Las Tunas.- La historia de Las Tunas se entrelaza con un cactus. Aseguran que don Julián Gamboa tenía por acá una gran finca ganadera y gustaba de sembrar la opuntia, y también afirman que era su costumbre regalarlas en macetas pequeñas a los visitantes que llegaban a estos predios.
Muchos venían; gente de todas partes que solía decir: "Voy allá, a la finca de la tuna a comprar ganado”; y el nombre se fue entronizando mientras las plantas se enseñoreaban cada día más por estos parajes.
Dicen, además, que los negros esclavos le dieron al asunto connotación religiosa. Entonces nacieron historias asociadas a que tenerlas encima de las casas ayudaba a recoger las energías negativas y daba suerte; y se fueron volviendo tradición, sello, arraigo.
Son estas las tierras más deforestadas de Cuba desde la colonia misma; eso, porque las amplias llanuras se dedicaban a la cría de ganado y hasta afirman que salieron de acá, por la zona de Jobabo, muchos de los caballos que los españoles utilizaron para la conquista de América y que eran criados en los potreros inmensos de estos parajes.
Siglos han llovido desde aquellas jornadas y, cada septiembre, aquí estamos rememorando la historia primigenia que dio paso a lo que somos, celebrando el 30 de septiembre la alabanza al santo patrono local y reafirmando aun que son 228 años, porque el documento más antiguo encontrado hasta la fecha sigue siendo el acta capitular que hace alusión al permiso de que los pobladores construyeran sus pajares alrededor de la Iglesia, "como se ha practicado desde 1796".
Así somos: nobles, imperfectos, laboriosos, como esta urbe pequeña que nos habita y habitamos. A ella, a la que tanto debemos, da gusto agasajarla porque, más allá de las espinas que le rondan, es como el cactus que le da nombre, siempre está presta a florecer.