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Las Tunas.- Este 12 de junio el cielo recibió con versos a Tomasita Quiala. Su muerte ha sido un portazo en el corazón de Cuba. En las lágrimas de Emiliano Sardiñas, con el que dialogué por Messenger, en las frases de miles de cubanos a lo largo y ancho de este país-caimán, en aquellos que -sin apenas dominar la espinela-, le escriben una estrofa. ¡Qué mejor manera de honrarla! En esos y otros casos, vive "la negra" que hoy "robara" las palabras al Poeta de la Mochila.

La tristeza que emana de la partida de esa mujer-luz hizo que Jorge Luis Torres Tamayo, por ejemplo, escribiera la primera décima de su vida, titulada Adiós a una tórtola. Versos que expresan el sentir de muchos poetas y aquellos que no lo son, pero comparten el sentimiento. Así dice su inspiración hecha poesía: "Ha partido Tomasita,/ pero nos deja su canto,/ nos deja su dulce encanto/ nuestra querida cieguita./ Tierna como tortolita/ que vuela por la manigua,/ disfrutando la contigua/ controversia de las aves,/ cuando de sobra lo sabes,/ es tu voz la más antigua".

Tomasita dijo adiós sin decirlo y ahora vuela multiplicada en composiciones de incontables rapsodas que saben que fue para muchos, como confesó en un artículo una vez Alexis Díaz Pimienta: "… la Alondra de La Lisa, la Novia de Canarias, la Reina del Repentismo, la fenómena, la repentista cubana que más he admirado…".

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Por eso no extraña que a solo segundos de mi llamada Guillermo Castillo Vega me enviara su tributo en octosílaba rima: "No te marchas Tomasita/ -voz de la improvisación-/ el canto hecho tradición/ de un pueblo te necesita./ La Cucalambeana cita / tus bendiciones reclama./ Y hoy que tu voz le derrama/ lágrimas al infinito/ reinarás en El Cornito/ como una Flor de Birama".

O que su colega Dimitri Tamayo, embadurnado de grasa de motor, dejara a un lado su vehículo porque "cómo no hacerlo. Conocí a Tomasita en El Cornito, alrededor del año 1988, y puedo asegurarte que era la misma improvisadora que hasta estos días. Luego coincidimos en eventos realizados en Matanzas, La Habana, Camagüey…, y hasta Veracruz, México. Esa vez, en tierra azteca, le serví de guía. Hoy, donde quiera que se encuentre esta amiga, lleguen nuestros abrazos".

Luego, por supuesto, vendría su "viajera peninsular" a hacerse eco del alma herida y la nombró Dimitri Última carta a la muerte: "Por qué a Tomasita Quiala,/ a ella, la enviada de Dios,/ la última rosa con voz,/ la de mi sinsonte, un ala./ La más genuina bengala/ cuando tejía suspiros, / la reina de estos retiros./ Desde tu instinto rapaz, / muerte desde ahora estás / en deuda con los guajiros".

También Antonio Luque anda de luto y así lo expresa (fragmento): "El verso vuela muy alto,/ anda triste por encima,/ brotan lágrimas del cielo/ y te llueven, Tomasita/ Las veredas del guateque/ visten de negro enseguida,/ lloran guitarra y laúd/ como por cuerdas partidas./ Los bardos cantan tonadas/ bajo esta tarde plomiza (…)".

A Tomasita podría escribírsele no una, sino millones de décimas. Su ejemplo y carisma, su manera natural de improvisar con una velocidad increíble, empleando las más asombrosas técnicas, su forma de virar al revés la estrofa nacional, su humor criollo…, tantas cosas, la harán -sin dudas- una artista imperecedera.

Podría hablar de su Premio Nacional de Cultura Comunitaria o de sus distinciones el Bastón de Cristal, la Réplica del Machete de Máximo Gómez, el Sello por la Rehabilitación de la Asociación Nacional del Ciego…, pero -por encima de su insondable palmarés- está el amor de este pueblo; eso ni la muerte lo puede borrar.