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Las Tunas.- Conversar con el doctor Fernando Reyes Bauza, cercano ya el Día de la Medicina Latinoamericana es, para mí, una satisfacción infinita. Confieso que me senté nerviosa en el cómodo balance de la sala de su casa y que las preguntas se me enmarañaron frente a su sonrisa sobria, alejada del cariño habitual de diálogos triviales.

Porque no estaba delante del padre de Nandy y Alejandrito, tampoco hablando con el "tío" que me regaló la adolescencia. El hombre sentado a mi lado es ese, sí, pero también el ortopédico virtuoso que se hizo médico en 1984, especialista por vía directa en 1987 y desde entonces, con altibajos, como cualquiera, ha tejido una carrera brillante de servicios desde el hospital pediátrico Mártires de Las Tunas. Si usted, querido lector, es de los que han necesitado de sus manos, de seguro confirma mi punto de vista.

"Profesor de todos nosotros, que lamentablemente falleció, fue Fernando López y está Héctor Carrillo, que es igualmente nuestro maestro y se mantiene aquí. Después les seguimos Mario Milanés (ya jubilado), Delfín Teruel, en Puerto Padre, y yo. Somos los de más años en activo dentro de la Ortopedia en el territorio. Y sí, creo que hemos aportado algo en la formación de los ortopédicos tuneros".

Me habla de los que no están en Cuba, de quienes iniciaron aquí la Pediatría, de los que han encontrado su espacio en otras provincias; y en los ojos se le descubre la nostalgia en un resorte escondido allá, en lo más íntimo de la memoria.

"En algunas ocasiones se crean lazos con los pacientes que trascienden el hospital y nos volvemos amigos, familia, pero cada caso te marca la vida un poquito; hay algunos que lo hacen de manera especial. Entre ellos, los niños minusválidos, discapacitados, que tú logras mejorarles la marcha, y los haces sonreír, eso no se paga con nada. Tengo un pequeño en Manatí, por ejemplo, que llegó a mí caminando con las rodillas y ya anda, con sus pies. Y uno siente tanta alegría cuando lo ve, es el regocijo por las cosas lindas de la Pediatría.

"Igual hay tragos amargos, como cuando diagnosticas a un infante con un tumor maligno o tienes que amputarle un miembro…, son momentos muy duros, te quedan grabados".

Fernando me dice que la profesión es como una cadena, en todas partes tienes algo que aportar. Si toca Cuerpo de Guardia, pues se ayuda al que llega y se alivia el dolor; si es en la consulta, está el gusto de ver la evolución tras una cirugía y así. Aunque si habla del salón de operaciones utiliza una palabra sonora: "fascinante", y los ojos le brillan con la satisfacción a flor de piel mientras lo repite: "El salón es fascinante" y calla. No necesita más para que yo entienda el aluvión de vida que se genera cuando el hombre se halla solo, aunque rodeado de colaboradores, frente al cuerpo lastimado que más lo necesita.

Interrumpo sus cavilaciones: ¿Qué hace falta, a su juicio, para ser un buen médico en la Cuba del siglo XXI? "Lo primero es la sensibilidad humana, para mí ese constituye el pilar más importante, hay que sentir por la otra persona que viene a ti porque tiene un problema y eso es lo fundamental; después está la dedicación que tengas y el empeño de hacer cada día mejor tu labor. Porque constantemente estás aprendiendo, aunque los años te pasen por arriba, tienes que dedicarte a la profesión y dar siempre lo mejor de ti".

Generaciones completas de médicos en la provincia lo llaman profe. Tiene tres misiones internacionalistas que avalan sus criterios y lo han hecho crecer en sensibilidad y sapiencia; por si no bastara, miles de niños con una vida más llevadera que él ha ayudado a forjar sin extravagancias, sin espera de medallas, con fe.
Así son los buenos médicos cubanos, los "imprescindibles" en este mundo enfermo donde marcan la diferencia; al menos lo hacen los muchos que son como él y se alistan para, este 3 de Diciembre, seguir haciendo su parte del deber.

 

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