Mucho se habla hoy de sororidad (solidaridad entre mujeres), aunque en la práctica es un término que nos sigue quedando demasiado grande.

Las Tunas.- Ella lidia con una niña pequeña, sin otro apoyo que pueda de vez en vez darle un respiro. Se le ve agitada casi todo el tiempo, con la nena de la mano para desenvolverse fuera de casa, en la vorágine de encontrar alimentos, marchita y hostigada por las intermitencias del servicio eléctrico. Las vecinas más cercanas de Lisy reparan poco en su rostro de cansancio extremo, gastan horas de conversación cuestionando su posible amorío con la única muchacha que la visita.

A Mailén la veo llegar a su trabajo, después de un período prudente de Licencia de Maternidad. Trae dibujada en la cara la sensación de pez fuera del agua, de quien se aleja de algo muy importante y siente un cargo de conciencia cósmico por sus minutos de independencia. Enseguida llegan las amigas a su encuentro. Entre los primeros abrazos brota el comentario: “Pero ¡qué gorda, no te conocía!, ¿ahora qué te vas a hacer con esa barriga, si parece que sigues embarazada? Tienes que aguantarte la boca o te desfiguras…”.

La sonrisa de Mailén se va apagando, como si hubiera hecho algo malo y camina por el pasillo intentando esconderse de la franca bienvenida. Se aparta con el celular en la mano y la foto postergada de la bebita, porque nadie se interesó por conocer a la personita que se instaló en ese mismo vientre grande en el que todas reparan.

Desde pequeñas nos bombardean con lecciones avasalladoras, “tú eres más linda”, “ya quisiera esa niña parecerse a ti”, “pero si tu pelo es más largo”… En la adolescencia, las críticas son más despiadadas “tiene cara de vieja”, “de qué le vale ser tan bonita si es un cuerito malo”. Y con el tiempo es peor porque ya nadie nos adoctrina, somos nosotras quienes emergemos listas para el escrutinio de la primera que se nos acerque, al punto de concebir al resto de las mujeres como rivales, antes de que broten otros afectos como la amistad o la camaradería.

No es un comportamiento natural como la mayoría piensa. Ni se trata de exceso de afecto de los familiares más cercanos, ni de mimos. La sociedad, anclada en arcaicas estructuras patriarcales, ha reproducido estas actitudes sin que nosotras seamos conscientes. Y es que históricamente nos han educado sutilmente para legitimar la pugna entre mujeres, la competencia, la rivalidad, cuando debería primar la unión, las convergencias.

Por su parte, los hombres sí han defendido su pacto. No es raro que se apoyen y se guarden las espaldas en cualquier terreno de la vida, incluso, en cuestión de traiciones e infidelidades buscan la manera de justificar a sus congéneres basándose en fallos de sus parejas que condujeron a los “deslices”. En fin, nosotras nos enseñamos las uñas y ellos se hermanan.

SororidadMucho se habla hoy de sororidad (solidaridad entre mujeres), aunque en la práctica es un término que nos sigue quedando demasiado grande. Resulta duro que Lisy pueda ser una luchadora innata, pero lo único que se divulga es su orientación sexual, como si alguien tuviera el derecho de juzgarla. Lamentablemente, dentro del universo femenino es en el que más se promueven estas notas y constituye el terreno más fértil para que se extiendan y masifiquen.

Si usted es mujer, no es normal que su primera reacción cuando vea a otra sea la de la competencia. No se engañe, los juicios que le propinó en su mente con respecto al cabello, los senos, los zapatos, están fundamentados en su percepción de la vida, esa es su ideología también. Y las acotaciones mal intencionadas no solo buscan hacer sentir mal a su interlocutora, usted está asumiendo una preponderancia y sin querer reproduce patrones de violencia.

Mi amiga Mailén tiene un espejo, sabe que lleva 15 libras de más, lo sufre -sobre todo- porque la mayoría de su ropa no le entra. Dar a luz es sacrificar la figura y tantísimas cosas más, no necesita un recordatorio de que ahora es diferente.

SororidadPara los que asumen que las opiniones del cuerpo de alguien son solo franqueza y no maldad, sepan que existen diversos receptores, algunos más débiles y con baja autoestima dejan de comer por estar a la línea y arriesgan su salud, se deprimen, incluso, llegan al límite de las psicosis u otras enfermedades de salud mental. Tenga cuidado con dónde deposita su sinceridad.

Hasta la fecha, las mujeres cargamos desventajas, nos llegan con la sobrecarga de los quehaceres del hogar, la atención de los hijos, los padres y de quien haga falta. En tiempos de crisis energética, somos las que más sufrimos, porque además del calor y los mosquitos en las noches, por el día nos toca hacer maromas para preparar los alimentos, lidiar con las necesidades más puntuales, darles solución a como se pueda y, a la vez, mantener la coherencia con el objetivo de educar a los niños, asumir todos los roles y seguir haciendo planes…

Me agrada la empatía, eso de calzarse los zapatos ajenos debería ser credo, religión. Y desde el pedacito que me toca en el gran cosmos femenino, me gustan también los desafíos, luchar contra los esquemas que quieren ceñirnos, acortarnos, controlarnos. En ese inmenso reto la sororidad es una herramienta valiosísima, porque no existen mejores aliadas que nosotras mismas.

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