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Las Tunas.- La imparable expansión del nuevo coronavirus ha tomado por asalto al mundo del deporte, un ecosistema más o menos inmune a lo largo de los años a todo tipo de penurias y catástrofes. Con contadas excepciones como las dos guerras mundiales, la actividad atlética ha seguido su curso, convirtiéndose incluso, en mediadora de conflictos y bandera de paz en tiempos de tanta beligerancia.

Hace solo unos días, sin embargo, asistimos a una escena no vista en más de tres décadas: la ceremonia de encendido de la antorcha de los Juegos Olímpicos de Tokio, en las ruinas de la antigua ciudad griega de Olimpia, celebrada a puerta cerrada. Y en las últimas horas el Comité Organizador de los Juegos ha pedido a los ciudadanos japoneses que se abstengan de salir a presenciar el tradicional relevo olímpico, el recorrido de la antorcha por suelo nipón, previsto para comenzar el próximo día 26. Antes, las autoridades helenas habían suspendido el paseo del fuego olímpico por su país.

En tan solo 15 días, las competiciones de todo el planeta han cesado y las grandes estrellas del deporte mundial han pasado a ser voceros y voceras del llamado a la cordura y la responsabilidad individual: "La salud es lo más importante, mejor quédate en casa". El deporte de todo el orbe y sus grandes exponentes apuestan por la protección de la gente, a fin de cuentas destino y esencia del espectáculo.

El primer golpe fue la celebración de partidos de varias disciplinas a puertas cerradas. Las imágenes fantasmagóricas de los grandes escenarios vacíos recorrieron el mundo, al tiempo que íconos como el basquetbolista Lebron James o el entrenador de fútbol Pep Guardiola afirmaban que los partidos sin la presencia de sus fanáticos no tenían ningún sentido.

En España, el encuentro de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones, entre Valencia y Atlanta, se jugó a grada vacía. A pesar de sus 55 mil capacidades, el Camp de Mestalla se mantuvo desierto los 90 minutos de juego, con la singular excepción de Vicente Navarro, el socio número uno del equipo che, ilustre por no perderse ningún partido de los suyos a lo largo de décadas y a quien el club honró con una estatua tras su fallecimiento. La escultura de color oscuro, solitaria en medio de tantas butacas desocupadas, fue una suerte de símbolo del vínculo momentáneamente roto entre el espectáculo deportivo y sus aficiones.

Pero, si semejante escenario parecía ya catastrófico, el deporte en todo el orbe estaba a punto de vivir un momento insólito. En una impensada reacción en cadena, a medida que crecían las cifras de países asolados por el virus, las grandes competiciones nacionales, regionales y mundiales comenzaron a detenerse.

La NBA, liga de baloncesto más importante del orbe, paró por completo en Norteamérica después de que algunos de sus jugadores dieran positivo a la prueba del SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus causante de la enfermedad conocida como Covid-19. Mientras, la UEFA detuvo hasta nuevo aviso la Champions League, competición más importante del planeta fútbol a nivel de clubes, antes de anunciar el aplazamiento hasta el 2021 de la Eurocopa de Naciones. La misma suerte corrió la Copa América, inicialmente prevista para este verano en Argentina y Colombia.

El escenario es tan desolador que los propios Juegos Olímpicos están en vilo. Con fecha de celebración del 24 de julio al 9 de agosto, la magna cita podría ser aplazada para una fecha aún desconocida, a pesar del optimismo de sus organizadores, dispuestos a celebrarla sin modificaciones en su calendario.

Ciertamente, el cumplimiento de un organigrama determinado por variables económicas y financieras carece ahora de validez ante el drama humano que vive el deporte. La lista de atletas infectados crece en todo el mundo: en el fútbol italiano hombres como Daniele Rugani y Blaise Matuidi, de la Juventus; en Inglaterra el entrenador del Arsenal, Mikel Arteta, y el jugador del Chelsea Callum Hudson-Odoi.

Hace unos días, el Valencia FC confirmó que al menos el 35 por ciento de su plantilla había dado positivo, mientras que el miércoles 15 trabajadores del Alavés español, entre ellos tres jugadores, fueron igualmente diagnosticados con el nuevo coronavirus. Solo dos días antes, un entrenador de fútbol de apenas 21 años había fallecido en Málaga.

En la NBA, el primer caso fue el del francés Rudy Gobert, del Utah Jazz, aunque el más mediático ha sido el de la superestrella de los Nets de Brooklyn, Kevin Durant. Y la tragedia sigue extendiéndose: el jugador del Real Madrid de baloncesto, Trey Thompkins, el ciclista ruso Dmitry Strakhov, el tenista australiano Bernard Tomic o el veterano Jorge Jesús, entrenador portugués del Flamengo brasileño. La lista crece por día.

La industria deportiva sufre y pone la salud de deportistas y fanáticos en el centro de sus intereses, aunque no pierde de vista la catástrofe económica a la que se asoma. Ahora mismo, nadie es aún capaz de estimar el impacto global que tendrá esta reacción en cadena ante la epidemia.

Además de su repercusión en una sociedad global que ha situado al deporte como lo más importante entre las cosas menos importantes (que diría Jorge Valdano), el apagón deportivo entraña un impacto económico de consecuencias impredecibles. Se trata de una actividad que genera el uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, por lo que quizás sus dinámicas cambien irremediablemente una vez vencido el virus, y las habituales danzas de millones en torno al traspaso de jugadores se hagan mucho menos habituales.

              EN CUBA, TIEMPO FUERA HASTA EL 30 DE ABRIL

En consecuencia con el menor impacto sufrido, el deporte cubano mantuvo sus actividades hasta principios de esta semana. Sin embargo, el pasado martes el Inder publicó una nota de prensa anunciando el receso de toda actividad deportiva al menos hasta el 30 de abril.

"En medio de los constantes análisis que demanda la situación actual el organismo ha considerado oportuna esta medida, que se suma a la posposición de los certámenes con participación extranjera programados para ese mismo período, anunciada el pasado día 14", explicaba la nota.

"El Inder reitera que ha restringido a su máxima expresión las salidas de delegaciones cubanas al extranjero, limitando las evaluaciones a las directamente vinculadas con los procesos de clasificación olímpica y paralímpica, respaldadas por sus federaciones internacionales y el panorama imperante en sus naciones sedes", concluía.

Entre los certámenes afectados se encuentran el Torneo Clausura de la Liga Nacional de Fútbol, los campeonatos nacionales de Voleibol en uno y otro sexos, así como la Copa Cuba de Atletismo y la 60 Serie Nacional de Béisbol, prevista para iniciar el 11 de abril.

De todos ellos, obviamente es el aplazamiento de la 60 Serie el que mayor impacto ha tenido entre los seguidores del deporte cubano. El nuevo calendario de 75 juegos y algunos cambios en materia de reglamentos centraban ya la atención de todos, aunque la fiebre beisbolera deberá esperar un poco más.

"Un estadio vacío es un esqueleto de multitud", escribió el poeta Mario Benedetti. Solo que esta vez la espera del aficionado, la soledad de las canchas, lo mismo en Cuba que en cualquier rincón del mundo, es sobre todo, una apuesta por la vida.