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producto IBLa Habana.- En 2018 el Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba fue estimado con un crecimiento del 1,2 por ciento, lo cual, si bien trajo la buena nueva de que la economía nacional no se contrajo, igual no fue capaz de crecer lo suficiente para promover el desarrollo de la estructura económica nacional, un objetivo cumplible si los ritmos sobrepasan el siete por ciento anual, de acuerdo con expertos.

No obstante, cuando la noticia es presentada por los medios, inmediatamente asalta la pregunta: ¿dónde está ese crecimiento del PIB en mi economía familiar?

Se trata de un cuestionamiento lógico, aunque es como pedirle peras al olmo, porque este índice no fue concebido para medir la microeconomía, sino para contabilizar la producción de los bienes y los servicios de un país en un cierto periodo. Fue creado por el economista Simon Kuznets durante la Gran Depresión de Estados Unidos en la década de 1930, y luego de la Segunda Guerra Mundial alcanzó gran popularidad.

Muchos especialistas lo enarbolaron como el indicador ideal para medir el bienestar de los países; sin embargo, su propio creador lo cuestionó porque se convirtió en una medida de la actividad económica en la que cabía todo lo que interesaba a la producción, incluyendo lo bueno y lo malo.

Actualmente, las métricas del PIB han sido ampliamente superadas, sobre todo, porque lo que más valoran los seres humanos son servicios y productos intangibles y la insistencia en la producción y el consumismo nos ha llevado a situaciones como que en el 2018 la Humanidad gastó el equivalente 1,7 veces la cantidad de recursos naturales de la Tierra que se podían reponer en un año.

El tráfico de drogas, la prostitución, el incremento de olas de crímenes o de la contaminación ambiental, son elementos nocivos a cualquier sociedad, pero que al contabilizarse en el PIB denotan una economía en ascenso.

En el otro extremo aparecen servicios y prestaciones intangibles que impactan directamente en la calidad de vida de las personas no así en la expansión del PIB. Al respecto, el líder revolucionario Fidel Castro señaló durante un discurso al clausurar la Conferencia Mundial Diálogo de Civilizaciones. América Latina en el siglo XXI: Universalidad y Originalidad, en el Palacio de Convenciones, el 30 de marzo del 2005:

"En nuestro país no hay publicidad comercial, no, por eso todo lo que produce la televisión aporta cero PIB, los servicios de educación, de salud de Cuba y de recreación tienen casi cero PIB, porque son gratuitos, no se cuentan; de esa forma una tonelada de cemento puede valer más que una vida. Alguien puede salvar una vida, porque a lo mejor un médico le hizo que latiera de nuevo el corazón y dio tiempo a que llegara a un hospital, eso vale menos que una tonelada de cemento, porque eso no aportó nada al PIB".

En ese sentido, en el 2010 la Comisión Internacional sobre la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social publicó el informe Medir nuestras vidas: las limitaciones del PIB como indicador de progreso, en el cual señaló que este indicador circunscribe el bienestar al éxito material e introduce distorsiones en las políticas gubernamentales para elevar la calidad de vida de las personas.

Otro estudio presentado en el VI Foro Mundial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sobre Estadística, Conocimiento y Políticas, evidenció la relación opuesta entre crecimiento del PIB y desigualdad y falta de sostenibilidad, evidenciando que en naciones con grandes crecimientos sostenidos se aprecia un incremento del daño al medio ambiente y la aparición de brechas de riqueza y trampas de desigualdad.

Varias organizaciones internacionales y territorios han intentado consolidar otras formas de medir el éxito de una economía con el ánimo de proponer políticas orientadas a incrementar realmente el bienestar de las sociedades sobre la base de la sostenibilidad y la equidad social.

Por ejemplo, en el 2018 el Banco Mundial lanzó el indicador conocido como Índice de Capital Humano que clasifica a los países de acuerdo con cuánto invierten en sus juventudes. Para su métrica de 157 países, la institución estudió la cantidad y calidad de la educación que se ofrece a los niños, así como la tasa de mortalidad entre los menores de cinco años, entre otras variables.

La OCDE en 2013 lanzó su Índice para una Vida Mejor, formado por una variedad de métricas que reflejan mejor aquello que constituye y promueve el bienestar como, por ejemplo, la salud, la educación, el acceso y la calidad del empleo, la seguridad, la satisfacción, el balance vida-trabajo e ingresos, entre otros.

Otro indicador alternativo lo constituye el Índice del Desarrollo Humano, que surgió en 1990 a instancias de un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en el cual se incluyen parámetros como la esperanza de vida al nacer, años promedio de escolaridad y años esperados de escolarización e ingreso familiar disponible o consumo per cápita.

Mientras economistas, científicos sociales y estadísticos buscan una manera de evaluar de manera más real el efecto de la macroeconomía, en el bienestar y la calidad de vida de la población, todo apunta a que es un error circunscribirlo al éxito material o el incremento del consumo individual.

Esa realidad se materializa en Cuba bajo el enfoque de un Estado cuyo presupuesto, en más de un 50 por ciento, se destina a los servicios sociales, que son gratuitos y universales. La reparación de hospitales y la introducción de nuevas tecnologías, la rehabilitación de escuelas y la asistencia social, e incluso, los subsidios de servicios y productos, son prestaciones que no solo se mantienen, sino que cada año reciben un incremento para que mejore su calidad.

Esto se desvirtúa si los dineros invertidos se van por el caño de la mala calidad o la corrupción.

Si se aspira a evaluar o medir el bienestar y la calidad de vida necesariamente hay que salir de los marcos estrechos del crecimiento económico personal y buscar en la sociedad la mejoría de los servicios, un mayor acceso a las oportunidades y garantías para la sostenibilidad de nuestros derechos y su continua ampliación.