graciela periodista 26rey

Las Tunas.- La niña que fue Graciela Guerrero Garay (Chely) nunca pensó en ser periodista; su gran pasión era la Medicina. Eso, aunque sí que resultó siempre muy curiosa y gustaba de escribir para contar historias y anunciar un poco lo que iba sintiendo.

Pero jamás, ni por asomo, llegó a pensar que esa necesidad constante de asirse a las letras ante las emociones de la existencia tuviera algo que ver con el “bichito” magnífico que es el Periodismo, y su entramado voraz de hallazgos y de sombras.

Su padre había tenido la culpa. Era un campesino de Omaja que comenzó un día como auxiliar de limpieza en el Centro Médico de Las Tunas y llegó a enfermero allí, a base de coraje y entrega.

graciela periodista rey 23Graciela todavía cuenta cómo galenos de la talla de Plasencia, Machado, Vidal, Edgar González, rondaban su casa; de los libros de Medicina dispersos por los estantes y del orgullo enorme de su mamá, que la veía siempre inyectando a las muñecas, y adoraba la idea de que su hija abrazara aquella profesión.

Pero Chely, la mujer que es hoy aquella niña, cree en las cábalas y vueltas del destino y quizás “el asunto” nunca estuvo verdaderamente para ella. Así lo siente al paso de las décadas: “he sido de llanto fácil toda la vida, me pongo mucho en el lugar de los otros y qué va, no me parece que yo aguantara el dolor constante, tan cerca. Creo que hubiera muerto y renacido con cada paciente”.

Pero eso es ahora, con sus libros publicados y una carrera admirable; porque, la muchachita inexperta que llegó al preuniversitario Luis Urquiza Jorge tenía al Periodismo en su tercera opción universitaria.

Y eso, a pesar del aliento de profesoras ilustres como Nelva del Rosario y Hortensia Milanés, que no contuvieron su dicha cuando ella alzó la única carrera de la especialidad que llegó a Las Tunas y la vieron partir, más asustada que feliz, rumbo a Santiago de Cuba.

Quince días después, Graciela estaba otra vez en casa, lacónica. Lloró, pataleó y suplicó para que no la hicieran volver a aquellos parajes. No eran como ella los Altos de Quintero, las curvas de aquella ciudad indómita, el calor apabullante de sus plazas.

Y, para colmo, los únicos amigos que había conseguido resultaron dos estudiantes de Ingeniería Mecánica, de los que no sabía ni el nombre, pero se le sentaban siempre cerca en el comedor porque ella entregaba intacta la bandeja de comida y aquello, ante los ojos de una beca, era todo un manjar de dioses.

Por supuesto que hasta allá regresó; porque la mujer rebelde que la habita siempre fue obediente ante sus mayores y en la casa “montaron Shangó en bicicleta” en todas direcciones para convencerla. Y sí, en febrero de 1982, contra muchos pronósticos del alma, se graduó de periodista para bien de estas calles y su gente.

Chely debutó en el periódico 26; y con altas y bajas, como todos, aquí está, junto a nosotros; a pesar de su paso fecundo como corresponsal del periódico Juventud Rebelde, trabajadora del cienfueguero de Septiembre o de la emisora provincial Radio Victoria, además de un tiempo breve que la llevó fuera de los medios, quizás, para confirmar que su lugar estaba entre los cierres editoriales y la vida intensa del trabajo reporteril.

graciela periodista rey 2Vivió desde 26 los tiempos irremplazables del diarismo impreso, allá por la sede memorable de la calle Colón. Y los ojos le brillan mientras rememora los sacrificios enormes, el plomo, el linotipo y el olor a chapapote que rondaba entonces el taller, como marca indeleble.

“Yo amo a este Periódico porque ha sido mi casa y, en algunas etapas de mi vida, he dormido más allí que en mi propia cama, la publicación ha logrado el mérito de que el colectivo primigenio se mantuvo siempre en su núcleo y se ha ido desintegrando por la dialéctica de la vida; la vejez, la muerte, pero no por otras razones. Hemos sido muy estables.

“Nos ha caracterizado el arraigo, la pertenencia. Por eso hemos podido sortear tantos obstáculos y hoy tener un nombre a nivel nacional. Y eso también se les ha transmitido a los muchachos que han ido llegando nuevos porque nunca hemos tenido demasiados recursos para salir adelante, así que la gente está acostumbrada a entregar todo, a que las cosas se hacen a pulmón, sin miedo”.

Graciela quiere que su periódico del alma tenga más páginas, para hablar de lo que a los tuneros les importa de verdad, y el que la escucha sabe que tiene en la juventud y la familia preocupaciones constantes.

Por eso asegura que “tenemos que cuidar más y amar más, para que las cosas de nuestra población sean perdurables”; o “mientras la familia no sea la luz, la esencia de los cambios, no se logrará ser lo que debemos”.
Su ejercicio profesional, marcado por la crítica y la dulzura, ha contado con lectores fieles a lo largo del tiempo; y su nombre, para bien, se inscribe en los inicios del periodismo digital en Las Tunas.

Porque fue ella, junto a Remisel, Reynaldo López y de la mano fuerte de Ramiro Segura, quienes dieron vida a 26Digital, en los tiempos aquellos en que el lenguaje HTML eran casi una falta de respeto, y donde la sola idea de dejar la máquina de escribir para sentarse frente a una computadora asustaban, hasta lo indecible, a la vieja escuela del Periodismo cubano.

“Desde la primera vez que navegamos, muchos tuneros comenzaron a comunicarse con nosotros porque habían visto a la ciudad desde otros países; gentes que llevaban años fuera de Cuba y tenían la nostalgia a flor de piel. Eso fue muy emocionante. Pero pasamos trabajo cantidad.

“No había condiciones, ni tecnologías y nadie sabía computación. Los redactores entregaban las cuartillas impresas y yo las transcribía, dependiendo del texto. Eran tiempos de apagones también y había que correr a cualquier parte, para casa de Segura, para el Pedagógico... donde hubiera luz estábamos nosotros trabajando.

“Teníamos una laptop en la que lo hacíamos todo. Los trabajos se llevaban en un disquete para la sede del Ciget y de ahí se mandaban para La Habana, porque no había ni servidor. Así nacimos.

“Pero fuimos el segundo Periódico del oriente y centro de Cuba que se digitalizó y el único que logró sistematicidad en ese trabajo. Además, el primer sitio del país que tuvo un espacio dedicado a la causa de los Cinco Héroes, fuimos nosotros”.

Graciela es una conversadora nata, tiene un bisnieto precioso, para el que compra los carísimos lápices de colorear que venden en las esquinas y es protagonista, junto a Juan, de un amor cómplice, de esos que se tejen para siempre.

La distinguieron, este marzo, con el Premio por la Obra de la Vida Rosano Zamora Paadín; y nosotros, que la hemos visto crecerse ante molinos y la sabemos empeñada en acompañar cada sueño, andamos con el orgullo por las nubes. Felicidades, Chely querida, tras tu tesón, van nuestros pasos.

 

 

 

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