Las Tunas.- “Antes los paños eran más finos y por tanto menos resistentes al fuego constante al que son sometidos. Duraban menos, alrededor de una zafra”, recuerda Uliser Sánchez De la Torre, trabajador de la unidad empresarial de base (UEB) Talleres y Desmonte Azutecnia Las Tunas, donde la zafra sigue con acciones que apoyan las reparaciones en ristre con vistas a la próxima zafra en el país, a la que tributa este colectivo.
“Entonces, abunda, el técnico Yoel Elías Oliva le aumentó el grosor y ahora se pueden utilizar tres años y a veces más tiempo”, celebra Sánchez, “aunque, reconoce, hemos perdido la oportunidad de ingresos por esas producciones que antes por su rápido deterioro eran casi permanentes”.
Y ni él ni sus compañeros de faena en el área de fundición lo lamentan, porque “en la situación de nuestra economía abogamos por soluciones duraderas, aunque lleven esa restricción”, sostiene convencido y sus colegas lo secundan.
Así describe la suerte corrida por las plaquetas para las calderas de los ingenios azucareros, un aditamento expuesto constantemente a muy altas temperaturas y cuya fabricación requiere de recursos que no siempre están a mano, algunos de importación.
PENSANDO EN LA ZAFRA QUE VIENE...
En esa fábrica el proceso productivo recibe el impacto de los apagones, frecuentes en estos tiempos, y las limitaciones de algunos de los más de 30 insumos que requieren como, por ejemplo, el carbón coque (importado), y la falta de combustible para el trasiego de arena sílice, piedra caliza y la chatarra desde las fuentes proveedoras, confirma Jorge Luis Soto Cutiño, jefe del colectivo laboral del taller de fundición.
Mientras tanto, “vamos haciendo lo que las condiciones objetivas nos permiten”, exalta, y afirma que, como parte de los preparativos de la contienda 2024-2025, en las últimas jornadas han fabricado más de 200 de las plaquetas mencionadas con destino a industrias de Las Tunas y Cienfuegos, zapatas para frenos de locomotoras y de carros jaula, y chumaceras para gradas 3 500.
Reseñó que las interrupciones ocasionadas por los inconvenientes mencionados -apagones y falta de combustible y otros recursos- no minan el espíritu de trabajo, ellos reorientan su entusiasmo y deseos de hacer hacia otras áreas de la UEB con contenido, que incluye, también, el incipiente programa de producción de alimentos que fomentan en sus alrededores.
LA UTILIDAD DE LOS DESECHOS...
Otros valores que distinguen al colectivo son su sentido de pertenencia y el amor a lo que hacen, y que devienen base de la estabilidad de su fuerza laboral, de una permanencia contra viento y marea que no laceran salarios que no compensan, en su totalidad, las necesidades básicas.
Empero, “tenemos una plantilla de 17 plazas y hay 16 ocupadas”, pondera Soto Cutiño, y elogia la constancia del grupo que dirige y de él mismo, que hace 20 años comparte faenas en esa fábrica con otros veteranos como el auxiliar de fundición Alcibiades Murillo (34 años) y Uliser (31 años), entre otros de larga data en estos menesteres.
Y las razones se deducen en la satisfacción con la que describen trabajos que trascienden la zafra: “Las esculturas de los generales tuneros que están en un salón de la Plaza de la Revolución Mayor General Vicente García González y las letras de bronce puestas en la fachada las fundimos aquí”, aseguraron con un orgullo que no les cabe en el pecho.
Hablaron con la misma pasión de otras producciones que distinguen sitios de la ciudad, como las rejillas del sistema de alcantarillado citadino y de las bases de hierro de bancos para los parques, aunque lamentaron que en muchos casos esos elementos del patrimonio colectivo hayan sido sustraídos para darles otros usos.
“Es muy grato trabajar con chatarras y objetos inservibles y transformarlos en medios útiles en otras aplicaciones. Esa alegría no nos las quita nadie”, sentenció Soto Cutiño, con la aprobación de sus compañeros presentes en el diálogo.
¿OTROS INCONVENIENTES?
A las carencias citadas se suman otras, dijeron los entrevistados, que tienen cierta carga de subjetividad. Al respecto, recordaron que cuando existía el Ministerio del Azúcar (Minaz) reinaba una mejor organización que les aseguraba, desde las propias entidades del sector, la chatarra necesaria para sostener las producciones, y ahora dependen mucho de la autogestión.
También, remarcaron, hay cierta incertidumbre en torno a la demanda que le impide una mejor planificación de la producción, que antes hacían de manera continua y con apego a las solicitudes previas de sus clientes en todo el país.