Las Tunas.- Era casi un muchacho cuando la Enfermería le cambió el ritmo. Recuerda verse más joven, inexperto hasta la blancura extrema de su uniforme, ataviado en historias clínicas, indicaciones y orbitando para no descuidar detalle. El doctor Aliosky Montero Cala ahora es el jefe del servicio de Terapia Intensiva en el hospital Ernesto Guevara, y sus urgencias son tan tangibles como las ganas que lo enrumbaron, definitivamente, hacia la Medicina.
Llegó a Las Tunas por otros azares, y el hijo de Mantua, Pinar del Río, confiesa que lleva la dualidad enraizada porque esta también es su tierra. Como máster en Urgencias Médicas, profesor auxiliar y presidente del Comité Académico de la especialidad, su diálogo se bifurca, pero el galeno es fiel a sus pacientes, a la vorágine de la sala y a esos segundos preciosos en los que se afianza la vida o la muerte.
"Las urgencias no piden permisos. En la capacidad de respuesta del equipo, en ver los detalles, radica la posibilidad de que un ser humano regrese a su casa. Y sabemos que hay una madre esperando noticias; que en el pasillo, allá afuera, hay familiares con el pecho roto, que el dolor de verdad está aguardando… Nunca nos desentendemos de tales realidades porque de esa sensibilidad nacen los mejores resultados".
Aliosky carga, de muchas maneras, los casos más complejos que se le han atravesado en franca lucha por la vida y con todos los pronósticos en contra. Algunos le han demandado más de 48 horas sin descansar, sin pisar su casa o siquiera un baño de por medio. Recuerda a un paciente con politrauma complejo debido a un accidente de moto. Los detalles todavía lo rondan.
"Estaba en estado crítico, en disfunción múltiple de órganos. Le hicimos complementarios de manera urgente, llamamos al cirujano que tuvo una participación fenomenal, lo llevamos al Salón de Operaciones lo más optimizado posible y actualmente está en la sala de Ortopedia esperando una cirugía de fémur.
"No hace mucho tuvimos una materna extremadamente crítica con un aborto séptico. Estos sucesos duelen mucho. La muerte es penosa, pero mucho más si ronda a una persona joven, empezando a vivir. En estos casos, nosotros luchamos con ellas, minuto a minuto. Con colegas de la especialidad de Obstetricia y Anestesiología fuimos a atender a la muchacha. Prácticamente ya estaba entregándose al Señor, pero no nos rendimos y permanecimos ahí en la cabecera de la cama.
"Le hicimos una hemodiálisis de emergencia en un momento clave y eso fue un punto de inflexión. Se recuperó, finalmente, y anda por allí feliz y despreocupada.
"Recientemente atendimos un caso con traumatismo craneoencefálico. Fue muy complejo porque ahora mismo no contamos con el tomógrafo. Asumimos muchos riesgos, pues sin las pruebas necesarias es andar a ciegas. El neurocirujano dijo que sí, lo entramos al salón y le salvamos la vida. Aun así generó preocupación, zozobra.
"Cualesquiera de estas anécdotas parece sencilla, pero no es así. Son semanas de velar a un paciente y no apartarse de su lado, porque el mínimo detalle marca la diferencia. Es un trabajo en equipo que involucra, incluso, a la auxiliar de limpieza en el resultado final. Si algo somos es una familia que cuida a los suyos siempre, sin importar que las piernas duelan, el cansancio, el sueño…".
Con el tono pausado que le caracteriza, Aliosky se despoja de los méritos y los reparte, les pone nombre. En la ecuación distingue al personal de Enfermería, "sus colegas", como les llama.
"Siempre he asumido con mucho orgullo venir de la Licenciatura en Enfermería. Es una profesión de infinito humanismo. Y la materia prima de la profesión debe ser esa parte humana que nos tiene que caracterizar a hombres y mujeres, el sentido de ayudarnos, y después, todo lo otro. Sin eso no se puede trabajar en Terapia".
LA EMERGENCIA A CAMISA QUITADA
Confiesa que en el 2016 comenzó una Maestría en Urgencias Médicas, en La Habana, que terminó por llenarlo de certezas en cuanto a la profesión. "Conocí a otros profesores del hospital Calixto García y fue como renovar la inspiración. Recuerdo que, por primera vez, estuve lidiando con urgencias en pacientes pediátricos. Esto me dejó huellas grandes, la sensibilidad de atender a niños. Es muy duro.
"Entendí que la especialidad te refuerza mucho los valores humanistas porque, como yo digo, es la última persona que verá alguien que está luchando por su vida. Y es muy gratificante poderle devolver un familiar a alguien, regresarlo a la vida cuando está prácticamente al borde de la muerte; es un hilo bien fino, y actuar certero puede hacer la diferencia. Esas mil urgencias por salvar a un paciente son mi credo, no otro.
