Cultura Café Richín Las Tunas 6

Las Tunas.- Justo en la calle Lico Cruz, frente a la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), se observa un lugar pequeño, pero no por ello menos fascinante.

Bien lo saben los poetas, músicos, pintores y creadores de la más diversa índole que le visitan. Y, aunque desde afuera quizás no parezca "la gran cosa", allí se conecta con el universo cultural, como un oasis, que llega con el pretexto de una taza de café (o té), entre amigos. Se trata del Café Richín, ubicado en plena urbe tunera.

Cultura Café Richín Las Tunas 1Y es que este recinto -abierto de lunes a sábado, entre las 2:00 pm a 10:00 pm-, más allá del mercantilismo llano, apuesta por ser "un espacio donde mostrar lo sublime y lo terrible del espíritu creador, del artista inquieto, inconforme, diferente", al decir del creador Ricardo Salgado. Un día -narra- estaban sentados él y Leonardo Maure (también artista de la plástica) en la Plaza Martiana, cuando nació la idea. "Teníamos la necesidad de 'hacer algo por el arte' y, de paso, por nuestra propia vida. La génesis parte, pues, del corazón, del deseo del artista por hacerse de un cubil o madriguera creativa, de un lugar para aprovechar el ocio y convertirlo en aliado", remarca.

"El lugar se parece a nosotros -continúa Salgado. Es eco del antiguo proyecto La Paliza, es el 'búcaro sin flores' de David Montero, que busca un lugar donde sembrar, son las pinturas lumínicas de Leonardo Maure, es la huella de Miguel Peña, los misteriosos grabados de Mohamed Roselló, los textos de Maikel Velázquez y Bernardo Castro...

"Queremos elevar este acto mañanero, cubano, trasnochador y cotidiano a un rito imaginativo, a una experiencia de vida amistosa que se pueda repetir, disfrutar, convocar y recordar, que lleve, sobre todo, a la mente del degustador dichoso al reino de los misterios de ese líquido oscuro, aromático y cálido, que vino del Oriente para despertar el espíritu".

En el Café Richín encontramos una curiosa simbiosis entre arte y tradición, además de una sensación de familia que se respira no solo en el ambiente ocasional, sino en detalles que recorren las paredes como añejas fotos del árbol genealógico y hasta el cráneo blanco de una vaca recogido en algún campo. "A qué padre regala, un niño de 8 o 9 años de edad, una pieza así. Debía claramente formar parte de la decoración", alega Ricardo.

Y aunque Frankh David ya es un adolescente y se ha encaminado por los estudios de guitarra, su padre no olvida aquel extraño detalle que le hace recordar -igualmente- "al carnicero Ricardo, el hombre que desde los cimientos, en 1954, levantaba los muros del Café Richín".

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Salgado también me cuenta que su esposa Martha Elena ha sido clave en la existencia del establecimiento y cómo han buscado soluciones artísticas ante determinados escollos. Tal es el caso de un derrumbe estructural en el techo, que restauraron dejando ver "señales embellecidas de la rotura".

"En cuanto a la decoración, casi toda 'la culpa' es mía. Ese afán museológico, el amor y la preferencia por la lámpara vieja, el aprecio al objeto decorativo añoso, fracturado por el uso, ese instinto de arqueólogo infante me lo heredó mi padre, Richín, conocido así por los amigos y mencionado en Se permuta esta casa, de Guillermo Vidal, el muchacho del barrio que conoció a mi padre y lo metió en su libro. Pero... esta casa no se permuta y menos se abandona. Es la verdadera Casa del abuelo, como ese texto hecho para un hijo", afirma.Cultura Ricardo Salgado líder de Café Richín Las Tunas 7

Los cuadros meticulosos de Salgado también aderezan el entorno, como lo han hecho (y hacen) los de otros artistas locales. Un quinqué, singulares repisas, una antigua máquina de coser, un disco de vinilo, cafeteras, botellas, un pilón tradicional, una máquina de escribir, fotos en sepia..., estos y otros elementos revisten al café de un halo exclusivo, más dado al arte y la antigüedad que a los diseños más tecnologizados.

Y así, a pesar de su modesto espacio, con ese inherente halo de simbolismo, filosofía y creación, ha acogido tertulias, recitales poéticos, exposiciones, sesiones fotográficas, al tatuaje como arte corporal y otras iniciativas. Los integrantes del café literario Plaza de Almas y del taller literario Cucalambé, por ejemplo, se dan cita frecuentemente bajo su cobija, al igual que varios miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y otros creadores, aunque -obviamente- también está abierto para toda persona de la localidad o foránea.

El Café Richín, "pionero desde el trabajo independiente, en la prestación del noble servicio de la cafetería y su quehacer restaurador" (como se lee en una pared del local), sabe alimentar -desde la fraternidad y sin grandes artificios- "las hambres del alma, junto al apetito utópico de cafeína, música y buena compañía". Eso, amén de cualquier cuantía monetaria, es lo verdaderamente importante para una entidad que quiera ir más allá de lo común y aparente, de lo utilitario y ríspido, de lo hermético y aburrido, para dejar una huella con aroma de café transformador, diferente. Los artistas saben.

 

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