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Las Tunas.- Si algo positivo dejó la Covid-19 fue reencontrar las esencias que nos hacen verdaderamente humanos. Juntos fuimos más fuertes para vencer el virus que enlutó al planeta. Y entre tanto dolor reconocimos a gente común dispuesta a arriesgarse por el bien de otros. Los admiramos sin saber nombres ni distinguir el rostro detrás del nasobuco y las caretas; tanta grandeza superó los detalles y bastó definirlos con una misma palabra: valientes.

Cada uno traía una historia y razones multiplicadas. A esas horas prevaleció el deseo de ayudar por encima de los sacrificios personales. Médicos, enfermeros, laboratoristas, educadores, choferes, cocineros, auxiliares… se volvieron imprescindibles. Los aplausos resonaron por todos; por los de aquí y también por aquellos que cruzaron las fronteras con el único propósito de salvar vidas.

Unos cuantos cubanos, repartidos por el mundo, desearon estar en el regazo de la madre patria, conscientes de las virtudes de una nación que ampara a sus hijos. Otros, los de adentro, confiaron en las fortalezas y quizás nunca antes, sintieron tanta dicha de vivir en este suelo.

Ahora, que todo parece retornar a la “normalidad”, bien vale la pena traernos en ese viaje la solidaridad, la organización, la responsabilidad y el amor que nos mantuvo a salvo cuando muchos auguraban una debacle sin precedentes. Estamos aquí, dando muestras de la fortaleza de un sistema social, siempre perfectible, capaz de sortear los obstáculos y seguir adelante. Un país que se equivoca en la búsqueda de soluciones, pero sabe rectificar, aprender, crecer…

En jornadas tan difíciles, asediados por la Administración estadounidense que no cesa en su intento despiadado de extinguir a la nación, los gobiernos locales se empeñaron en llevar los recursos al pueblo de una manera más equitativa, cerrando el paso a los acaparadores y revendedores.

Quizás por eso de que las grandes crisis generan grandes soluciones, afloraron las salidas creativas, rompiendo esquemas, pero no las esencias.Y sí, todo esto también mostró que puede actuarse de un modo más preciso, organizado y eficaz, porque ciertamente las carencias y el recrudecimiento del bloqueo no llegaron con la Covid-19.

Muchas son las lecciones que nos deja la pandemia y entre ellas, la necesidad de reforzar la comunicación en una sociedad que avanza hacia la informatización. El bombardeo constante de información por las redes sociales convierte a unos cuantos en víctimas de las noticias falsas o fake new; y a su vez replican las mentiras entre aquellos que aún no tienen acceso a las diversas plataformas.

Ante ello, la red de medios nacionales y provinciales, demostró su capacidad para ser oportuna, transparente y explicar lo necesario en el momento justo. Pero se evidenció, una vez más, que no es una labor exclusiva de la prensa; las instituciones deben poseer un efectivo sistema de comunicación, no como un aspecto colateral, sino como parte inherente de los procesos. Las personas necesitan estar bien informadas y los fallos comunicativos no solo interfieren, sino que pueden echar por tierra el esfuerzo de muchos.

En estos días tampoco faltó el estrés -provocado por la incertidumbre de una enfermedad prácticamente desconocida- que activó respuestas inmediatas y nos enseñó a cuidarnos mejor. Las medidas higiénico sanitarias pasaron a ser parte de la cotidianidad y parapeto no solo ante el “coronabicho”, sino de otros padecimientos ante los cuales la percepción del riesgo es baja. Ojalá ese sea uno los aprendizajes perdurables.

Para quienes desde afuera se mantuvieron escépticos o auguraron que Cuba no resistiría el embate de un virus que hizo colapsar los sistemas de Salud de países desarrollados; ahí está la respuesta: un pueblo que avanza hacia la recuperación. Sin embargo, no es tiempo de bajar la guardia; por el contrario, debemos mantener las medidas para evitar los rebrotes, solo así abrazaremos la victoria definitiva.

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