Las Tunas.- El alba lo sorprende afuera de la casita de tablas, sin camisa. Lleva apenas el pantalón verde olivo y las botas que le regaló su tío, aunque sean dos números más grandes que el suyo. "Muchacho, caramba, qué fortaleza de bestia heredaste pa'l trabajo", le dijo aquel lunes que fue a visitarlo y descubrió que el chico también se ganaba la vida haciendo carbón. Ese mismo día le dejó sus zapatos.
Cuando canta el primer gallo lejano, Pablo (llamémoslo así) ya tiene acarreada una montaña de madera. Prefiere el guao, aunque no olvida que a los 7 años de edad le provocó una reacción alérgica tan compleja que su mamá estuvo tentada a llevarlo al hospital. Pero ahora campea a su gusto en el monte y dicen los viejos que tiene el mejor instinto para la leña que más rinde.
Desde que abrió los ojos aprendió el oficio. Su abuelo era carbonero hasta las entrañas. Al calor de los hornos, entendió que las Matemáticas no le entraban y que la única manera "de tener '3 quilos' era rompiéndose el lomo bajo el sol". Ahora su dinero es la mayor entrada que garantiza los alimentos en la mesa.
Pablo tiene 16 años y se ha vuelto el hombre de la casa. Arma los hornos; es el vigía cuando "la plaga parece que se come vivo a cualquiera". Nunca aparenta estar cansado. No quiere comprar zapatos ni teléfonos. "Se acuesta con las gallinas" y siempre está muy serio. Dice su tío que tiene la mirada de un anciano.
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El azote desmedido de la situación económica actual, la escasez de productos de primera necesidad y la inflación, que condena a un número considerable de familias tuneras a hacer maromas para garantizar lo básico, trae a la zaga historias como la de Pablo. Algunas veces es como un manazo en el rostro, otras estrujan o indignan, pero, aunque no se quiera pronunciar mucho en voz alta, existe trabajo infantil en Las Tunas.
La ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, alertó sobre los indicios de este fenómeno en el resumen de la visita integral del primer ministro, Manuel Marrero Cruz, al Balcón de Oriente, en diciembre del 2024. El territorio cuenta ya con una comisión multisectorial al respecto, desde la máxima de que, a pesar de la escasez, la seguridad de niños y adolescentes debe ser prioritaria.
Miguel González Velázquez, director de Trabajo y Seguridad Social en la provincia, alerta que el Código vigente en Cuba establece los 17 años como la edad de iniciación laboral. Para velar por esta disposición, se han creado aquí mecanismos y estructuras destinadas a la prevención de cualquier irregularidad y su abordaje.
"Lo primero que nos hemos propuesto es identificar a los niños, adolescentes y al núcleo familiar que incurre de alguna manera en el flagelo. Para que el fenómeno exista, recordemos, el menor debe recibir un salario por la faena que realiza. Tiene que haber un empleado y un empleador, aunque sea de manera informal.
"Ante la compleja crisis económica que atravesamos, no podemos ignorar la ayuda de muchos jóvenes (de 14 y 15 años) a la familia en ciertas tareas, relacionadas con la agricultura o un negocio privado familiar. Esta acción no siempre constituye trabajo como tal.
"Lo primero que definen las comisiones es, precisamente, la caracterización del hogar. Establecen la concesión de prestaciones económicas temporales cuando se observa que existen insuficientes ingresos y que el menor se ve obligado a efectuar este trabajo informal por necesidad".
En el contexto local, el directivo aclara que las actividades que se realizan son, justamente, de manera informal, porque ningún empleador, estatal o no, formalizará un contrato de trabajo para un menor de edad. No es legal y las estructuras de Recursos Humanos de las entidades saben eso.
"Abunda, además, falta de conocimiento en el ámbito laboral. Los jóvenes de entre 15 y 16 años pueden recibir autorización para determinados quehaceres, con las necesarias medidas de seguridad. Los estudiantes requieren la aprobación del director de Trabajo en el municipio y de su tutor legal. Claro, sin abandonar el aula.
"Obviamente, a una persona de esta edad no se le puede asignar, por ejemplo, un puesto en la Empresa Eléctrica como liniero, donde hay riesgo. Sí podría atender la recepción o estar en una oficina. En Las Tunas no hemos recibido ninguna petición similar, pero existe esa disposición legal".
ATISBOS DE UNA REALIDAD
La carita sudada delata a metros que aún no llega a la mayoría de edad; los 16 años, incluso, le quedan grandes. Afinca el látigo sobre el lomo del caballo y mira hacia atrás, donde los sacos de yerba recién picada someten a la pachanga.
A su lado está el "viejo", aunque no pase de las cuatro décadas. Pero Cristian (nombrémosle así) es quien se encarga de cortar el pasto, meterlo en los sacos… Su padre solo tiene los contactos para la venta.
Desde que empezó a repetir cursos escolares dejó claro en su casa que él no quería estudiar, que solo lo haría por cumplir. Y por más que le pese sigue asido a la Secundaria Básica, pero en cuanto suena el timbre se pone para lo suyo y a veces no le da tiempo cambiarse el pantalón azul de uniforme.
