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Foto: Rey López

Las Tunas.- Un hombre que dedica 41 años ininterrumpidos a la enseñanza merece mucho más que una entrevista. Si ese hombre, además, recibe el Premio Nacional de Pedagogía 2020 en Cuba, entonces el diálogo (lo mínimo posible, como le comenté antes) se hace inexcusable.

Los de 26 lo sabemos, por eso fuimos al encuentro del doctor en Ciencias, José Ignacio Reyes. Y él nos recibió en la agradable sala de su casa a sabiendas de que ya han pasado algunos meses del acontecimiento, pero tal vez consciente, como nosotros, de que cuando las aguas se calman se calibran más las emociones de una vida completa.

Agradecimos con creces su locuacidad, sapiencia y el delicioso café que acompañó ese rato de la tarde. Es el primer docente tunero en alcanzar este lauro y, según nuestras pesquisas, el único que lo ha logrado entre todos los que ejercen en el oriente del país.

“Creo que llegué más temprano de lo normal a la educación, tenía 15 años de edad. Soy del Tercer Contingente del Destacamento Pedagógico. Una idea de Fidel Castro ante la necesidad de poner maestros en las aulas por la explosión de matrícula que se dio en Secundaria Básica en los años 70, del siglo pasado. Siempre digo que a mí me maduraron con carburo”.

Y sonríe. Porque es cubano de esos que cuelan dicharachos en cualquier frase y saben que en ellas están las más grandes verdades. Figúrese usted que con esa edad (15 años) ya estaba en las aulas, dando clases a dos grupos de séptimo grado con los que tenía más cosas afines de lo que es debido en asuntos de maestros y alumnos.

Se fue enamorando de ese entramado de tizas, borradores y cuartillas. Y, en la medida en que el idilio se hacía grande, fueron quedando a un lado los sueños de sus padres de que fuera médico o arquitecto.

Sí, el muchacho que nació en La Habana y creció en Palo Seco, Guáimaro, se les fue de pronto con todas sus inquietudes a cuestas hasta la filial Orlando González, de Sierra de Cubitas, que pertenecía a la Universidad de Camagüey, para hacerse nada menos que maestro de Historia.

Fue alumno de cinco puntos, no se permitió otra cosa. Resultó el mejor graduado de su especialidad y estuvo entre los destacados de ese año. Con tanta buena noticia y lo intenso de sus noveles pasos laborales para nadie fue difícil creer, entonces, que José Ignacio resultara de los primeros que se prepararon en Cuba en la teoría del Marxismo-Leninismo e Historia.

“De eso se sabía muy poco en aquellos años. Y casi recién graduado me fui a un curso relacionado con esos temas a la Universidad de La Habana. En este tiempo di mis primeros pasos en algo que me apasiona y es la formación de los maestros”.

En 1987 el profe llegó a Las Tunas, quería probar otros aires y aquí los halló al punto de que ha permanecido laborando 34 años entre nosotros. En estas tierras se hizo doctor en Ciencias de la mano de la prestigiosa catedrática Rita Marina Álvarez de Zayas, que le había abierto las puertas de la investigación desde mucho antes, en los años aquellos en que para llegar a esta especialidad había que ser más consagrado que joven; pero él, pura entrega, siempre rompió estereotipos.

Comenzó en Las Tunas de profesor de Historia y de Didáctica de la Historia, esta última, una asignatura pendiente de maestros por aquí, y venían expertos desde Holguín a impartirla. Pero ya José Ignacio en eso también tenía camino andado, era necesario.

Ha consagrado lo mejor de su trabajo a la formación de maestros y, nadie lo dude, es un referente de buenas prácticas en el país. Converse si quiere con alguno de los más de 200 docentes que se han hecho doctores en Ciencias a su vera en muchos sitios de Cuba. Todo un privilegio.

Allí, en la brisa agradable de la sala de su casa, hablamos de su gusto por los deportes y la pasión desmedida por la lectura, algo que le viene de familia. Y entonces contó de su padre, autodidacta en esos temas, y de su hermana, la profesora de Inglés que terminaba los libros mientras él la vigilaba para entonces devorarlos a destiempo. Así llegó joven a Shakespeare, a Villaverde y a muchos enconados escritores, lo mismo de novelas, cuentos, poesías que de controversiales artículos de prensa.

Descubrió al ballet un día, cuando alguien lo invitó a ver danzar a la mismísima Alicia Alonso, en el Gran Teatro de La Habana, y ya nunca más pudo divorciarse del mundillo mágico de los tutús y las volteretas. Sí, es un hombre de la cultura.

