Las Tunas.- Apenas le alcanzaba la estatura para empinarse por encima de la mesa y algo ya tenía muy claro: "Voy a ser médico". Y el recordatorio le llegaba con una entremezcla de compromiso y vocación, pues en su estirpe, en algún momento, treinta y tantos portaron batas blancas… Así que ese también sería su camino, pero él no iba a ser uno ordinario sino "el que la gente más quisiera…".
Cuando su talla se empezó a disparar llegó el baloncesto como una bendita distracción en las tardes noches. Le enseñó a alzar el gaznate, trabajar en equipo, lo puso en la escuela de iniciación deportiva escolar (EIDE) y fue la tentación más tangible de olvidar un futuro ya pactado. Mas no hubo caso, se graduó de Medicina junto a un puñado de compañeros sin vislumbrar beneficio alguno y sin la certeza de que también iba a convertirse en un galeno de multitudes, en un líder.
MÉDICO DE FAMILIA O INQUILINO DE LA COMUNIDAD
Eduardo Roberto Villamil Toranzo, con el tono jocoso que lo caracteriza, las ocurrencias a flor de piel y una ensarta de remembranzas ligadas por más de 40 años a su bata blanca, se pone muy serio al hablar del empeño del Médico y la Enfermera la Familia, un programa que él vio crecer y también viceversa.
"En ese entonces yo era un muchachón recién formado sin oídos para muchas cosas, pero entendí enseguida el valor de ser un médico de la comunidad, de la exigencia que se planteaba, porque está claro que para incidir verdaderamente en el barrio tienes que estar ahí, vivir la escasez de agua para conocer el origen de los dolores musculares, sufrir la falta de electricidad, que también te 'coman los mosquitos'.
"Comenzamos la transformación en las comunidades enamorados de lo que hacíamos. Cinco valientes me antecedieron y conmigo otros 12 médicos generales integrales (MGI) nos propusimos que no quedara recoveco tunero sin tener una asistencia de calidad, y también la mano sobre el hombro, porque no puede haber conocimiento sin humanidad, al menos no en esta profesión".
Confiesa Villamil que el programa se planteó como un bálsamo y con esa responsabilidad él llegó hasta barrios en serias condiciones de vulnerabilidad como la zona del Aeropuerto y Alturas de Buena Vista, del policlínico Gustavo Aldereguía.
"Te cuento que ha sido gratificante ver cómo se multiplicó nuestro empeño, la Medicina Familiar ha tenido una evolución con alto impacto en Las Tunas, de la parte rural, se generalizó a la urbana y luego se extendió a los ocho municipios. De un puñado de profesionales hoy funcionan más de 500 consultorios. Se dice fácil, pero lleva la piel de muchos curtida en los terrenos".
Con el tono aún más serio sentencia que ser un médico de la familia es convertirse en otro integrante del hogar, conocer sus problemas, tratar de modificar las conductas dentro de la comunidad, y eso solo se logra con el pie en el terruño. "Quien no sienta esa urgencia ha equivocado la especialidad".
MANATÍ, DESDE EL PECHO…
En suelo manatiense, hablar de Villamil condiciona una pregunta de ley: "¿cuál, el médico?". Y es que hubo una imbricación total que data de casi tres décadas de entendimiento cuando llegó allí como el primer especialista en MGI y con toda la potestad para organizar el programa al interior del pueblito azucarero. Conspiró la suerte para que también, una mujer hermosa, allí le robara el corazón.
"¡Qué decirte!; yo creo que ni Barbarito Diez quiere tanto a Manatí. Eso sí te aseguro, cuando se va la corriente, que siempre ha sido bastante frecuente, yo conozco a la gente por la voz. Allí tuve a las niñas, me hice de amigos, hermanos, en fin, que mi lealtad por aquel pedacito está más que probada.
"Recuerdo que tuve la meta de organizar los consultorios primero en la parte urbana y luego en la rural, donde había asentamientos de nombres demasiado pintorescos y a los que era difícil llegar, pero lo hicimos.
"¡Qué bonito fue eso! Comenzamos a dispensarizar una población que nunca había tenido al médico y la enfermera dentro de su casa. Algunos nos vieron con recelo, los menos. La nobleza de la gente de campo, el agradecimiento, son una recompensa que uno la carga en la espalda para exigirse más.
Cuenta que la gente veía al doctor como el más sabio, al que había que seguir y cuidar. Esa imbricación con el municipio llevó a Villamil a convertirse en delegado del Poder Popular por varios mandatos, miembro del Comité Municipal del Partido Comunista de Cuba y por más de 15 años director municipal de Salud.
Con el trozo de modestia que lo acompaña y otra vez entre bromas y anécdotas impublicables dice que sí, "creo que la gente me quería porque desde mi casa me enseñaron a considerar a los demás, a las mujeres; no pedirle a otro compañero lo que yo no podría hacer, garantizar condiciones de trabajo y escuchar los problemas de mis subordinados. De otra manera, no puedes dirigir.