Los ingresos que acopia en la billetera de camuflaje son para un equipito de música. Por esa vía logró comprarse zapatos, chaquetas…, y comparte con su papá el botín diario; es su manera de sentirse grande.
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No es casual que las maestras de Primaria, por estos tiempos, conversen mucho con los alumnos sobre qué hacen en sus ratos libres. En una de esas charlas, según testimonios recogidos por 26, se sumaron historias de amigos que se dedican a vender confituras en los salones de clases, y alguno que otro confesó que después de salir de la escuela vende pan en su barrio.
Juan Migüel Barrios, subdirector general de la Dirección de Educación en la provincia, aclara al Periódico que el hecho de abordar este tema no significa que en Las Tunas hay una crisis al respecto, sino que existe la visión de las organizaciones, del sector educativo, encaminada a evitar que esto se convierta en una práctica cotidiana que afecte los intereses y la educación integral de niños, adolescentes y jóvenes.
"No podemos ignorar los problemas que enfrentamos relacionados con fenómenos sociales derivados de la situación económica del país y el mundo. Hay un grupo de familias que presentan mayor incidencia de estos conflictos. El papel de la escuela es conocer la realidad de cada estudiante y adelantarnos, prevenir los comportamientos que no deben recaer en esas edades.
"Siempre que hablamos de prevención, hablamos de anticipación. Si estos casos se abordan adecuadamente, en especial cuando son recientes y aislados, la solución será más efectiva. Nuestro sistema de trabajo está muy bien concebido y cuenta con la participación de varias organizaciones barriales, institucionales, de base y la familia, que es el eslabón más importante.
"Nos estamos acercando más al hogar. Debo reconocer que en cada ocasión que hacemos una intervención con los padres, estos reconocen el fallo y acatan lo que proponemos. Se respeta mucho a la escuela. También vamos a las individualidades y hacemos las concesiones apropiadas.
"Con alegría puedo decir que hoy no tenemos casos de muchachos que hayan abandonado los estudios por verse obligados a trabajar. Incluso, había algunos adolescentes que no iban al aula por tener que ayudar a sus familiares en la agricultura y nos reunimos con los padres, conveniamos días y horarios y estos volvieron a recibir clases. Ahí ganamos todos".
No se trata de sobreproteger a los más chicos o criarlos alejados de la realidad. El sector educativo cubano incluye en el plan de estudios de cada nivel la vinculación de la teoría con la práctica, o sea, se fomenta la laboriosidad y el compromiso. Es esta la causa por la cual antes los estudiantes asistían a la escuela al campo y ahora se vinculan a organopónicos y otras áreas.
"Está bien que desde edades tempranas los niños sean laboriosos y diligentes, pero cuidado. Hace unos días me encontré en la calle a un pequeño vendiendo tamarindos, con su mamá. Eso es trabajo infantil.
"Si me preguntaran si en Las Tunas se han identificado casos de niños asociados a este flagelo, respondería afirmativamente. Pero lo fundamental es tomar medidas, algo que el sector educativo, desde el rol de la escuela y acompañado por la familia, está haciendo.
"Hemos identificado algunos menores inmiscuidos en el corte de pasto en ciertos lugares para que alguien se encargue de venderlo luego y así obtener ingresos. También detectamos otros vinculados con actores que venden productos, especialmente agrícolas, en la calle.
"Los centros educativos tienen la responsabilidad de identificar estos sucesos, citar a la familia y promover acciones precisas. Una adicional tarea que nos atañe es garantizar la recreación, que se hagan actividades en áreas deportivas fuera de los horarios docentes, para difundir maneras sanas de pasar el tiempo libre".
BAJO LA SOMBRILLA LEGAL
Una vecina que viaja al extranjero le dio el primer cargamento. Él lo vendió todo y desde entonces no ha parado. Dany (identifiquémosle así) tiene encargos de cables, cargadores, micas, covers… Su teléfono no para de sonar.
Antes solo mercaba en la escuela o por domicilio, pero hace unas semanas decidió irse para el Bulevar. Allí la competencia es grande, aunque con suerte vuelve a casa con buen dinero. Debe tener mucho cuidado, "la gente ahora mismo es mala y se ven tantas cosas".
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Daisy Torres Álvarez, fiscal jefa del Departamento de Protección Familiar y Asuntos Jurisdiccionales, en su vasto conocimiento de la ley y los entramados que atañen a los menores, alerta que la familia es clave para este enfrentamiento y en muchas ocasiones esta no es consciente de cuándo incurre en un delito.
"Con respecto a la venta de implementos electrónicos en el Bulevar, los padres deben entender que sus hijos se están exponiendo a ser estafados, agredidos, a tratar con personas inescrupulosas. Los adolescentes no están aptos para estas situaciones, ni física ni mentalmente. Después lamentan los incidentes desagradables, pero hay que empezar por la prevención.
"A pesar de la situación de restricción económica que vivimos, el Estado garantiza, mediante la implementación de diversas políticas sociales, el derecho inalienable a la educación, que es gratuita, accesible para todos, inclusiva y de calidad.
