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Benerando

Puerto Padre, Las Tunas.- Muchas velas por soplar, pero más son las historias escondidas detrás de cada arruga. Con la lucidez de un mancebo viaja en el tiempo desde el balcón de su apartamento. Benerando Santiesteban reta al dios Cronos y alimenta de vida cada uno de los días, en un siglo de existencia.

Entre tierras fértiles y paisajes del campo cubano nació el sexto hijo de una familia de campesinos, el 15 de junio de 1922, en el poblado de San Agustín, perteneciente al municipio holguinero de Calixto García. Tal vez de ahí provengan esa mirada noble que se hace acompañar por una voz firme y las espontáneas ocurrencias jocosas.

La precaria situación por aquellos lares limitó el trayecto estudiantil de Benerando, quien apenas tuvo la oportunidad de hojear los libros académicos durante medio curso. Con la llegada de la zafra se necesitaban todas las manos disponibles. Mocha en mano, más la convicción de ayudar en la solvencia de la casa, los cañaverales sufrieron ante el más sublime de los macheteros.

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"Me daba lástima que mis hermanos estuvieran cortando caña y yo dando carreras para la escuela", rememora con cierta nostalgia.

De "Papito", como siempre nombró a su padre, heredó la sensibilidad y la grandeza de corazón. Con él obtuvo las lecciones de la sabiduría popular, en el fiel reflejo de un hombre íntegro, así como la responsabilidad de guiar a la familia desde los 26 años. Cuando el centenario toca a la puerta mantiene el peso de conducir con sapiencia el obrar de sus cinco hijos, quienes fueron educados con la millonaria riqueza de los buenos valores.

Benerando disfruta de la tranquilidad hogareña, mientras rejuvenece a través de los rostros de los más pequeños. Detrás de los ocho nietos, y algún que otro bisnieto, renueva emociones y absorbe la energía de los juegos de los infantes.

Hay rutinas inalterables, aunque otros miembros de la familia prolonguen más de lo habitual la relación entre sábanas. Con carraspeos joviales brinda los buenos días, casi obligados, a su yerno, el cómplice para sosegar vicios matutinos. "Me levanto todos los días antes de las 7:00 para tomar café y fumarme un cigarro".

Broma de por medio, comenta sobre la "seguridad" del cartero si la prensa se ausenta en alguna jornada, hábito adquirido con la pausa, luego del cambio de las dinámicas con el retiro. En sus pies, durante la etapa laboral como dirigente agrícola, lleva el polvo de disímiles lugares por donde transitaba, sin que el clima fuera capaz de frenarlo, mucho menos los horarios.

Si bien está acostumbrado a vestir bajo la tutela estilística de una hija, realiza con facilidad los demás quehaceres individuales, mientras se cerciora con algún recelo de la organización meticulosa de sus prendas.

A quien llegue por la morada de Benerando le espera una taza de café, el debate de las noticias actuales y la más agradable conversación con un hombre que le sabe unos cuántos secretos a la vida.