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Las Tunas.- No por repetidas hay verdades y advertencias que se prenden en el actuar popular. Así parece suceder con el SARS-CoV-2 y aquella que reza "en la confianza está el peligro". Lo digo por la irresponsabilidad de ciudadanos e instituciones que al parecer ni ante la visión manifiesta de ver en llamas las barbas de su vecino, protegen la suya.

Después de 83 días sin reportar casos del nuevo coronavirus, el agente infeccioso volvió a la carga en Las Tunas y hasta la fecha el saldo es de nueve casos activos de un total de 10 detectados. En incontables oportunidades las autoridades de Salud han alertado que mientras el virus esté circulando en Cuba y el mundo debemos protegernos; sin embargo, algunos subestiman el riesgo.

Más de una vez y a varias personas he visto abordar los ómnibus del transporte urbano sin portar la mascarilla. Por suerte, tras la reciente disposición del Consejo de Defensa Provincial sobre el uso obligatorio del nasobuco en todos los espacios públicos, percibo mayor rigor en tal exigencia.

Similar panorama acontece en los coches, en los que casi todos honran las medidas; pero, a menudo, algún pasajero transgrede lo establecido ante la mirada impasible del conductor y de los demás viajeros.

Otro tanto sucede en lo relativo a la existencia de la primera barrera de contención a la entrada de las instituciones, pues aunque la misma está dispuesta en todas las instalaciones, en la mayoría nadie vela por el acatamiento de esta acción preventiva, por lo que hacerlo o no queda a juicio y responsabilidad individual.

Al respecto, es muy común que no haya un encargado de facilitar el proceso y los visitantes se ven obligados a tocar los pomos con el agua clorada y el detergente. Quienes cumplen lo indicado se exponen al contacto, de cierta manera, con todas aquellas manos que, sin estar higienizadas, han manipulado antes los recipientes justo con ese propósito.

La alerta debe llegar, además, a los consumidores de alimentos en la vía pública y, en especial, a los elaboradores, algunos de los cuales violan el uso del cubrebocas tanto en la preparación como en el expendio de los comestibles. Cuando los protocolos no se respetan nos exponemos y situamos en riesgo a la colectividad; luego sobrevienen los lamentos y hasta peores consecuencias.

¡Observemos los procederes incorrectos a nuestro alrededor y por el bien propio y común, protejámonos!

Evitar el contagio y la enfermedad no debe ser solo preocupación y accionar de líderes gubernamentales, científicos y personal de Salud. La realidad ha demostrado que los esfuerzos y la negligencia rinden frutos en uno y otro sentido contrapuesto. Mirémonos todos en el retrato ajeno, optemos por llamarnos a capítulo y aportemos nuestra cuota de sacrificio a esta lucha.

Tras seis meses de lidiar con esta pandemia, a los tuneros no nos queda más que continuar echando pie en tierra contra este virus, que ya afectó a más de cuatro mil cubanos y robó la vida de un centenar. La orden de cada día ha de ser la disminución de la cifra de contagios y el incremento de la responsabilidad individual y colectiva. ¡Cuídese, cuídenos, cuidémonos!

 

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