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Ana veterana enfermera del hospital

El personal de Enfermería tiene sobre sí el alma de un hospital. ¡Si lo sabrá esta entrevistada de 26! De sus vivencias nos narra, justo cuando su centro de labor, el "Guevara", cumple 45 años

Las Tunas.- Era una niña de mediana estatura cuando tuvo por primera vez a una enfermera delante. En su memoria, la ha inmortalizado alta, hermosa, con un uniforme del mismo blanco escondido dentro de los ojos. La vio cruzarse en su camino, entre risas, y seguir…, pero aquello fue como un convite sin palabras. Ana del Rosario Rodríguez Meriño supo que ella también calzaría los zapatos a ras del suelo.

Con más de siete décadas agujereando las energías de antaño, la encuentro todavía en el Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara de la Serna. Trae entre manos las historias de los pacientes de la sala de Angiología. Pero mucho más adentro, lleva la profesión como filosofía de vida, "al final, este es el oficio más sensible del mundo".

"Tenía 17 años cuando comencé a trabajar; imagínese, era una niña. Me acuerdo que como no llegaba a la edad laboral ni siquiera tenía salario. Esa primera etapa se consideraba como adiestramiento. Yo estaba tan entusiasmada que no quería regresar a la casa.

"Me ubicaron primeramente en la maternidad provincial. Quedaba en lo que hoy es el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología. Al inicio tenía mil reservas, temor y hasta preocupación por hacer las cosas mal; fui aprendiendo el oficio guiándome por las enfermeras más viejas. ¡Qué lindo era aquello!

"Para una adolescente ver a un niño llegar al mundo era algo increíble. Después empecé a conocer la importancia de mi faena y a adelantarme a los pedidos de los médicos, pero claro, ese conocimiento requirió años y experiencia, y guardias nocturnas interminables".

OTRO HOGAR

Allá por el año 1980, cuando Las Tunas tuvo la suerte de contar con una institución hospitalaria tan grande como el "Guevara", el llamado a los profesionales de la Salud se extendió por todas partes. Eran tiempos de construir desde cero servicios de vital impacto en la población. Ana no ignoró la convocatoria.

"No se me olvidará que cuando entré por primera vez tuve la impresión de que la instalación era inmensa. Todo estaba nuevo, reluciente, los equipos los estrenamos nosotras. Pero hacía falta demasiado personal para hacerle frente a tamaña carga asistencial.

"No te voy a mentir, perdí la cuenta de la cantidad de veces que tuve que doblar turnos y hasta triplicar. Por esa época me sentía extraña en mi casa porque pasaba la mayor parte del día en el hospital. Yo ya tenía una escuela rigurosa, pues había sido elegida para una misión internacionalista en Irak; esa experiencia te cambia, ahí me hice enfermera a la fuerza.

"Mis inicios en el 'Guevara' me recordaron mucho los días de Irak. Sobre todo porque me trasladaba hacia donde hiciera falta. Terminaba mi turno de trabajo en Cirugía y si tenía que respaldar otro servicio para allá iba.

"Debido a la necesidad vinieron enfermeras de otras provincias a apoyarnos; yo compartí con las de Santa Clara y todavía anda por aquí alguna santaclareña que decidió quedarse. Trabajamos conjuntamente y fuimos capacitándonos y aprendiendo las especificidades de nuestro desempeño.

"Desde el inicio tuve claro que esta es una profesión de amor incondicional. Una puede tener mil problemas, ahora mismo hay situaciones económicas que hacen muy difícil la vida del cubano, pero todo eso hay que dejarlo afuera y tratar al paciente con empatía.

"He dado clases en varias etapas de mi vida y más que las cuestiones técnicas, me enfoco en que los estudiantes entiendan que sin sensibilidad no se logra realizar la enfermería. Antes nosotras hasta bañábamos a los pacientes; ahora el oficio es más fácil, pero tienes que tocar al enfermo, interactuar, apoyarlo. Desde lejos no se logra un trato de excelencia".

DE VUELTA A LA COFIA

Ana se jubiló hace un tiempo y en unos meses estuvo de vuelta al hospital. "Qué va, no podía estar en la casa. Aquí tengo muchas más cosas que hacer. Enseguida me sentí útil; recuerdo que el día que me llegó el primer paciente con sangramiento digestivo nos movilizamos y cuando vino el médico ya estaba estabilizado.

"Tengo la costumbre de levantarme a las 5:00 am. Vengo bien temprano y me voy en la tarde. Mi generación se formó con ese sentido de sacrificio y la responsabilidad; ahora nos toca transmitirlo. Hoy hay mucha falta de motivación, pero los jóvenes necesitan una buena guía".

La licenciada Ana tiene cursos de posgrado y muchas acciones de superación. Conoce al dedillo una profesión que ama y respeta. Confiesa que lo que más le gusta de su oficio es el manejo del paciente, esa primera línea de trabajo.

"Lo más hermoso es cuando sabes que has contribuido a salvar la vida de un ser humano, y lo más triste, cuando tienes que participar en una mala noticia, abrazar a un familiar. Ahí a mí se me hace un nudo el alma, porque nunca nos acostumbramos a las pérdidas; el dolor no es ajeno.

"Si pienso en mi vida no tengo remordimientos. No tuve hijos porque le dediqué la juventud completa a esta institución. Pero la suerte me premió con un hijo a quien siento como si llevara mi misma sangre. No tengo deudas ni reclamos. Decidí encaminarme en la Enfermería y todavía sigo tratando de hacerlo cada vez mejor".