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Las Tunas.- La visita a Las Tunas del general de Brigada José Solar Hernández repletó la pequeña sala del museo provincial Vicente García, de esta ciudad.

Fue una jornada de complicidad y alborozo en medio de las actividades del Tercer Simposio Faure Chomón Mediavilla in memoriam, todo un acierto de los organizadores.

No vino solo; el legendario combatiente de 86 años llegó a estas tierras junto a su hijo, el profesor titular de la Universidad de Oriente Frank Josué Solar Cabrales, quien presentó acá su libro Directorio Revolucionario y Movimiento 26 de Julio: laberintos de la unidad.

Un texto revelador que el joven académico reconoció que le debía a su padre. "Su historia personal me ha inspirado a estudiar el tema, y me apasiona; es como rendirle homenaje a él y a toda una generación que agrupa a las dos organizaciones que hicieron la insurrección y la Revolución".

Escuchar el testimonio del legendario general de Brigada resultó, sin lugar a dudas, el mejor argumento que pudo tener el auditorio de ese hacer personal, indisolublemente ligado a Cuba y su historia.

Sí, porque se nos reveló un "guajirito del central Algodones, cerca de Majagua, en Ciego de Ávila", y descarnó parte de la obra de su vida, entrelazada por 50 años con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

general de Brigada José Solar Hernández 2

"La situación tan difícil que tenía el país en esos años me fue haciendo rebelde; el médico más cercano, por ejemplo, estaba en Majagua y valía 5.00 pesos cada consulta. Yo no conocía la luz eléctrica y había mucha injusticia; me metí en la lucha clandestina. En esa zona del central hicimos sabotajes, cogimos armas.

"Por aquellos años yo trabajaba en la carnicería del esposo de mi hermana y tenía un revólver en el cielo raso del local. Se lo di a un compañero que laboraba en la colonia cañera cercana y, mientras un guardia estaba tomándose una cerveza en La Comercial del central, él fue a su casa, le quitó el fusil Spring a la mamá del batistiano, se lo llevó para unos cañaverales y lo escondió". 

Entre sonrisas contó que a las dos horas de aquello, el batey tenía tremendo alboroto, sumaban como 15 los presos y a él no lo cogieron de puro milagro. Así que al otro día su cuñado le dijo que ya era momento de alzarse porque lo iban a matar.

"Me alcé, pero fue con ese fusil. Buscamos una máquina de alquiler que nos llevó hasta Sancti Spíritus y allí coordinamos con el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) la subida al Escambray.

"Recuerdo que metimos el arma debajo del asiento trasero de la máquina; y que iban también cuatro armas largas y otras cuatro cortas. Dormimos en Taguasco, allí nos recibieron los del Movimiento y nos mandaron para una casa de esas de tabaco que son muy grandes. Al otro día tempranito salimos en dos carros, en cada uno de ellos iban dos mujeres; por cierto, a ellas nunca más las vi, pero qué valentía y serenidad la de esas muchachas jóvenes". 

Simularon que estaban de pura fiesta y, con esa excusa, recorrieron todo Sancti Spíritus, hasta que agarraron un camino, después otro desvío, y ya, rumbo a la Sierra del Escambray.general de Brigada José Solar Hernández 1

Los presentes le escuchamos decir que la suerte estaba de su lado. "En uno de esos lugares había una cadena grande que los guardias ponían de un lado a otro para registrar los carros que subían y los que bajaban; y ese día no fueron".

Siguieron en las máquinas hasta donde fue posible y, cuando se desmontaron, cogieron las armas y comenzaron a ponerse las ropas que les habían dado en Taguasco; entonces llegó un viejito, blanquito en canas, en nombre del Ejército Rebelde. Después supieron que se llamaba Veranes, y era del comando de Pedro Carbó Serviá.

Esa fue la primera vez que vio a un rebelde y también que tuvo contacto con el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR); la fecha primera de las tantas en las que el riesgo y el atrevimiento marcaron el paso del mozuelo que fue.

A esa hora, el auditorio de la pequeña sala del museo estaba especialmente atento; le escuchamos hablar bajito de la toma de Sancti Spíritus, de la de Trinidad, de la llegada del Che a esas tierras y de la armonía que existía entre las tropas del M-26-7 y el DR.

"José Luis Barceló era mi jefe directo y él, al amanecer del día Primero de Enero, me dice: 'Rubio, ven acá, deja a alguien ahí al frente, recoge a tu gente y vamos para Santa Clara, que Batista se fue'. Así me enteré de aquel suceso que me cambió la vida".

Partió entonces a La Habana, una ciudad telúrica y desconocida. Para esas fechas ya no tenía su fusil Spring, lo había cambiado por uno mejor; y anduvo en la caravana entre las tropas del DR, muy cerca del legendario Che Guevara.

No recuerda si su llegada a la capital fue el 2 o el 3 de enero, pero sí sabe que la milicia estaba movilizada y se habían tomado los principales lugares. "Seguí con Faure Chomón directo a la Universidad de La Habana (UH); allí él puso su jefatura. Mandó a Cubela a que tomara el Palacio Presidencial; al comandante Moleón y a Espinosa, a la base de San Antonio de los Baños; y a Verana y a mí el Capitolio Nacional. Imaginen mi estampa cuando entré a ese lugar y vi esa barbaridad de salón; jamás yo había visto algo semejante". 

Cuando Fidel entra a La Habana decide que las tropas del DR y del Segundo Frente cesaran como fuerzas armadas y se integraran a las columnas del Che y de Camilo. Así que entregaron el Capitolio al Ejército Rebelde y se sumó Solar a las huestes del argentino. 

Eso, por citar apenas un ápice de su hoja de vida; sin embargo, dijo al auditorio que "temía no satisfacer las expectativas de los presentes porque su participación en el DR fue muy modesta", y tocó agradecer por lo bajo el pudor de este hombre sencillo, con un palmarés gigante en nombre de la Revolución Cubana y que no pudo esconder el brillo en los ojos, orgulloso, mientras su hijo hablaba la historia de la Patria que él ayudó a forjar.

Porque el muchachito del central Algodones que en 1959 apenas tenía 20 años fue de sargento a general de Brigada; resultó miembro del Comité Central por 20 años y es fundador del Partido Comunista de Cuba dentro de las FAR.

Fue, además, jefe de la Brigada de la Frontera, también de la sección política del Ejército Oriental y su segundo jefe; estuvo antes en Angola, había acompañado al Che en el primer trabajo voluntario del que se tiene memoria en Cuba y anduvo, igualmente comprometido, en los días tremendos de la Crisis de Octubre.

Así son los grandes que han dado estirpe a este país; gente buena, dispersa aún en el ardor de estas tierras, de las que, indudablemente, tenemos mucho que aprender todavía. 

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