DOCTORA Isora

El próximo 14 de junio el hospital Ernesto Guevara cumplirá 45 años. Su historia está hecha de muchos nombres; el de Isora late entre los dorados

Las Tunas.- A ritmo del estetoscopio cruzado en el cuello y con la grabadora postergada entre la prisa por regresar con sus estudiantes, el diálogo con la doctora Isora es recorrer, más que una profesión, un credo supeditado a la Medicina Interna. Carga con la "fama" de ser huidiza ante los micrófonos, pero debajo de su bata blanca es el vivo pacto de involucrar el instinto, la fe de salvar vidas.

Me cuenta que desde niña supo por dónde irían sus caminos. Aun cuando no había médicos en su familia ni tuvo alguien cercano que despertara su vocación, llegó hasta el preuniversitario Luis Urquiza Jorge con un propósito claro: sería doctora. La especialidad la descubrió luego como a un segundo amor, y a la hora de elegir tampoco conoció incertidumbre.

"Tuve la suerte de recibir en la carrera, por parte de mis profesores, una motivación que me hizo ver la Medicina diferente. Asumir que el amor es la única receta para hacerle frente a cualquier servicio, que hay que desligarse de los problemas personales, de los conflictos externos, dejar todo a un lado y enfocarse en la persona que tenemos al frente, que necesita ayuda y se merece nuestra atención.

"Desde que conocí la especialidad no me quedaron dudas, no hubo otras opciones ni las hay hoy tampoco, siempre me he debido a la Medicina Interna. Y en eso tuvo mucho que ver el hecho de entrevistar al paciente, escuchar lo que tiene que decir, observarlo. Siento que logramos una conexión grande con quien está del otro lado, y sin esas herramientas no se puede ser clínico.

"Soy muy rigurosa con mis estudiantes y recurrentemente les dejo muy claro que la especialidad nuestra pone énfasis en la atención integral, el análisis físico profundo, el estudio constante para llegar al diagnóstico. Yo misma no dejo de prepararme, se publican actualizaciones, nuevos enfoques.

"Claro que elegir ser clínica es imponerse una meta de estudio grande y asumir luego una mayor carga asistencial. Pero sin esas cuotas de sacrificio no puede construirse una carrera en este sector. Aquí no hay atajos".  

EL "PACTO" DE TODOS LOS DÍAS

Isora Magdalena Sánchez Lorenzo traspasó, por primera vez, los umbrales del Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara hace más de 40 años. Rememora, entre risas, aquellos tiempos mozos de grandes convocatorias en los que muchos de los principales docentes llegaron desde la capital del país para formar el relevo que echaría adelante los servicios más vitales.

Recuerda que cuando se recibió como especialista, en la cuarta graduación, ya había galenos tuneros de probado talento en los puestos cruciales de la mayor institución hospitalaria de la provincia. Ella atesora, vívidos, esos pasajes de crecimiento profesional desde el terruño y un sentido de pertenencia que fue naciendo de manera natural.

"Cuando escucho hablar del 'Guevara' no puedo mantenerme al margen, lo siento como algo personal y cada comentario negativo me duele. Este hospital es como mi segunda casa. Yo le he dedicado la mayor parte de mi vida. Los que estamos aquí, en momentos y etapas tan distintas, hemos visto crecer, madurar generaciones de médicos y hemos constatado, en primera fila, la calidad y el compromiso del sector de la Salud.

"Vivimos una época compleja, de escasez de insumos médicos, de capital humano, de tantos recursos, pero la clave para seguir salvando vidas es la misma: poner en el centro de prioridad al paciente, enfocarse en sus necesidades para lograr un diagnóstico certero. El tiempo de cada ser humano vale oro".  

UN MAPA SINGULAR

Conversar con la especialista de Segundo Grado en Medicina Interna es adentrarse de alguna manera en esos saberes que desbordan como máster en Urgencias Médicas y doctora en Ciencias de la Educación. Se me antoja, además, que es como ver una radiografía de esta tierra en la que todos desandamos.

"La patología con la que más lidiamos es la hipertensión arterial, lo que más tratamos y tenemos en la sala. Nos preocupa porque observamos que está directamente relacionada con malos hábitos de alimentación, la falta de ejercicio físico regular, de rutinas más saludables.

