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La cotidianidad del maltrato

Las Tunas.- Ante los ojos del mundo, los cubanos llevamos la alegría a flor de piel, de igual manera la empatía y esa necesidad imperiosa de ayudar a los más necesitados; sin embargo, en una mirada más a la génesis, en nuestras calles habitan acciones en dirección contraria a lo anterior. Las malas caras, el desinterés y los maltratos, a través de sus diferentes facetas, abundan en espacios tan frecuentes como las extensas colas o servicios públicos.

Tal problemática se presenta con múltiples escenarios, con diversos protagonistas, junto al silencio cómplice de las masas que en innumerables ocasiones hacen la vista a otro lado. Si bien la actualidad del país acumula preocupaciones alrededor de cada individuo, ya sea por los incómodos apagones, el alza de las monedas extranjeras y con ello el alto precio de los productos, por citar algunos ejemplos, ninguna de esas tensiones limita el desarrollo interpersonal.

El rostro más desolador del asunto radica en que son los adultos mayores o personas desorientadas las principales víctimas, como si fuera un ataque hacia los más indefensos, mientras la razón recae en aquellos con mayor capacidad de vociferar, gesticular o lanzar los insultos más hirientes.

La reflexión surge sin contratiempos, si esta resulta una realidad en la Cuba de hoy, ¿hacia dónde marcha la sociedad? Las quejas parecen encontrar final en una caja de cualquier oficina, un limbo donde los problemas continúan, incluso toman fuerza, y vendrán nuevos disgustos. La ruta va encaminada en hacer, por encima del decir, con la participación de los organismos implicados.

¿Quién no ha sido partícipe, en cualquier posición, de estos sucesos? ¿Qué ha hecho al respecto? Las respuestas no van a llegar a la redacción del periódico, más bien estas líneas buscan que usted, lector, las responda para sí, con la esperanza de un cambio en un panorama con tendencia a la agresividad.

Para hacerle frente a la creciente dinámica de carácter negativo, basta aferrarse a los valores distintivos de los nacidos en esta tierra, retomar desde las familias la bondad del alma en cuanto al buen obrar, el adecuado comportamiento y concepciones morales, sin demeritar la capacidad del diálogo como punta de lanza. Impulsos vitales a la hora de devolver a la cúspide social la interacción educada, fórmula válida para forjar el trato afable en la cotidianidad.