Imprimir
Visto: 1856

Vivero de Waldo
Las Tunas.- Yunia y Waldo se conocieron en el Jardín Botánico de Las Tunas. Ya él era un enamorado de las plantas y sus reclamos cuando ella llegó, bisoña y esperanzada, a hacer el servicio social en Contabilidad y Finanzas allí.

El amor, que desde entonces los fue juntando, todavía los arropa. Dos hijos, el calor del hogar y el gusto por las plantas, que a ella le fue naciendo mientras en él se consolidaba, son la excusa para que cada día sea importante y los embates de la existencia pesen menos ante la complicidad de sus sonrisas.
Waldo Bonet Mayedo Un día, decididos a sacar adelante algún negocito que les permitiera mayor solvencia, y que también pudieran hacer juntos, desde el hogar, probaron a poner al  frente de la casa algunas de las plantas que atesoraban  en el patio y venderlas allí, en la acera misma. En un par de horas ya no les quedaba ninguna, así que consideraron que la prueba había sido un éxito y comenzaron el camino de los permisos, los trámites de la licencia y todo lo que fuera necesario para abrir un punto de comercialización.
De eso hace ya alrededor de siete años; y cuentan con placer que las ventas, con sus tiempos de bajas y altas, como todo, les ha confirmado que sí, que cada esfuerzo vale la pena. “Lo que más se vende son los cactus y las suculentas”, dice Yunia y sonríe porque, curiosamente, son las primeras las que más le gustan a Waldo y, la segunda, sus favoritas.Yunia Batista“La gente viene y repite con el tiempo; algunos, para decorar sus casas, otros porque quieren hacer un regalo diferente o pretenden actualizar pequeñas colecciones que atesoran. Nosotros abrimos sobre las 9:00 am y, como vivimos aquí mismo, cerramos pasadas las 5:00 pm”.
Lo que comenzó como una actividad alternativa se les ha vuelto epicentro de sus ingresos; y ahora, explorar el vivero que tienen en la placa de la casa o escudriñar entre las tantas plantas que atesoran en el patio, es todo un lujo. Anduvimos entre un verde hermoso, revuelto, vivísimo, que los desvela y también fue refugio en los días terribles de la covid-19, es oasis en medio del polvo y el bullicio citadino, y los nutre de buenas energías cotidianas.
También se han ido diversificando; ya comercializan a través de las redes sociales y tienen un servicio a domicilio que hacen ellos mismos, y les da buenos dividendos. Trabajan duro, sí, pero los frutos de su gestión son útiles a su economía y a la sociedad, porque nada es más bello que regalar vida, oxígeno, bienestar...

Si lo duda lo invito a llegar hasta el punto de venta que lucen al lado del portal, en la calle Indalecio Díaz número 3, del reparto Velázquez, en esta comarca. Allí, son dueños de un espacio verde que comparten con diligencia, cariño y mucha sensibilidad.