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Las Tunas.- En algún momento marcó los límites urbanos de la ciudad de cactus silvestres; como línea serpenteante bordeaba la urbe e, incluso, sirvió de inspiración a apasionados criollos poetas como Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé).

Así, nacieron las emblemáticas décimas de Rumores del Hórmigo, poemario que el artista bucólico dedicara a la frescura de los murmullos que transmitía el populoso río.

A pesar de pocos atributos en cuanto a caudal y limpieza de sus aguas, la corriente fluvial forma parte infalible de la historia del terruño oriental, pues con la evolución de los espacios citadinos, recorre y divide gran parte de la geografía, de norte a sur, con la estrechez y tranquilidad que lo caracterizan.

Como sigiloso andariego escurre su cauce por varios puntos insignes; su eterna compañía es notable alrededor de la icónica Fuente de las Antillas, obra que la escultora Rita Longa le regalara a Las Tunas justo allí a orillas del río Hórmigo.

Y es que, el insalubre arroyuelo posee la admirable cifra de nueve puentes sobre sus débiles vertientes, entre los que destacan algunos muy reconocidos por choferes y peatones como los de las arterias Vicente García, René Ramos, Lucas Ortiz, Colón y Nicolás Heredia. Es por ello que la mayoría de los lugareños, alguna o varias veces al día, son testigos con su ir y venir de los susurros del riachuelo.

Incluso, los más longevos habitantes significan que debajo de algunos de los arcos de esos puentes, de metal o concreto, vivieron ambulantes hasta la segunda mitad del siglo XX, con la fidelidad perpetua de las aguas del Hórmigo.

Alimentado de las corrientes que le tributan los ríos Ahogapollos y Cornito, se mantiene humilde y apacible. Con su mojada fisonomía, escolta la cotidianidad de los tuneros, cual imperecedero abrazo a la bicentenaria urbe.