletas me ha aportado prácticamente todo en mi vida. Comencé muy joven, con experiencia como atleta, pero sin saber exactamente el peso de tan alta responsabilidad.

Aprendí a conocer e interiorizar muchos aspectos relacionados con la niñez, la adolescencia y la juventud. Todo eso me permitió reconvertirme en padre, amigo, hermano mayor de muchos niños y jóvenes, a cambiar mi estilo de vida para bien, ser ejemplo para muchos en el trabajo y en la vida social, interactuar con algunas familias con todo tipo de problemas sociales y colaborar en un mejor bienestar para ellos. Ahora, después de algunas décadas de trabajo, me considero mucho mejor como amigo, vecino, padre, como ser humano para la sociedad.

¿Qué relevancia le concedes a la creación del Inder en 1961?

Sin el triunfo de la Revolución, liderada por el Comandante Fidel, no hubiera existido el Inder, ni el deporte como un derecho del pueblo y al alcance de todos. Gracias a la creación de este organismo tenemos alrededor de 90 medallas olímpicas de oro y muchísimas de otros colores. El Inder ha sido un propulsor para la vitalidad y el desarrollo del ser humano en nuestro país, y gracias a ello hemos disfrutado los grandes momentos deportivos de nuestros atletas en la arena internacional, representando a todo un pueblo luchador y rendido a sus grandes campeones.

¿Cómo parte de esos logros, cuáles crees que han sido los grandes momentos de la historia reciente del deporte tunero?

Los principales logros del movimiento deportivo en Las Tunas llegan después de la división político-administrativa, en 1978. La nueva provincia comenzó a dar sus primeros pasos, muy lentos pero firmes: la medalla de bronce del fútbol, primera categoría, fue un hecho relevante. Ese mismo año Teófilo Stevenson y José Gómez se titulan campeones del mundo en el torneo de Belgrado, Yugoslavia. Recuerdo que son las primeras alegrías para una provincia que comenzaba a forjar su deporte.

Después han venido grandes momentos, como servir de anfitriona a múltiples eventos internacionales y nacionales, además de la soñada construcción de la EIDE provincial Carlos Leyva González y de la sala polivalente Leonardo McKenzie Grant, para muchos la más bella de Cuba. No se puede dejar de mencionar la gran ventaja de contar con un Instituto de Medicina del Deporte.

Y, claro, hay que resaltar esos días inolvidables de los Leñadores campeones de la 58 Serie Nacional, el orgullo de poder decir que el mejor boxeador amateur de todos los tiempos es nacido y desarrollado en Las Tunas y los triunfos de muchísimos deportistas representando a Cuba en campeonatos mundiales, juegos olímpicos, copas del mundo y disímiles eventos extrafronteras.

Por supuesto, una mención especial para mi deporte, el hockey sobre césped, por sus destacados resultados en ambos sexos y en todas las competencias nacionales, así como el aporte de más de 60 atletas para las preselecciones nacionales juveniles y de mayores en los últimos 30 años.

Mirando al futuro, ¿cuáles son los principales retos para la provincia?

En primer lugar, realizar una reparación total de la EIDE Carlos Leyva González, para una mejor organización y calidad de vida de atletas y del resto de trabajadores de la misma. Igualmente, recuperar los eventos de base a nivel municipal y provincial en todas las categorías y deportes, además de estabilizar la fuerza técnica, que cada técnico deportivo trabaje según su experiencia, currículo y resultados. Es vital también incrementar los estudios de capacitación de los entrenadores.

¿Podrías concebir otra vida, una sin el deporte como centro?

El deporte para mí -y te lo digo con lágrimas en los ojos- ha sido todo. Yo nací con este don en la sangre, solo he intentado desarrollarlo más y pulirlo a diario. Me ha dado la fuerza, la energía, la mentalidad, la psicología para amar la vida, al ser humano, entender a diferentes personas.

Y todo esto se lo agradezco eternamente a mi familia, en especial a mi madre, que siempre estuvo conmigo en las malas y en las buenas, hasta los últimos momentos de su vida. Ella me dio fuerzas para que no me rindiera y luchara por mis sueños y los hiciera realidad.

Ahora tengo un hijo de siete años y trato de inculcarle el amor por el deporte para que sea un hombre de bien en el futuro. El deporte es mi vida, es mi pasión, mi hobby y mi trabajo; sin él no sería la persona que soy, así que solo puedo agradecerle al Inder, a la Revolución y a Fidel.