Las Tunas.- Me dicen que llevan juntos un año y siete meses, con esa convicción que tiene el amor joven para contar los días, celebrar los meses juntos y regalar rosas, como hace él, cual prueba tangible de lo que es conquista cotidiana.

Los une la complicidad del aula, el gusto por la Química y el camino placentero del bachillerato, que ya casi se les termina, porque están en duodécimo grado, pero todavía los salva, como excusa feliz, para el descubrimiento, el desenfado y el “vamos a conquistarlo todo” que a esa edad sabes que es posible.

Son dos estudiantes de éxito. Se hicieron novios en las jornadas felices de lo que fue su primera preselección nacional, allá en La Habana; entre el susto de los exámenes, la puerta a nuevos saberes y los amigos de toda Cuba que les nacieron.

Los dos concursan Química; y, aunque a él le gusta más la Orgánica y a ella la Inorgánica, lo cierto es que dedican muchas horas del día a dilucidar saberes, a entender la magia de los compuestos y sus tantos aportes a la vida.

Héctor luce, entre otros lauros, la medalla de oro de la 27 Olimpíada Iberoamericana de la especialidad; y ella muestra las dos preseas de plata de las citas nacionales.

Ambos han formado parte, en décimo y onceno grados, de la preselección nacional de la asignatura y aspiran a lograrlo también este año, porque tienen el sueño de estudiar Química pura y subir juntos, cuando él cumpla su período de Servicio Militar Activo, los escalones trepidantes de la Educación Superior.

De momento, son felices, y eso les basta. Comparten el pupitre medio “chivao” del aula y tratan de estar cómodos así, incluso cuando ella, que escribe duro, arma algún desastre y a él le toca ser paciente, porque de eso, además, se trata el amor.

De que Melissa preste algo de atención a las series de Naruto y todo el entramado de la cultura japonesa que maravilla a Héctor; de conseguir que él no ponga reparos cuando toca ver algún capítulo de Friends, y, ¿por qué no?, de encontrar la medida justa para estudiar Español, la clase que menos disfrutan.

“El profesor Guevara es muy bueno, pero nosotros somos de ciencia; después de la Química, siempre Matemática y Física. Nos gustan mucho”.

Jóvenes y enamorados, seguro también intercambian mensajes en WhatsApp que nadie más puede leer, se enternecen con una canción al viento y sonríen de la nada, porque solo ellos entienden sus vericuetos más ciertos. Así, de a poquito, construyen el amor.