Marti Muerte Obelisco

La Habana.- Piedra en mano llegué al punto exacto donde murió hace hoy 126 años el Apóstol de Cuba, José Martí, y allí recordé la teoría absurda del suicidio, el mito del caballo y la trascendencia del último combate.

La piedra era del río Contramaestre, ubicado a metros del obelisco-monumento que se yergue en el lugar donde el delegado del Partido Revolucionario Cubano perdió la vida, en la actual provincia de Granma (oriente).

En 1896 el general en jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, convidó a los cubanos a homenajear a Martí depositando allí una roca de ese afluente y por eso hasta ahí llegué con la mía.

De hecho, el primer monumento en esa zona dedicado a la memoria del Héroe Nacional lo construyeron de manera rústica con sus piedras los integrantes del destacamento al mando de Gómez.

La historiografía de la isla recoge esta y otras cuestiones sobre los días previos y sucesivos a la muerte del más universal de todos los cubanos.

Aunque existen versiones sobre la caída en combate del Apóstol, especialistas coinciden en señalar la obra Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente, del historiador cubano Rolando Rodríguez, como la más completa aproximación a aquel hecho.

Según el texto, ese 19 de mayo en el campamento de Vuelta Grande, Martí, Gómez y el mayor general Bartolomé Masó pasaron revista y arengaron a las tropas.

Luego del almuerzo, un teniente avisó sobre disparos en dirección a la zona de Dos Ríos, el General en Jefe ordenó montar a caballo, a cuatro kilómetros de allí comenzó la acción y un Gómez preocupado dijo 'Hágase usted atrás, Martí, no es ahora este su puesto'.

De acuerdo con Rodríguez, el delegado se aproximó al escenario del combate y en compañía del subteniente Angel de la Guardia cargó a galope contra las líneas españolas desde una posición que los convirtió en blanco perfecto de la avanzada contraria, oculta en la hierba.

Versión de la muerte según pintura de Esteban Valderrama
Tres balas le alcanzaron en el cuello, pecho y muslo, según historiadores, lo más probable es que haya muerto en ese momento y no ultimado por otra persona, como sugiere una versión.

Su acompañante, herido en el suelo, pudo ponerse a salvo pero le fue imposible rescatar el cuerpo, bajo la intensidad de los disparos, y este quedó en poder de los españoles.

Martí vestía casi por completo de negro, era un objetivo fácil en aquel escenario; no obstante, sugerir un posible suicidio solo evidencia el desconocimiento sobre el carácter del entonces mayor general, señaló Rodríguez.

Otros testimonios alegaron que el caballo del Apóstol era brioso, incontrolable, asustadizo y pudo desbocarse, sin embargo en el libro Dos Ríos... se desmontó esa hipótesis al referir que el delegado no era un jinete inexperto.

A propósito, el caballo Baconao sobrevivió al combate y Gómez pidió que lo cuidaran en una finca sin que nadie más lo montara, por respeto a su antiguo dueño.

En diálogo con Prensa Latina, el historiador Luis Fidel Acosta destacó la trascendencia de la muerte del Apóstol para la guerra de independencia de 1895.

'Al morir Martí, única persona en el campo insurrecto que tenía una idea de revolución entendida como una transformación profunda de la realidad colonial cubana, esa propuesta radical desaparece', comentó.

En opinión de Acosta, eso conllevó, por ejemplo, a que la Asamblea Constituyente de Jimaguayú (1895) no lograra el equilibrio defendido por el Apóstol entre el mando civil y el militar.

Según el experto, esto después incidió en un ''secuestro de la revolución'' por parte de intelectuales que participaron en la guerra y desconocieron los sectores más populares, tesis también defendida por los historiadores Francisco Pérez Guzmán y Antonio Pitaluga.

José Martí murió 39 días después de desembarcar en la isla para participar en una guerra que él mismo organizó desde Estados Unidos.

Mausoleo en Cementerio Santa Ifigenia
Sus restos se encuentran en el cementerio Santa Ifigenia de la provincia oriental de Santiago de Cuba, donde también están los del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes y los del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.

''Cuando me toque caer todas las penas de la vida me parecerán sol y miel'', ante esa frase martiana escrita en bronce deposité mi piedra de río y allí quedó junto a otras cientos de rocas, flores blancas y una bandera cubana que custodian actualmente el obelisco.

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