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Este jueves arranca oficialmente la nueva legislatura, sin que se sepa si el presidente socialista Pedro Sánchez o el derechista Alberto Núñez Feijóo podrán formar gobierno.

La batalla por el poder en España entra en una etapa crucial este jueves con el arranque oficial la nueva legislatura, sin que se sepa si el presidente socialista Pedro Sánchez o el opositor derechista Alberto Núñez Feijóo lograrán formar gobierno o habrá que repetir las elecciones.

Los comicios del pasado 23 de julio se saldaron con unos resultados endiablados en un país donde no gobierna quien recibe más votos sino quien logra una mayoría parlamentaria de 176 diputados en primera votación, o más "síes" que "noes" en segunda ronda, donde cobran importancia las abstenciones.

Y, en ese caso, la aritmética a simple vista no cuadra.

"Han dinamitado todos los puentes". 

Feijóo, del derechista Partido Popular (PP), logró 137 de los 350 escaños, pero ni sumando al ultraderechista Vox ni a otros dos pequeños partidos conservadores regionales podría ser investido, aunque él insiste en que sí puede.

En el PP "desde las elecciones están en estado de shock, porque fueron víctimas de su propia propaganda (...). Han dinamitado todos los puentes con cualquier partido más allá de Vox", dijo Sánchez este miércoles.

Sánchez, del PSOE, quedó segundo, con 121 escaños. El socialista cuenta con los diputados de la coalición progresista Sumar y el respaldo entre los partidos nacionalistas e independentistas catalanes, vascos y gallegos, que jamás apoyarían a Feijóo.

Pero su eventual investidura, que implicaría un heterogéneo apoyo que podría dificultarle la gobernabilidad, dependerá en buena parte del líder independentista catalán Carles Puigdemont, que vive exiliado en Bruselas desde el intento fallido de secesión de esa comunidad autónoma del nordeste, en 2017.

"Sube la subasta"

Su partido, Junts per Catalunya, heredero de la derecha nacionalista, logró siete diputados y ahora Puigdemont acapara todos los focos mediáticos.

Para muchos, resulta irónico que el considerado principal "enemigo" de la unidad de España, tenga en sus manos el destino del Gobierno.

Y porque sus exigencias, que ha dejado entrever a cambio de su apoyo o abstención, son muy altas: la amnistía para todos los procesados tras el fallido intento de secesión y un referéndum de autodeterminación pactado con Madrid.

Un precio que, en principio, es inasumible para Sánchez, sobre todo en cuestión del referéndum.

"Encarar una negociación a través de declaraciones públicas es nuestra opción. Tal vez por eso, a medida que se acercan días decisivos, como este 17, crece el nerviosismo y sube la subasta", escribió el lunes Puigdemont, en un enigmático mensaje en las redes sociales.

Este miércoles, dijo que "los puntos cardinales" de su posición no han cambiado y que desde su partido "no tiene ninguna confianza en los partidos políticos españoles".

Si no hay acuerdo, tendrían que ser convocadas nuevas elecciones, algo que no le interesa a ninguno de los dos.

Semanas ajetreadas por delante

Este jueves, los legisladores electos tomarán posesión de sus escaños y procederán a elegir a los integrantes de la Mesa del Congreso, el órgano rector de la Cámara.

Esa votación está despertando mucho interés, porque se considera un preludio de la votación para la investidura del presidente del Gobierno. Por ello, hay mucha expectativa sobre qué votará el partido de Puigdemont.

A partir de ahí, entra en juego el rey Felipe VI, quien la semana que viene hará una ronda de consultas con todos los partidos para decidir a quién propone para que intente ser investido en una sesión el Congreso, lo que previsiblemente podría ocurrir la primera semana de septiembre.

Si el elegido no logra ser investido en dos votaciones, el Rey propondrá otro nombre. Si en el plazo de dos meses desde la primera votación ningún candidato lo logra, automáticamente se convocan elecciones. En ese caso se celebrarían antes de Navidad.