Las Tunas.- Vivian Cubelo Núñez se hallaba en la planta de Radio de la Comandancia de la Columna 12 del IV Frente Simón Bolívar, en San Joaquín, Majibacoa, cuando comenzaron a circular las primeras noticias de que la Revolución había triunfado.
Ella, acostumbrada por ese entonces a la ropa verde olivo y al trabajo sigiloso en esos parajes, casi no podía creer que el primer día de enero trajera un suceso como aquel, definitivo.
Por eso, prestó más atención al trabajo de los técnicos bayameses Manolito Fresno y Renato Acosta, que la acompañaban en las labores de ese día; y los tres se contagiaron del alborozo que empezó a reinar en quienes se acercaban con noticias que reiteraban palabras como "fuga, Batista, Fidel, Santiago, Revolución…".
"Llegaron muchas personas y nosotros con la planta encendida para atender cualquier orientación que nos dieran. Los que estábamos habituados a hacer guardia ahí teníamos que estar pendientes del cielo porque podía pasar que volara por arriba de nosotros algún avioncito del Ejército y nos hiciera daño.
"Habitualmente, cuando eso pasaba, había que apagar la planta y esconderse. Pero ese día no podía ser así porque el equipo debía permanecer encendido, estábamos muy expectantes, y con el lugar lleno de gente la tensión era mayor, en todo sentido.
"Después comenzó a unirse el mando completo y decidieron quiénes iban a avanzar hasta Las Tunas, que era casi el campamento en pleno. Pero la planta se quedaba activa, funcionando, por unos días más; entonces a mí me tocó quedarme con los técnicos para ayudar en lo que ellos hacían las conexiones con el pueblo y se iban recibiendo nuevas orientaciones".
Dice que por esas fechas lo mismo cocinaba, que recogía cosas que ya no serían necesarias porque se acababa la guerra, la muerte en las alcantarillas, el dolor. Recuerda que salieron en un camioncito para Las Tunas en un día feliz, de cambios trascendentes y aromas nuevos.
Pero no fue ese el fin de todo, al menos para ella, apenas el principio. "Comenzamos la tarea de organizarlo todo y ahí me mantuve, vinculada. Muy expectante por el momento en el que pasaría Fidel con la Caravana de la Libertad y saludando a todo el que se acercaba para felicitar por la victoria, mucha gente conmovida".
Vivian recuerda al matrimonio de Gema y Rolando Salgado, que habían donado la casona enorme en la que funcionaba la Comandancia de San Joaquín, y el goce enorme de no tener que estar escondida, huyendo, asustada y salir a la calle con toda libertad.
También habla de Eusebio González Rodríguez y María Dolores Reyes (Lola), que fueron vitales en la importante labor de agrupar los nombres de los combatientes, para no olvidar a nadie.
"Sobre todo ella, Lola, dedicó mucho tiempo a esa función porque él, guardaespaldas del comandante Camilo Cienfuegos, se movía de un sitio a otro con mucha celeridad y estuvo poco en estas tierras durante esas jornadas".
Vivian se hizo enfermera y está entre los fundadores aquí del Programa del Médico y la Enfermera de la Familia. Nunca se alejó de su compromiso con la Revolución y, hasta hoy, se mantiene activa en la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC).
Asegura, pasados ya 64 años de aquellas horas primeras, que lo más importante de todo fue la felicidad, la enorme satisfacción de haber triunfado y saber que era una sensación que alcanzaba a mucha gente, en todas direcciones. Una alegría infinita, base de una obra a la que ha consagrado su existencia y que no se permite olvidar.