"La Constitución de la República recoge y establece que, al menos, se debe poder estudiar hasta el noveno grado. No es ningún secreto que hay familias con bajos ingresos que, a veces, dependen de ese adolescente, sin saber que esto constituye un delito y que, incluso, pueden ser llevados a juicio por otros actos que atentan contra el pleno desarrollo de los menores.
"En ese rango de edad, su hijo tiene que estudiar. Por eso, contamos con un sistema de Asistencia Social que permite cubrir las carencias que puedan tener esas familias, para que el niño no sienta la necesidad de trabajar en pos de mejorar sus condiciones de vida. En los últimos meses se han visto casos, aunque muy aislados.
"Si los padres les permiten a sus hijos trabajar, o los inducen a ello, porque conocemos de un número ínfimo que están convencidos de que sus muchachos laboran para fines económicos del núcleo familiar, podemos ponerlos a disposición judicial y existen normas administrativas que también pueden aplicarse. Los niños en nuestro país gozan de amplia protección".
La Constitución, en su Artículo 66, prohíbe el trabajo de niñas, niños y adolescentes. Y en el supuesto caso de que un cuentapropista contrate informalmente a un menor está cometiendo un delito, explica la experta.
"Esto no debería ocurrir, aunque sabemos que hay quienes se someten a emplear a adolescentes, aprovechándose de las circunstancias y de su misma situación económica, para vincularlos. Pero ni siquiera firman un documento oficial, porque saben conscientemente que en Cuba el trabajo infantil está prohibido.
"Los padres a veces no tienen la suficiente percepción del peligro cuando exponen a sus hijos a salir a la calle a vender cualquier artículo, ante cierta necesidad. En los pocos casos que ha habido en Las Tunas hemos actuado, la Fiscalía ha hecho apercibimientos oficiales a los progenitores".
La fiscal expone que se trata de una medida de primer orden, de carácter preventivo, para que la familia comprenda que un menor vinculado laboralmente es un hecho constitutivo de delito. Esto está regulado en el Código Penal en diferentes tipos de delitos. En ese acercamiento inicial se trata de que las personas tomen conciencia y se sensibilicen, tanto el empleador como los tutores.
"Queremos evitar, a toda costa, este fenómeno y otros, como los niños que acosan, que deambulan. Cuando eso sucede, tenemos las indicaciones, primero, de realizar una labor preventiva con la familia. Si el problema existe, vamos a prevenirlo y afrontarlo con quienes corresponda y como está establecido.
"Algunos padres se han dejado arrastrar por las carencias y complejidades, pero no hay necesidad de desertar de las escuelas ni tener hijos con obligaciones laborales. Estamos cerca de poner en vigencia el Código de la Niñez, Adolescencia y la Juventud. Permitir que este fenómeno prolifere sería muy contradictorio".
NADA ES MÁS IMPORTANTE
Ahora mismo, Las Tunas es una amalgama de hogares diversos. Como Cristian, Dany y otros, hay adolescentes y niños que ya empuñan compromisos de más, porque en su regazo cercano los adultos no han entendido que con ello recortan su inocencia y cargan demasiado peso.
A la familia de Pablo, recientemente, se protegió con una ayuda económica por parte de Asistencia Social, lo que indica que la voluntad del respaldo también está. Ya sabemos, no es un monto que hará desaparecer toda la necesidad, pero sí alivia.
Al propio tiempo, estruja e indigna que, detrás del pequeño que expende pan en el barrio, está una madre de 35 años, apta física y mentalmente, que vive del "invento" porque no encuentra empleo y prefiere "morirse de hambre" antes que trabajar con el Estado.
Hay lienzos más tristes. La escasez se materializa duro en nuestro entorno, trafica con el alimento más básico, con aquello más pedestre. Pero que las limitaciones no quiebren el norte. Nada puede ser más importante que la integridad de un niño. Desde aquel turno de clases al pionero que confesó vender pan le apodan "panadero" y esa marca, aunque aderezada sin malicia, le duele.
El territorio ha prendido sus alarmas. Cada institución, sin importar su naturaleza, está en el deber de informar, desde cualquier escenario, los vínculos de los menores con alguna modalidad de empleo. En la cuadra, allí donde vivimos, no podemos naturalizar estos hechos, las estructuras existentes tienen que actuar desde la empatía y la legalidad, sin juzgar de antemano.
A su vez, corresponde a los planteles y otras entidades reavivar los espacios deportivos y recreativos en la comunidad, para que fuera del aula existan opciones agradables, estimulantes. Todo no puede venir desde la exigencia, y los muchachos a veces necesitan tan poco…
Concebir un hijo es un milagro, sin competencias. Pero por más que se yergan, se estiren de pronto, a ellos les salga pelo en el bigote y, a ellas, les cambie su cuerpo, la minoría de edad existe y está pactada en ley como el preámbulo de la vida laboral, de las obligaciones. Es la familia la responsable suprema de que así ocurra. No intente acortar sus tiempos; mejor encuentre los caminos para mantenerlos a salvo. Nadie merece que le anochezcan sus sueños tan temprano.