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Las Tunas.- Un matrimonio que acababa de llegar de un municipio preguntó: "¿Dónde están vendiendo detergente y aceite por aquí?". "Allí, en la tienda la Gúmer", les orientó un transeúnte que caminaba por el Bulevar de la ciudad de Las Tunas.

Cuando la pareja se dirigió a la tienda indicada, miró que de esa unidad colgada un cartel lumínico que decía El Balcón de Oriente. Entonces le preguntaron a una de las dependientas que dónde estaba la Gúmer. Y esta le respondió, aquí, esta es la Gúmer.

Hay cosas difíciles de borrar, no solo la Gúmer, y, por supuesto, no sugiero cambios en los Cupet donde se ofertan combustibles, solamente ilustrar cómo los nombres de los lugares se arraigan en las personas; pero lo cierto es que a tres servicentros se les sigue llamando por sus antiguos nombres: Texaco, Panchito y Bonachea.

ciudad5Pueden encontrarse otras realidades como estas, pero el caso que nos ocupa, los establecimientos de Comercio y de prestación de servicios gastronómicos, ha conllevado a confusiones y a restarle a una urbe que el 30 de septiembre próximo cumplirá 225 años de fundada.

Entonces se entra en contradicción, pues unos nombres bautizados por sus correspondientes propietarios antes de 1959 se conservan, mientras otros sufrieron cambios una y dos veces. Ejemplos hay varios. Veremos algunos.

El teatro Tunas, cuyo apelativo original es Rivera, en alusión al español Isaac Rivera Castro, que concibió esta instalación en 1947, llegó a ser el edificio de mayores dimensiones de la época y aún se mantiene como la sede cultural más importante de la provincia.

A ese emblemático centro, en el mismo corazón de la localidad cabecera, puede devolvérsele la denominación de Rivera, un español que cuando le nacionalizaron el coliseo marchó tranquilamente hacia su país.

De no concebirse el regreso a lo original, puede decidirse por otra variante, como la de Alfonso Silvestre, destacado actor cubano que cuando se jubiló decidió echar sus últimos años de vida en la vivienda donde nació y creció en la ciudad tunera, a una cuadra del mayúsculo inmueble.

Incluso, en el día inaugural del “Rivera” actuó el grupo cultural Pro-Arte, que dirigía este artista. En cambio, al hotel Cadillac se le devolvió su mote, una decisión razonable para defender lo patrimonial, donde en su pequeño lobby se exhiben imágenes de distintos modelos del famoso automóvil estadounidense.

La otra contradicción es el Reymar, apelativo que no ha sufrido cambio alguno y que no son pocos quienes lo relacionan con la oferta de productos del mar, pero no es así, responde al anagrama de sus antiguos propietarios: los hermanos Reynaldo y Mario.

Cuando Las Tunas fue sede del Acto Central por el 26 de Julio en 1981, surgieron otros calificativos a partir del aporte dado por las provincias que apoyaron la restauración de obras.

Así la cafetería La Dichosa llegó a llamarse La Holguinera (ahora La Colón) y tampoco se les ha devuelto el nombre a los hoteles Casino (hoy Santiago) e Imperial (primero Bayamo, ahora Caribe).

En contraposición, el patrimonio ha sido bien defendido en las principales unidades que seis décadas atrás la población las denominada tiendas de ropa: La Casa Azul, La Reforma, El Telégrafo y el Sportman.

Mas, varios repartos de la urbe cuyos terrenos nacieron con la designación de sus propietarios antes del 59, se mantienen incólumes; a saber, Aguilera, Pena, Aurora, Velázquez y Santos.

¿Sería prudente entonces que en un futuro cambiaran sus nombres lugares construidos en estos años, como el combinado de servicios La Fuente, el cabaré Taíno, el centro cultural El Tanque, parque temático Las Palmeras, y los mercados agropecuarios El Tunero y El Mambí?

La transformación, aunque sea para asumir un nuevo objeto social, no siempre requiere cambiarles el apelativo a las cosas. Mantener lo original es defender la identidad identificada por generaciones, y buscar mayor uniformidad y armonía en la ciudad, conocida con el epíteto Balcón de Oriente desde la seudorrepública.

Comentarios   

José Luis
# José Luis 12-09-2021 15:38
Muy buen artículo. Es muy real que esos cambios de nombre causan mucha confusión en la población, no solo la ajena a nuestra ciudad sino también en la local. Un ejemplo de ello es el municipio Jesús Menéndez que su gentilicio es chaparrero-a, entonces por qué no llamarlo Chaparra?
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Ariel Torres Tamayo
# Ariel Torres Tamayo 13-09-2021 12:02
Lo que por costumbre se usa de generación en generación es muy difícil rebautizar. Así sucede con muchas calles y avenidas de la Capital. Sería mejor respetar los nombres wue ya constituyen patrimonio de nuestro terruño
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Carlos Ricardo Palmero
# Carlos Ricardo Palmero 16-09-2021 09:29
Magnífico trabajo y me uno a lo que pudiera ser un reclamo de los que conocimos de esos lugares y sus nombres originales. Es muy rica nuestra historia, nuestras raíces, nuestra cultura, nuestro patrimonio y por ello, ¿Por qué no?, retornar a esos nombres tan arraigados. Yo voto por ello.
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