L
Las Tunas.- Esta historia se forja en el crisol de una necesidad apremiante. “Entré a la escuela porque necesitaba trabajo”, confiesa Mailen Espinosa Torres con una mirada que destila valentía y determinación. Cuando dice “escuela” se refiere al Programa de Superación para Jóvenes, una iniciativa que busca reintegrar al sistema educativo y laboral a muchachos desvinculados, y que recientemente tuvo su graduación.
Cada palabra de Mailen es un recuerdo vívido de cómo su anhelo de independencia la impulsó a dar ese primer paso hacia un nuevo horizonte en el mundo académico. Su camino, ya lo sabemos, no fue lineal. “Me pasé tres años sin empleo y sin nada”. Me sentía perdida, como si estuviera estancada”, confiesa.
La muchacha recuerda que en ese período de incertidumbre recibió un consejo crucial: “Me dijeron que estudiando podía tener mi trabajo”. Esta revelación resonó profundamente en ella, y fue el empujón que necesitaba para volver al pupitre.
“Lo que me motivó en sí a estudiar fue mi familia. Hoy por hoy, tener un título es esencial; sirve para todo en la vida”, dice, como si fuera un mantra que ha aprendido a lo largo de su sendero.
Al profundizar en su pasado, explica que completó un Técnico Medio en Pedagogía. “Pero donde yo quería trabajar me exigieron, por lo menos, el 12 grado”, explica, y su expresión se torna seria al recordar las limitaciones que enfrentó.
“Gracias a este programa, hoy cumplo una meta -se detiene como sopesando su empeño. Voy a entrar a la Universidad de manera directa, sin hacer prueba de ingreso, pues soy una de las alumnas más integrales de este curso. Ya lo tengo decidido, estudiaré Derecho”.
Sonríe al recordar lo que costó llegar hasta aquí: “Ha sido con bastante esfuerzo. Noches sin dormir para las pruebas y momentos de frustración; pero no me arrepiento de nada, al contrario, hasta la relación con mi familia ahora es mejor. Están orgullosísimos de mí”, y al contarlo es ese orgullo el que emana.
Recuerda las horas difíciles cuando decidió dejar su capítulo estudiantil y cómo eso afectó la dinámica familiar. “Se pusieron un poco serios y hubo un tiempo de tensión”, admite y deja entrever las dificultades emocionales que atravesaron juntos. Sin embargo, ya hoy son otros los colores.
Cuando se le pregunta sobre su experiencia y si tiene algún mensaje para sus contemporáneos, la respuesta es clara y apasionada: “Todos los jóvenes que no están vinculados al estudio deberían replantearse sus acciones. La superación se necesita, las puertas se abren, incluso, las personas que nos rodean comienzan a vernos de manera diferente. Pero, sobre todo, el nivel cultural mejora, entonces sí, es necesario.
“Yo me veo crecida -remarca luego y percibe cuánto ha evolucionado. He crecido ampliamente en todos los sentidos”. Ahora, afirma, se siente capaz de interactuar con cualquier persona y participar en conversaciones significativas.
Mailen no solo ha encontrado su estrella, también acaba de descubrir su propia fortaleza interior. Su historia es un testimonio del poder transformador de la educación y el amor familiar, una luz brillante que a ningún joven le debería faltar.