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Las Tunas.- La cultura cubana celebró recientemente el centenario del nacimiento de uno de los autores más importantes de la literatura mundial: Italo Calvino Mameli, quien, aunque italiano por nacionalidad, vino al mundo en la habanera Santiago de las Vegas el 15 de octubre de 1923, en un contexto familiar científico en el que no llegó por completo a insertarse. Por aquí residió durante sus primeros 2 años de vida. Luego marchó a su patria donde desarrolló su reconocida obra literaria.

Para hablar de este gran escritor hay que hacer referencias a sus padres, el doctor Mario Calvino, eminente agrónomo de fama internacional, y la doctora Eva Mameli, botánica de notorio aval y pionera en la promoción de esa especialidad en el sector femenino. Entre 1917 y 1924, ambos fueron investigadores en la Estación Experimental Agronómica ubicada en Santiago de las Vegas.
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Según el portal Ecured, "el agrónomo italiano llegó a La Habana a solicitud de las más altas autoridades políticas cubanas de la época. Su nombre se había extendido a toda América Central y el Caribe, y la invitación provino del secretario de Agricultura e, indirectamente, del propio presidente, Mario García Menocal. Desde su arribo a su nueva encomienda, se le nombró director de la Estación".

 DOS DIRECTIVOS ITALIANOS

Un artículo publicado en el sitio digital Opus Habana apunta que durante su estancia en la institución, tanto Mario como Eva le dieron un extraordinario impulso a "proyectos de introducción o reintroducción de productos agrícolas de gran empleo en la alimentación nacional y que se estaban importando de forma masiva; entre otros, el maíz, el arroz y los frijoles".

En 1920, el amor hizo acto de presencia en sus vidas y contrajeron matrimonio. Tres años más tarde, nació Italo, su primogénito. No sería el único hijo de la pareja, por cierto. En 1927 les nació Floriano, quien llegó a ser un geólogo de renombre mundial y académico en la Universidad de Génova.

Siempre entusiastas y dispuestos a afrontar los retos de sus perfiles profesionales, en mayo de 1924 "papá" Mario y su familia dejaron la institución en manos de sus colaboradores y se marcharon a fundar la Estación Experimental y Escuela Agrícola Chaparra, dedicada al estudio de la caña de azúcar y ubicada en el humilde poblado de San Manuel, próximo a la ciudad de Puerto Padre, en la actual provincia de Las Tunas.

El nuevo centro de investigaciones se creó a instancias del general de brigada del Ejército Libertador Eugenio Molinet y Amorós (1861-1959), un apasionado de la ciencia agrícola aplicada. Por aquella época el otrora mambí administraba la división oriental de la Cuban American Sugar Mills Company. Por los pasillos de la estación de San Manuel correteó en su primera etapa infantil el futuro escritor.

Pero "papá" Mario no permanecería mucho tiempo en su nuevo destino. Meses después de tomar posesión de su cargo en San Manual, le llegó desde Italia una propuesta difícil de rechazar y que, quizás, no volvería a repetirse. Le proponían asumir la dirección de la Estación Experimental de Floricultura y Aclimatación de San Remo, su ciudad natal. Aceptó de buena gana el cargo y para allá se fue con su gente, como dice la reseña de Opus Habana, "llevándose en el corazón tan magníficos recuerdos de sus años caribeños".

En San Remo transcurrió buena parte de la infancia de Italo Calvino Mameli. Años después se radicó en Turín, donde quiso continuar la tradición agrónoma familiar. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo malogró. Para entonces la literatura comenzaba a seducirlo. De manera que echó al olvido su "vocación" agrícola y se dedicó a escribir.

En 1953, Calvino le envió una carta a su amigo Guido Morelli en la que le comentaba este cambio de vocación. Le dijo: "Y yo, que fui criado por mi padre y mi madre en el culto exclusivo, absoluto a la agricultura, y más aún, en la utopía de una civilización agrícola, progresista y anticiudadana, hice desde el mismo principio la elección contraria".

                                      EL DESPUNTE DE UN GRAN ESCRITOR

En 1947 se licenció en Letras en la Universidad de Turín con una tesis sobre la obra del novelista anglo-polaco Joseph Conrad. Ese mismo año publicó Los senderos de los nidos de araña, una reseña de su experiencia como miembro de la resistencia antifascista italiana. Su obra continuó con el libro de relatos Por último, el cuervo (1949) y las novelas El barón rampante (1957), La jornada de un escrutador (1963), Tiempo cero (1968) y Palomar (1983), entre otras muchas.

El tiempo corrió y el país en el que se asomó a la vida devino remembranza en su memoria. Pero en 1964 regresó. La recordada heroína Haydée Santamaría lo invitó a formar parte del jurado del Premio Casa de las Américas en el género novela. "La invitación (…) me ha permitido volver al lugar donde nací, que es como volver al nido", admitió en una entrevista. Aprovechó ese contexto para visitar la casa en la cual vivió con sus padres y para contraer matrimonio con la traductora argentina Esther Singer. Habían transcurrido 40 años.

El escritor murió de un ataque cerebrovascular en Siena, Italia, el 19 de septiembre de 1985, mientras preparaba una conferencia que debía dictar en la Universidad de Harvard. Como autor literario fue un referente para generaciones de escritores y uno de los grandes novelistas del siglo XX.

Los cubanos asumieron el centenario del escritor ítalo-cubano con el entusiasmo que genera una personalidad de su talla. Como han dicho los organizadores del homenaje, su obra perdurará y continuará conmoviendo a diletantes y escritores. Una frase suya parece dicha para sí mismo. Dice: "Un clásico es un libro que nunca ha cesado de contar lo que tiene que contar". Calvino jamás dejará de contar lo que tiene que contar. Sus libros se encargarán de hacerlo posible.