"Cuando había que ir a un trabajo voluntario fui el primero en estar frente al Partido y me aseguré de escuchar a los que no habían estado allí. La gente tiene siempre cosas que decir y hay que tener empatía. También vale reírse, acompañar a la masa, ser parte de sus intereses y que te vean como uno más.
"A Manatí llegué con tremendo orgullo. Vengo de una familia humilde y no tuve muchas comodidades que dejar. Por el contrario, lo que hice fue recibir y cosas importantes. Durante siete años de mi mandato, la mortalidad infantil estuvo en cero y me siento responsable de los médicos que se formaron en el programa y han logrado grandes cosas, dentro y fuera de Cuba".
GUINEA ECUATORIAL… ANGOLA…
Me cuenta que creía que ya lo había visto todo cuando llegó a Guinea, pero qué va… "Tenía que abrirme paso entre la selva con una linterna en la boca y un machete en la mano para hacerle frente a las serpientes. El medio era hermoso, pero inhóspito. La nostalgia te pegaba duro, tú te ensimismabas en tus recuerdos y de repente un elefante te pasaba cerca como para hacerlo más surreal".
Bata lo acogió en sus entrañas con una mezcla de desarrollo y pobreza extrema. En aquel lugar vivió sin electricidad, sin muchos recursos.
Recuerda que le sorprendió la escasez de recursos humanos. "Allí cualquiera hacía varias tareas, el camillero también era jardinero, económico o cirujano, sin exagerar.
"Lo más preocupante, no se esterilizaba nada. La misma aguja o bisturí se usaba en varios pacientes y aquello era una amalgama de sida, hepatitis, lepra, malaria, tuberculosis. La esperanza de vida era de 38 años".
Confiesa que su primera misión le cambió las perspectivas. Le hizo sentirse afortunado y realizó comparaciones con su Cuba que le dieron mucho más ganas de regresar, pero asegura que aprendió mucho.
Cuenta que en aquellos parajes, los cubanos eran como dioses y la asistencia médica representaba la diferencia entre la vida y muerte. Guinea recargó su humanismo, el motivo por el que en primer lugar se había hecho doctor.
"Angola fue más cómoda para mí. El trabajo era más reposado. Por ese entonces los 'caimaneros', muchachos formados profesionalmente en Cuba, estaban en las altas esferas de poder y el país comenzaba a destacar. Allí ayudamos también a formar personal, fue una tarea diferente, pero igual de gratificante".
Escuchar a Villamil hablar de las misiones internacionalistas es una suerte de premio si la entrevista está pactada para una tarde muy calurosa de septiembre. Rememora ese paciente con una contusión cerebral que cuidó con esmero porque su papá no quería trasladar a otro hospital con más recursos por el tema económico. Dice que no se le olvida su cara de agradecimiento cuando se fue caminando a su casa.
Habla también de su gente noble, de las culturas tan diversas y entremezcladas, de ciertas tribus donde los nativos andan con muy poca ropa y sorprenden, de aquello de que los hombres pueden tener hasta nueve mujeres, una tradición que, me recalca, a él no le interesa. Sonríe con su emporio de anécdotas.
OTRO CAMINO
Cuando sus dos hijas se convirtieron en doctoras, Villamil decidió regresar a la cabecera provincial. Fue un adiós para los manatienses y un nuevo reto en sus rutinas donde ya se sentía como pez en el agua.
Informa emocionado que ahora se desempeña como director provincial de las sociedades científicas, un escenario donde también toca preparar a las nuevas generaciones para pulir y exaltar la Medicina desde las necesidades concretas de la población tunera.
"Actualmente contamos con 48 capítulos, uno por especialidad, que se encarga de regir la actividad científica investigativa. Debo explicar que hemos crecido mucho al respecto y nos proponemos seguir avanzando.
"Para beneplácito del sector, en los últimos años hemos sido distinguidos con varios premios otorgados por el ministro, los premios anuales de Salud, que destacan la labor que se lleva a cabo en el territorio. Aún no estamos satisfechos, queremos emular con las mejores provincias y dar a conocer el talento de nuestros profesionales que es grande".
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Gusta de trabajar con los más jóvenes, sus bríos le renuevan las ganas de hacer cosas por el bien común. Es un orador nato, un líder desde cualquier escenario que no repite consignas y, por el contrario, habla desde la libertad de creer en lo que hace.
Villa, como los amigos lo conocen, es también un padre a todo terreno y un abuelo consentidor. Me habla de su bata blanca con cariño, y aunque sabe que ya no la necesita para que lo reconozcan como médico, asegura que no es prenda, sino bandera, esa que lo ha matizado con los mejores colores de una profesión en la que ha logrado ser "de los que la gente más quiere".