“Adoro visitar museos, dentro y fuera de Cuba. He estado en el Louvre, de París; en el museo del Prado, en Madrid, y en casi todos los que existen aquí, especialmente los que tienen vínculos directos con la historia, me encantan.

“Tengo como un tesoro mi viaje a la Universidad de Zaragoza, en España. Allí me llevaron hasta el expediente original de estudiante de José Martí y hasta me permitieron tocarlo. Soy un furibundo martiano y fidelista; ver la firma del Maestro, palpar el documento, no te puedo explicar la cantidad de emociones que se me unieron en ese momento. Es algo que les han permitido a muy pocas personas y yo llegué hasta allí, hasta esos espacios, de la mano de mi profesión. Es un orgullo”.

José Ignacio es, desde hace seis años, presidente de la Comisión de Grado Científico de la Universidad de Las Tunas. Antes, durante más de una década, dirigió los destinos del Centro de Estudios Pedagógicos y ha cumplido otras muchas funciones dentro de la academia.

“La gente dice que no le gusta discutir esas cosas conmigo, porque yo siempre sostengo que no existe mejor profesión que la que yo desempeño. No me imagino haciendo otra cosa. La Educación es la madre de todas las profesiones. Y eso es algo que he sostenido dentro y fuera de Cuba, siempre.

“He adquirido virtudes como ser humano dentro del magisterio y me ha dado muchas satisfacciones en el camino. Es bueno insistir en que el premio me lo han entregado a mí y estoy feliz, pero junto conmigo, hay muchos enamorados. Profesionales valiosos que se lo han creído, lo han tomado en serio y, sin ellos, nada se habría conseguido aquí. Estoy seguro de eso”.

Tiene el don de ser maestro en cada lugar, a toda hora, como una especie de fe de vida. Y se siente pletórico cuando ve a muchachos que llegan a las aulas con muchas lagunas y los ojitos asustados y luego, a base de empeño, se crecen y llegan a ser sus compañeros de trabajo y le enseñan, porque cada jornada es una excusa para aprender.

Conoce de la valiosa tradición educativa en Cuba. Le preguntamos por eso y por los dilemas de la actualidad. Insiste en que hay muchos factores que se entrelazan, mas se arriesga a compartir con nosotros algunas ideas.

“En los últimos años no siempre se escoge para maestro a la persona que está en mejores condiciones de hacerlo. Y eso pasa también por una presión familiar, porque en las casas muchas veces los padres no quieren que sus hijos buenos estudien para maestros; sin embargo, sí quieren a un buen maestro para sus hijos.

“Y los que tienen la disposición, en muchos casos, traen grandes lagunas culturales. Entre ellos están los que se esfuerzan, porque con tesón, todo se logra y los que no lo hacen. Depende también de los profesores universitarios el motivarlos. Quizás llegan etiquetados en el plano de intelecto bajo, nivel de mediocridad y no se lo creen totalmente. Hay que ayudarlos; los hay valiosísimos.

“Por otro lado están las personas que no han sido dotadas de las herramientas que son necesarias para aprender a aprender e, incluso, para descubrir que pueden cultivarse más de lo que lo han hecho hasta ahora.

“En el caso de Cuba, sucede además, en la medida en que hemos crecido como población tenemos más maestros. Ya cuando estás buscando más corres ciertos riesgos. Y entonces llegan a una escuela y no encuentran un ambiente favorable en ese sentido en todos los lugares y marca muchísimo y estoy hablando de escuelas que se esfuerzan por hacer las cosas bien.

“Es necesario elevar la calidad de la formación de los maestros todo el tiempo, tanto de los que están egresando como de los que están en ejercicio y necesitan superarse constantemente.

“Ahora hay una competencia muy grande con Internet. Ya la escuela no siempre trae la novedad; un muchacho que ve los documentales interesantes que pone, por ejemplo, Multivisión, o se acostumbra a buscar información de ese tipo tiene datos al alcance de la mano que no siempre conoce el maestro. Entonces, no se pueden utilizar los mismos métodos.

"Por otro lado, la familia escucha al niño y no oye lo que dice el maestro, les dan abiertamente la razón a los alumnos. Los maestros, a juicio de muchos, han perdido su prestigio; yo creo que el prestigio te lo tienes que dar tú, en todo momento. Hay que actuar como maestro en todo momento.

“Tenemos mucha superación montada, pero no siempre somos capaces de mantener, de sostener toda esa capacitación en la escuela, en la sociedad. Es este un tema peliagudo, con muchas aristas; estos son, apenas, algunos esbozos”.