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bicicletasLa Habana.- El ciclismo es uno de los deportes más comercializados en el llamado Primer Mundo, cada día una vuelta, un giro, un tour, generan ganancias, entretenimiento y proezas atléticas. Sin embargo, más allá del deporte, las bielas y los pedales merecen un lugar en la agenda pública en los días que viven los cubanos.

Carencia, combustible, transporte, energía, Trump, aquí no se rinde nadie, palabras que suenan con más frecuencia en ciudades y campos de un país que resiste y triunfa.

Por la mente de muchos ha pasado una bicicleta, rauda y fuerte, buena para llegar temprano al trabajo o a la clase, para llevar al elegido de la familia y el bolso que pueda llenarse en el camino; no tiene que ser nueva, no tiene que ser bonita, solo hace falta que sea.

De dónde salen las bicicletas que hay en Cuba, cuántas entran en un mes al país, cuál es el precio promedio, son preguntas ineludibles, la prensa tiene que hacerlas.

Las respuestas no pueden esperar mucho, y las soluciones no deben ser solo temporales.
Cuba es un país en vías de desarrollo, construye un socialismo sostenible y amigable con el medio ambiente.

En naciones desarrolladas, especialmente en Europa, hay tendencia hacia el uso y promoción de las bicicletas, con sendas y rutas establecidas para este tipo de transporte.

Cuánto puede aportar la industria nacional, cuánto podrían hacer los cuentapropistas en el fomento de estos medios, cómo incentivar económicamente la actividad y que a su vez contribuya a la economía con ahorro e ingresos, cómo adquirir por crédito una bicicleta.

¿No es mejor alquilar una bicicleta, que resuelve más que un pasaje de 15, 20 y 25 pesos en un taxi? ¿No es mejor para la salud, ante el estrés físico y mental, ante el tiempo y el dinero perdidos en la espera de un transporte? ¿No es mejor un nuevo servicio, que responda a una necesidad elemental, inherente y constante, un recurso conexo, que tributa a la economía y a la vida toda de una nación?