Las Tunas.- El instituto politécnico agropecuario (IPA) Manifiesto de Montecristi es un sitio de pasillos pulcros y brisa deliciosa, en el que se forman poco más de 400 alumnos del sur de Las Tunas como técnicos de Nivel Medio en las especialidades de Contabilidad, Comercio, Elaboración de Alimentos, Trabajador Social, Construcción Civil, Mecanización Agrícola, Agronomía y Zootecnia Veterinaria.
Desde hace mucho tiempo son referencia de buenas prácticas en Cuba, y lejos de permitir que eso sea "fama que se sube a la cabeza", no han perdido la constancia, sencillez y sanas maneras con las que siguen trabajando y cosechando.
Desde hace cinco años hacen realidad un proyecto económico-productivo de nombre denso: Producciones y servicios de excelencia desde la formación profesional de los jóvenes del IPA, del que te habla con una vehemencia contagiosa su directora, la máster en Ciencias de la Educación Magdelaine Sosa Menencia.
"A través de esta experiencia comercializamos bienes y servicios con destino al consumo interno y dirigido también a la producción de alimentos. No contratamos fuerza de trabajo, de ahí que los estudiantes y profesores del centro seamos los encargados de las labores, por eso las utilidades son para el bien común y no se distribuyen individualmente.
"El 70 por ciento de ellas se quedan en el proyecto y el 30 pasa a engrosar las arcas del fondo de desarrollo municipal. Para eso contamos con tres fuentes de financiamiento: la contribución territorial para el desarrollo local, el presupuesto del Estado y un crédito bancario por poco más de tres millones de pesos".
Magdelaine es una "metralleta" cuando habla del trabajo y los muchachos; sus manos explican casi tanto como las palabras y en los ojos se le descubre la alegría infinita por cada detalle de lo que hace.
"El proyecto tiene varias líneas de producción y para desarrollarlas contamos con 20 hectáreas de cultivos varios y siete de pastos; además tiene líneas de prestación de servicios que salen del proyecto internacional Programa de Fortalecimiento de la Educación Técnica y Profesional (Profet), que nos ha dotado de clínica veterinaria, laboratorios de suelos y agrícola y una minindustria. Estos centros también prestan servicios a la comunidad".
Gracias al vibrante entramado producen boniato, plátano y yuca, además de vegetales y hortalizas, granos como maíz y frijol, semillas, tabaco, abonos orgánicos, plantas injertadas, leche y carne.
Y, si esto le parece insuficiente, le cuento que todo ocurre en medio de una tierra seca, porque el agua es un problema por allá, y el que conoce apenas un poco del trabajo en el campo de seguro sabe el desafío mayúsculo que eso entraña.
No por gusto las caras de muchos esbozaron sonrisas cuando la semana pasada Yelenis Tornet Menéndez, gobernadora, les dijo que comenzarán los trabajos para construir dos pozos allí y hacerles más fácil la rutina diaria de producir y hacerlo bien.
No olvidan, por supuesto, que el epicentro de sus pasiones está en los alumnos y la riqueza de su formación. Hacer que el vínculo con la tierra se fortalezca, lograr que sus proyectos de vida se encaucen desde sus aulas es un desvelo que les acompaña cada día. Tienen la satisfacción de que a la mayoría no les gusta estar en el pupitre; el mayor tiempo lo pasan en el campo, allí disfrutan porque aprenden y son útiles.
![]() En su reciente visita a Jobabo, el presidente cubano conoció de primera mano la dinámica cotidiana de un centro que funciona con estudiantes y profesores vinculados directamente a la producción. |
Por eso es muy fácil involucrarlos en el proyecto y, desde cada una de sus especialidades, van dando forma a sus sueños. Unos preparan las tierras, otros siembran, cultivan, comercializan producciones y fiscalizan ganancias.
"Gracias a los ingresos que hemos ido obteniendo en la escuela ha mejorado la base material de estudio y se han podido comprar, entre otras cosas, cuatro yuntas de bueyes, cinco sistemas de riego, dos motobombas, sacharinera, sembradora de granos, envases plásticos, más de 200 azadones, machetes, limas, guantes, medios de protección, cajas y mantas recolectoras", así nos dice Magdelaine mientras conversamos, a la sombra de un copioso árbol, cerca del mediodía.
La escuchamos abundar en sus desvelos, indisolublemente ligados al politécnico y las tantas posibilidades de crecer. Nos dice que la unidad del colectivo es el centro de todo lo que han ido consiguiendo; y también destaca que 32 de sus docentes son ya másteres en Ciencias y que, cuatro de ellos, avanzan en sus investigaciones doctorales, además de los 22 que han alcanzado la categoría como especialistas principales de sus materias.
No por gusto el IPA ostenta la cuarta corona de excelencia nacional en el Movimiento de la Agricultura Urbana. Es centro de referencia en las especialidades agropecuarias del país, además de sitio de capacitación de la agricultura y Premio del Barrio por los CDR. Eso, apenas un ápice de las muchas loas que ahora lucen y son, nos dijo Magdelaine, apenas un estímulo para seguir haciendo.
Conocerlos, más que la calma que te embriaga en el campo o el orgullo de saludar a gente sencilla, a pesar de los premios que les ha dado el trabajo, nos recordó el valioso proverbio de la filosofía oriental: "No subestimes lo pequeño. Ahí habita el cambio".