"Nos toca hablar mucho con la gente, máxime en el contexto de falta de medicamentos. La hipertensión requiere de estilos de vida sanos, que se tienen que practicar, enseñar y reproducir en las familias desde edades tempranas. Después del diagnóstico, ya hay un problema que tratar, de ahí la importancia de la prevención.

"Alarma el consumo de tabaco, bebidas alcohólicas y los efectos perjudiciales que emanan de estas adicciones. Nos convocan también las enfermedades cardiovasculares. La realidad tunera está marcada, en gran medida, por estos padecimientos".

DE MAÑAS QUE SALVAN

Es bonito escucharla hablar de los pacientes que no olvida, del miedo que todavía la invade de errar en un diagnóstico y que el peso de la falla termine con la vida de un ser humano. Hay una amalgama de sensibilidad detrás de las maneras elegantes con las que se conduce.

"Una nunca pierde el temor a equivocarse, eso le digo a mis alumnos. Esa inquietud te hace ser mejor, te lleva a estudiar, a no creer que te las sabes todas. En esta profesión hace falta una dosis grande de humildad, porque al final del día lo que importa es que el paciente esté bien".  

Con su ética incorruptible me cuenta que mientras hablamos tiene en sala a una mujer de edad avanzada. Aunque había llegado con falta de aire, todos sus exámenes han dado negativos, pero "esa señora no se va para su casa".

"No se explica muy bien, es cosa de instinto o por la experiencia de alguna vez haber visto un cuadro clínico similar, el hecho es que una siente cuando hay algo raro, incluso si los análisis son normales. En esos casos yo no me arriesgo, la persona se queda ingresada para monitorearla de cerca. De otra manera no podría dormir tranquila.

"Es la razón por la que insisto tanto en mirar a quien tratamos, en el examen físico, en la capacidad de actuar a tiempo. Hay que involucrarse".  

LA DOCENCIA O LA PASIÓN

Varias veces, los micrófonos de 26 han escuchado mencionar a la doctora Isora como la inspiración que arrimó a tantos médicos a sus propósitos actuales. Todos coinciden en que sus clases son para aprender y a veces también intimidan un poco.

"Me encantó la docencia, desde el inicio, y por ahí me encaminé. Me gustan las lecciones que marcan a los estudiantes, que los hacen aterrizar en la realidad que nos convoca. No soy de medias tintas, soy de rigor. Les convido a que se pongan metas y crezcan profesionalmente, a que exploten sus potencialidades.

"Me agrada pensar que contribuyo con su formación integral, porque para ser buen médico hay que ser buena persona. Las nuevas generaciones necesitan guías certeras, inspiración para reconocer que este es un oficio de amor". 

Allá por el año 1988 se colocó por primera vez delante del pizarrón y no ha dejado de hacerlo. A la par honra su vocación de investigadora. Es jefa del proyecto Caracterización Clínica Epidemiológica de Pacientes Hipertensos en Las Tunas, el cual culminó con resultados muy satisfactorios.

En la actualidad Isora indaga en el método clínico epidemiológico y su aplicación en la carrera de Medicina. Además, investiga temas relacionados con la Nefrología como profesora adjunta de esta especialidad. Recientemente fue agasajada con la condición de profesora consultante de los servicios médicos.

HUELLAS QUE FLORECEN

Menciona un grupo grande de alumnos que se han vuelto profesionales brillantes y hoy están en lugares muy disímiles. Habla también de lo hermoso que es ver crecer el relevo, en contextos tan complejos. A su alrededor es difícil no reparar en los "profe" que brotan de todos lados.

Y es que la profe Isora es un emporio de conocimientos que se han erigido a la sombra del "Guevara". Están indisolublemente mezclados para suerte de los tuneros. Su carrera no tiene pausas, por más que la maternidad la haya hecho florecer con otra galena o que haya estado fuera de Cuba dos veces de misión internacionalista y la tristeza no le permita hablar de esa etapa.

Camina con paso fino y elegante. La esperan una docena de estudiantes, una sala repleta de rostros nuevos y algún que otro tema de investigación reposando en su bolso de trabajo. Al otro lado del esteto, sobre el pecho, carga el instinto de quien siempre mira más allá de lo obvio, porque la Medicina es una profesión de acertijos que ella gusta descifrar.

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