"¿Qué he aprendido? A escuchar, sobre todo. En la Medicina hay que saber escuchar y hay que ser un comunicador por excelencia porque estamos tratando con personas diversas, que quizás no tienen el mismo nivel cultural. Entonces usted tiene que tratar de darles un mensaje sencillo y claro".
Asegura que al frente del servicio toca, además, preparar a los más jóvenes desde la sensibilidad para que entiendan que han escogido una especialidad de mucho rigor. Ese vínculo con el relevo es un reto gigante.
"De 12 residentes de primer año hoy me quedan cinco, porque esto es muy sacrificado. Y aquí el que está es porque tiene amor a la bata blanca. El que considere que cogió la carrera con un fin lucrativo o pensando que se enriquecerá o que tendrá una vida cómoda sepa que la Medicina en Cuba es sinónimo de sacrificio, es amor, entrega...
"Ahora mismo yo paso más tiempo aquí que en casa con mi familia. Y para poder estar aquí primero debo levantarme bien temprano y buscar lo que necesitan mis hijas para el día, la leche en el punto, el pan... A veces camino más de 10 kilómetros en el centro del pueblo para encontrar los alimentos, y padezco una condromalacia bilateral que me limita de cierta manera.
"El servicio te consume el día entero y no hay horario fijo. A veces llego a mi casa a las 5:00 o 6:00 de la tarde y me están llamando para que regrese por una urgencia. Hago cinco, seis, siete guardias en el mes cuando no hay maternas críticas; cuando hay, estoy prácticamente aquí todo el tiempo. Trato de educar a los jóvenes con el ejemplo, pero claro que la exigencia es sobrehumana".
OTRAS MIRADAS
Entre las experiencias más gratificantes cuenta su misión internacionalista en Trinidad y Tobago. De allí, no solo el idioma extraño le exigió al máximo, también la realidad de estar en formación; fueron muchos saberes los que le alcanzaron de repente.
"Aprendí que existían otros puntos de vista además del mío, lo cual es vital en la profesión. Uno no lo sabe todo y hay que prepararse constantemente. Por supuesto, aprendí mucho de tecnologías avanzadas, de las cuales yo no tenía ni idea.
"Allí vi, por primera vez, a una paciente con síndrome de Sheehan, algo muy infrecuente que resulta por la pérdida excesiva de sangre durante o después del parto. El sangrado extenso puede reducir el flujo de sangre a la glándula pituitaria causando daños y muerte (necrosis) a las células de la pituitaria.
"Recuerdo que la muchacha tuvo una falla endocrina, pero se suplió con hormonas sintéticas gracias al diagnóstico oportuno. Fue muy emocionante, una experiencia al límite. Las misiones aportan muchos conocimientos al personal médico, es como renovarse en la profesión, como un concentrado; y uno vuelve a su centro con más experiencia y mejores herramientas".
ANTES QUE EL MÉDICO…
Varias veces en la conversación precisa que tiene un respeto por Dios, sobre todo a la zaga de una labor en la que él siente que se cumple una voluntad más grande que la suya, que hay desenlaces que parecen milagros y otros que son el doble de tristes por los imprevistos.
"No conozco ser humano que en un momento crítico de su vida, que tenga temor, no diga '¡ay, Dios mío!'. Está arraigado en todos, y más si usted lidia, también, con una profesión en la que prima lo incierto. Usted mismo se pregunta cómo si este paciente tenía un cuadro tan desfavorable de repente sí revertió la situación, y si este venía con un pronóstico más favorable cómo de repente no lo logró. Hay muchas variables ahí.
"Yo soy una persona que tengo mis creencias muy particulares, y sí, le pido a Dios sabiduría para tomar las mejores decisiones, no por una cuestión de ego, sino de respeto por la vida, porque me importa cualquiera que esté acostado allá adentro, en una de esas camas".
De más lejos le vienen los apoyos. Me cuenta que llegó al mundo debatiéndose entre la vida y la muerte. Su mamá en la desesperación puso rodillas en tierra, frente a la propia cama de un hospital, y rogó por su vida, por el regalo que se le estaba negando. Ahí está él hoy, al otro lado y con la responsabilidad invisible de merecer su milagro.
…
Aunque de niño practicó la natación y siente pasión por los deportes, asegura que es la pelota la que le altera el ritmo sanguíneo. Con sus niñas, Sara Camila y Sofía, gusta visitar el estadio Ángel López (Chiquito) y se entretienen con cualquier juego de muchachos en los que haya risas, batazos y ocurrencias.
Su día a día en el hospital es una suerte de metáfora deportiva, en la que casi siempre está en el noveno inning con las bases llenas; y él se siente el ser humano más solitario del mundo en su montículo. El tres y dos está puesto en la pantalla, el estadio es un hervidero de silencios y su próximo lanzamiento salva o pierde el partido. Pero este campeonato es por la vida y su única opción es luchar.