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redes sociales

Las Tunas.- Acabo de eliminar definitivamente de mis contactos en las redes sociales a un antiguo conocido. En lo personal, no me ofendió, ni me agravió, ni me atacó ni me tildó de nada. Lo hice porque me turbó la mutación cerebral que ha sufrido desde que se fue “para allá”. Ahora resulta que le alarman los destinos de Cuba, llama dictadores a sus dirigentes y -¡válgame Dios!- asegura que esta Isla indómita y rebelde no será libre hasta tanto los americanos la invadan.

Con “amigos” de esta catadura, no se precisan enemigos. ¿Habrá calculado él la atrocidad que proponen sus perturbadas neuronas? ¿Habrá reparado en el baño de sangre que, de llegar a ocurrir, una agresión así causaría? ¿Habrá pensado en la suerte que correría su propia familia, aún radicada aquí? ¿Se puede esperar algo bueno de especímenes así?

Desquiciados de tal naturaleza proliferan en el convulso mundillo de la red de redes. Merodean como guapetones por sus plataformas en busca de camorra, jamás con argumentos y siempre con un embuste en el directo. Son resentidos crónicos, con quienes no vale la pena gastar pólvora. Su irracionalidad ni siquiera merece el beneficio de la polémica.

Ciertamente, el tema cubano obsesiona y perturba el sueño de algunos en la otra orilla del estrecho, en especial de sus sectores más recalcitrantes. Nada de lo que se hace por acá les parece correcto. Ni siquiera los aciertos en el combate contra la Covid-19.

Basta navegar un rato por Facebook, YouTube o Twitter para confirmar con cuánta malevolencia pretenden quebrantar la desesperanza de un pueblo que, con admirable estoicismo, sortea en cada jornada los aprietos y las privaciones provocados por el gobierno al cual ellos parecen adorar.

Buena parte de la lucha ideológica actual tiene como teatro de operaciones las redes sociales. Los cubanos que, como el clásico capitán Araña, sueñan con incendiar este país, pero sin ellos quemarse, permanecen agazapados a toda hora allí, en espera de que aparezca alguna noticia buena sobre Cuba para atacarla y descalificarla. O, como mi antiguo conocido, para proponer una invasión militar a la tierra donde un día, equivocadamente, nacieron.

Jamás se ha atacado a Cuba con tantas falsedades. Nunca la tozudez por destruirla alcanzó rango mayor. Han apelado a todos los recursos. Tiempo atrás leí en un foro que un hombre fue despedido de su empleo en un banco de Miami porque su gerente descubrió que había dado “Me gusta” a una página simpatizante de la Revolución Cubana. Después de este (mal) ejemplo, ya nada puede sorprender. Ni siquiera la absurda propuesta de una invasión a Cuba del antiguo conocido a quien eliminé de mis contactos.