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Las Tunas.- Con Marina Martínez me debo más de una taza de café. Lo confieso con la pena del que se sabe presa de una deuda colosal y siente que ya no puede dilatar más el deleite de saldarla.

Ella, la primera mujer que hizo periodismo en una emisora de Las Tunas, era ya una cátedra en esas lides cuando llegué a la sede de Radio Victoria, con más preguntas que argumentos, para asumir la vorágine exquisita que es el diarismo radial.

Era, en ese entonces, la directora de la revista Hablemos de, pero igual atendía varios sectores importantes como reportera. La recuerdo disertando con un dominio total de la sequía en estas tierras, los dilemas de acueducto y, más de una vez, me escurrí sigilosa hasta un estudio para verla editar, junto a Yusdel Rojas, alguna de aquellas crónicas atinadas que todavía se recuerdan cuando nos reunimos, llenos de nostalgia, a rememorar buenas prácticas.

"Esa mujer tiene una voz singular, es un timbre poco común entre las féminas, muy valioso para la locución informativa", me dijo, hace años, el que fuera mi profesor en la Universidad, después de una visita de trabajo a Las Tunas. Y tenía razón.

Marina tiene una inconfundible manera de leer la noticia, lució siempre una redacción clara y breve, lujo por el que debían competir todos los comunicadores del universo radial; y era, eso sí, inconforme hasta la médula y defensora a ultranza de cada segundo al aire de sus materiales.

Cuenta la historia que comenzó a laborar en una oficina de la emisora en los meses finales de 1976, que estuvo después un breve tiempo como secretaria del director y que la vida la fue inclinando por el Departamento Informativo, quizás agitada por ese gusto por la redacción que la acompañaba desde niña.

Se graduó de periodista en el año 1982, tras concluir sus estudios (curso dirigido) en la Universidad de Oriente, y la suerte la ubicó en un entorno de hombres, e hizo que los oyentes se acostumbraran a una voz de mujer dando las noticias con vuelo propio y fuerza inigualable.

Fue Marina Martínez la que contó que la provincia había ganado la sede nacional del 26 de Julio por primera vez. Dicen que fue una madrugada muy singular, en la que permanecieron en la emisora, pendientes de que en las planas enormes del periódico 26 (entonces con sede en la calle Colón), saliera el editorial que contaría el suceso para entonces reproducirlo en la Radio.

Aseguran que ella, acompañada por ese grande del sonido que fue Metodio Diez, vivió el momento rodeada de personas; porque era un hervidero el estudio y todos querían compartir la alegría.

Agarraron las hojas de 26, todavía a medio secar y comenzaron a ajustar la nota. Dicen que la tinta se corría y los nervios traicionaban al punto de que costaba leer, pero fue un momento importante, de esplendor informativo y orgullo personal.

Por aquellos años la Radio Provincial lucía un staff profesional de altos quilates: Luis Manuel Quesada Kindelán, Florencio Lugones, Oscar Herrera, Florinda González, Oraldo Solís, Mary Espinosa y otros muchos; entre ellos, Abel Peña, el eterno enamorado que ha sido su compañero de vida por décadas y que, periodista como ella, sabe que el camino es difícil y solo se puede andar en buena compañía.

Porque, cuando se apuesta por el duro bregar del trabajo reporteril, el amor no alcanza para andar la vida; hace falta, además de él, lavar trastes a deshoras, quedarse madrugadas en los estudios y, no pocas veces, cargando los bultos de una niña pequeña que creció viendo a mamá grabar notas con ella sentada en las rodillas y a la que le tocó crecer temprano, pues en la casa de dos periodistas la jornada laboral empieza con el sol y acaba tarde, cuando la noche se escurre, y eso, casi todos los días.

En alguna entrevista confesó que lo más difícil en el periodismo es la jubilación; ese momento en la que la rutina diaria te cambia y te envuelve la añoranza por el quehacer diario. Y entonces te descubres queriendo dirigir en plena madrugada y aprendes a escuchar los programas de una manera distinta, que solo comprendes tú misma, inexcusable.

En Marina he pensado mucho en estos días, cuando la Radio en Las Tunas se acerca a otro aniversario; en sus enseñanzas, el sacrificio de su vida y las tantas tazas de café que nos debemos. Una deuda que pienso saldar muy pronto, para rememorar mis primeros tiempos en el medio y agradecerle tesón, paciencia y cariño. 

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