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Las Tunas.- Noté su presencia por el corte de las buganvilias y la tierra removida y limpia de los contenes. Pensé, y no fui la única, “por aquí anda un nuevo jardinero”.

En efecto, una mañana lo vi. Apenas levantaba los ojos del suelo y el interés y el amor le corrían como el sudor que mojaba su camisa. Ese hombre, de aspecto bonachón y serio, convertía en otras las áreas verdes de la avenida Primero de Enero, en el reparto Santos, de esta ciudad.

Desde entonces, sentí deseos de acercarme y lo observé. No era simple rutina laboral sacar, con sus propias manos, cada piedra o suciedad que afeara las largas jardineras de la también “estirada” calle y, menos, volver en la tarde, con el sol del mediodía pegado en la cabeza, a continuar lo pendiente y relimpiar lo que pudo ensuciarse. En él, muchas palabras bonitas y buenas virtudes hacen la conjugación perfecta.
jardineroLos recuerdos de su natal "Jesús Menéndez" le llenan los ojos a la primera pregunta. Trece y más años en trabajos de silvicultura dentro de la brigada de Paso Pata, de la Empresa Forestal de ese municipio, le hicieron conocer los bosques y sentir el influjo de las plantas…

"Hicimos muchas actividades como obrero silvícola. Cumplíamos ciclos de tratamiento y mantenimiento a las plantaciones; sembramos, cortamos leña y fabricamos carbón. Trabajábamos en varias funciones y eso me enseñó a conocer mucho de las diferentes especies que teníamos allí, unas con más desarrollo que otras", dice en ese tono sereno que denuncia su humildad.

Mueve poco las manos, dadas al empeño fuerte, campesino. No es parco, pero tampoco parlanchín. Es cordial y una siente que tiene delante a un ser sincero.

 "Llevo solo un año trabajando en Servicios Comunales. Cuando vine para Las Tunas me propusieron incorporarme a esta empresa y como uno está acostumbrado a trabajar, pues acepté. Me ubicaron en las áreas verdes de la Zona 3, por los alrededores del telecentro TunasVisión. Allí estuve unos ocho meses. Y luego aquí, en la Zona 5.

 “La jardinería como tal, en cursos u otra superación, nunca la estudié, pero me gusta hacer bien mi labor, tener resultados, sentirme a gusto conmigo mismo. Esta avenida estaba mal atendida y me propuse cambiarla. Ya hoy la comunidad lo nota y va tomando conciencia de la necesidad y lo bonito que es vivir en un lugar agradable.

“Ya puedo decir que los vecinos me sienten parte suyo. Guardo con gratitud el gesto de Rafael Mancebo, quien me dio una tijera de podar que era de su papá. Uno usa machete, y aun cuando el trabajo es más rápido, eso maltrata la planta. Con la tijera puedo hacer cortes y redondear con más arte, te quedan más bonitos. Eso es lo que hago, sentir cada planta mía, enseñar que los árboles no se arrancan, porque a inicios sembré unas palmitas y las sacaron. Ya no, hasta dejaron de botar la basura en las aceras y los bajos de los edificios, eso se ha controlado. Toda esa suciedad caía en los jardines”.

Hace una pausa. Aprovechamos para mirar a “Isora”, otra especie ornamental que distingue a la “Primero de Enero” y conocida también como Cruz de Malta, Coralillo o Santa Rita. Sus tiernas flores rojas lo cautivan y dice que es muy agradecida. Igual me cuenta de cuando muy joven, con 17 años de edad, comenzó su vida laboral en una granja de ganado ovino. Los animales sí agradecen lo que haces por ellos -asegura-. Los árboles igual, pero es un proceso más paciente, recalca. Y eso vino por aquello de que si hablarles a las flores las hace brotar más rápido.

“No creo eso, lo he escuchado pocas veces. Yo no les converso. Yo les doy atención, como debe ser. Y sí, todo lo que recibe amor te lo devuelve. Este trabajo mío es más notable porque los barrenderos hacen bien el suyo, las dos cosas se complementan y la avenida se ve limpia y florida, con un estilo.

“También las personas deben ayudar a cuidar los espacios donde viven. Es salud, alegría, motivación. Yo estoy muy contento. Me siento útil y feliz conmigo mismo. Nunca quisiera que me cambiaran de zona, mas eso no depende de mí. Quiero ver crecer las palmas que sembré hace poco”.

Lo imagino coger su bicicleta al filo de las 6:00 de la mañana, una hora después de sus madrugadas cotidianas, quizás con su entrañable “Jesús Menéndez” en la cabeza y el tiempo en que no lo visita. Para él también el injusto bloqueo y la pandemia de la Covid-19 son esquinas rotas que aprietan el alma y complican los días. Se acaban las preguntas. Toma su paso firme y va allí, a las buganvilias que lo esperan del otro lado de la acera. Cierto, caramba, este hombre llamado Dune Félix Carralero Pérez merece el honorable título de jardinero. Mi jardinero.

 

 

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